La catedral. Ensayo sobre el ateísmo.

Chema… ¿por qué eres ateo?

Esa pregunta, que me rondaba la cabeza desde hacía mucho tiempo, y que mucho tiempo llevo evitando responder, me fue formulada por mi buen amigo Paco durante una de nuestras interminables conversaciones sobre religión que mantuvimos durante la última Semana Santa.

¿Por qué no eres creyente como casi todo el mundo?

¿Por qué no crees?

¿Por qué no tienes fe?

¿Tan seguro estás de todo?

¿No tienes ni la más mínima duda de que pueda haber… “algo”?

Muchas preguntas… a las que me gustaría responder de la forma más clara posible para que no quedara duda alguna. ¿Cómo podría responderlas? ¿Qué podría utilizar yo como hilo de mi discurso? ¿Qué podría emplear yo para dar a entender por qué soy como soy y pienso lo que pienso?

Y, tras mucho pensar, un buen día encontré la solución…

…en la catedral.

Sí, en la catedral.

No sé si algunos de mis lectores sabrán, soy natural de la ciudad de Sevilla.

Sevilla es en la actualidad una ciudad de tamaño medio-grande, capital de la provincia de su mismo nombre, y de la comunidad autónoma de Andalucía, en España, Europa.

La ciudad de Sevilla es antiquísima. Sus orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Ya existía en el reino tartésico, el primer Estado en Iberia tras la Prehistoria.

Sevilla ha tenido un papel relevante en el devenir histórico de España, de Europa y del mundo. Ha sido capital de provincia romana, sede real del reino visigodo, capital taifa de andalusíes musulmanes y del imperio almohade, ciudad real de los cristianos medievales, capital temporal del reino con los Reyes Católicos, ciudad madre de los territorios de las Américas desde su posición como sede de la Casa de la Contratación, y donde han tenido lugar infinidad de sucesos históricos de gran relieve durante los miles de años de vida que lleva a cuestas: guerras, asedios, proclamas políticas, coronaciones de reyes, concilios religiosos, revueltas populares, luchas políticas, revolución industrial, participación en el ascenso de la democracia, construcción de monumentos, grandes obras públicas…

Sí. Sevilla es una ciudad antigua, activa y llena de vida. Sin duda.

Pero… ¿y los sevillanos? Sevilla no es un ente abstracto. Sevilla no es sólo piedras, monumentos y eventos históricos.

La ciudad no sería nada sin sus habitantes. Ellos son los que han hecho de ella la ciudad que es, con su idiosincrasia, su historia, sus edificios… Sin sus pobladores no existiría. Una ciudad sin habitantes, muere, relegada al olvido o como atracción turística, un conjunto de ruinas como las de tantas otras ciudades que acabaron sepultadas por las arenas del desierto, devoradas por la jungla, o enterradas bajo capas de tierra y nuevas construcciones.

¿Qué es lo que ejemplifica la unión entre ciudad y ciudadano, entre pobladores y población?

A lo largo de los años de la Historia de Sevilla… esa unión o esa interrelación entre lugar físico y actividad humana, se ha evidenciado principalmente a través de un eje claro y visible: la catedral.

La catedral de Sevilla no es el eje único a través del cual se haya movido el devenir histórico de la ciudad, ni mucho menos, pero sí que es, ciertamente, el elemento más “destacado” de lo que ha constituido el desarrollo y evolución de la ciudad.

No en vano el símbolo de Sevilla es la torre campanario de la catedral: la Giralda.

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Generaciones enteras de sevillanos han nacido, crecido, desarrollado sus vidas, trabajado, amado, rezado, combatido, debatido, paseado, charlado, tomado unos vinos, o han visto pasar las procesiones… a la sombra de sus muros.

La importancia de la catedral de Sevilla es inmensa. Es definitiva. Es clave.

No ya como edificio, monumento, o centro de poder sino como “alma” de la urbe.

La catedral de Sevilla constituye el culmen, el resumen, la esencia de la ciudad. De la ciudad… y de sus habitantes.

Es su templo.

Y no es sólo el templo de los sevillanos de hoy día, no…

Es el templo de todos los sevillanos de incontables generaciones.

Antes de ser catedral, mucho antes de que empezara a ser construida como tal en 1401, fue la mezquita andalusí de los habitantes musulmanes, y antes de eso, se han encontrado restos de termas y materiales visigodos y romanos, que todavía hoy son visibles en la estructura del templo.

Y antes de eso… ¿quién sabe? ¿Qué era lo que había antes? ¿Un templo tartésico? ¿O ibérico, quizás?

Una cosa está clara.

Sin la catedral de Sevilla no se entiende, no se puede comprender a la ciudad… ni a sus habitantes.

Vamos a verlo.

Tras la batalla de Munda, César decide convertir a la pequeña Hispalis (Sevilla) en una gran ciudad fortificada con el fin de que se convirtiese en el bastión de la región Bética (Andalucía). Para tal fin César, decide ensanchar el perímetro y construir nuevas murallas que abarcaban desde la actual catedral, por Puerta de la Carne, Puerta Osario, Alhóndiga, Villasís, El Salvador y cerraba de nuevo en la Catedral. César, por tanto refundó la ciudad dándole el nombre de «Colonia Iula Romula Hispalis» con derecho de ciudadanía romana.

Extracto de Historia de Sevilla.

Este alminar, que sobrepasa a los expositores y cuya novedad deja atrás, a los historiadores de los alminares de todas las mezquitas de al-Andalus, por la altura de su mole, el cimiento de su base, la solidez de su obra de ladrillo, lo extraordinario de su arte y lo admirable de su vista, que se eleva en el aire y se alza en el cielo, pareciendo al que lo mira a varias jornadas de Sevilla, que está entre las estrellas del Zodíaco.

Ibn Sahib al-Sala, cronista musulmán andalusí del siglo XII.

Que se labre otra Eglesia, tal e tan buena, que no haya otra su igual, y que se considere y atienda a la grandeza y autoridad de Sevilla y su Iglesia, como manda la razón.

Acuerdo Capitular, 1401.

Hagamos una Iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos.

Tradición oral sevillana.

Es evidente y queda claro que la catedral de Sevilla, el templo por antonomasia de la ciudad… no es un edificio más.

No lo es ni para los sevillanos, ni para nadie que lo visite, os lo puedo garantizar.

La catedral de Sevilla es el resultado del trabajo de cientos de años por parte de sus habitantes, y en ella han volcado todo lo que tenían, no ya como creyentes… sino como pueblo.

Es una obra colosal, magna y un manifiesto palpable… del genio humano.

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Esquema de la catedral de Sevilla. Fuente.

Con sus casi 9000 metros cuadrados de área y sus cuarenta metros de altura en el crucero, es uno de los mayores templos de la Cristiandad (el tercero en área). De hecho, es el mayor templo gótico del mundo. Muchos de vosotros no os podéis ni hacer a la idea de lo gigantesca que es. Cuando fui a visitarla de pequeño, con nueve años, junto con mis padres (de niño todo se queda grabado en la memoria a fuego vivo), un poco más y me caigo de espaldas al intentar ver el techo.

¡Tiene diez puertas!

¡¡ Cinco naves!!

¡¡¡Sesenta y ocho bóvedas!!!

¡¡¡¡Cuarenta y tres capillas!!!!

¡Y más de diez estilos arquitectónicos! No es para menos… con ochocientos años a cuestas, no os extrañe ver un alminar almohade, puertas mozárabes, retablos góticos, contrafuertes renacentistas, estatuas neoclásicas, esculturas neogóticas…

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Para construir la catedral se han utilizado los más variados materiales de las más diversas procedencias: se ha utilizado piedra, mármol, ladrillo, arcilla, cal, terracota, cemento, jaspe, alabastro, obsidiana, granito, cuarzo… partes de los retablos y las mamposterías están hechos de madera de cedro, pinsapo de Málaga, pino hispánico y caoba cubana.

Coral, amatista, jade y madreperla para los portadores de reliquias y algunas imágenes y decoraciones. Plata para los candelabros y tesoros litúrgicos del patrimonio eclesial.

Y oro.

Oro de América.

Oro de un Nuevo Mundo para adornar un templo…  ¿a Dios?

La catedral no es sólo un edificio. También es un edificio donde se guardan cosas.

La catedral es una pinacoteca en sí misma, un museo de dimensiones gigantescas: hay decenas y decenas de cuadros sacros, de autores como Luis del Alcázar, Alexos, Francisco de Amberes, Filippo de Angelis, Fiasella, Herrera el Viejo y Herrera el Joven, y del gran Francisco de Goya, autor de uno de los cuadros más hermosos de las santas patronas de Sevilla, Justa y Rufina.

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Las santas Justa y Rufina (patronas de Sevilla), por Francisco de Goya. Sacristía de los Cálices, catedral de Sevilla. Foto: Archidiócesis de Sevilla.

También existen infinidad de esculturas de grandes maestros como Martínez Montañés, Arnan de Flandes, Jerónimo Roldán…

Y en la construcción de la catedral en sí participaron arquitectos, masones y artesanos de todo el mundo y de todas las confesiones: cristianos como Alonso Martínez y Alonso Rodríguez, judíos como Isambret, árabes como Ahmad b. Basso, franceses como Carlin o Juan Norman, alemanes como Simón de Colonia,  y otros muchos como Juan López, Juan de Hoces, Hernán Ruiz, Juan Gil de Hontañón, etc., etc., etc.

Todo en esa catedral es inmenso y representativo.

Representativo de las diferentes épocas, culturas y gentes que la hicieron.

Pero… ¿y los que vivimos hoy en día?

¿Qué significa la catedral para nosotros?

Voy a relatar mi experiencia personal.

La primera vez que fui a la catedral tenía nueve años.

Os juro por mi madre que lo primero que le pasa a uno cuando entra en la catedral, es que… se calla.

Es una impresión a-co-jo-nan-te entrar desde la calle, pasar por una de las puertas monumentales… y encontrarse en otra dimensión, una de penumbra y sobrecogimiento. Cuando entras y te encuentras con un ambiente tan callado, con esas columnas tan atrozmente gigantescas y ves la luz entrar por los ventanales y vidrieras que están en lo más alto… no puedes más que abrir la boca de asombro, mirar a todos lados como entre perdido y con cara de bobalicón… y callarte porque estás literalmente acojonado.

Se respira sacralidad y recogimiento en ese sitio. Especialmente cuando se es niño, ese sitio impresiona, y mucho. Te sientes pequeñísimo y entonces es cuando aprendes lo que quieren decir los mayores cuando hablan de “la grandeza y omnipotencia de Dios”.

Y más si, como cuando fui yo por primera vez, era día de fiesta mayor, y te encuentras a todo el coro catedralicio cantando cánticos gregorianos en latín, y reverberando por todas las bóvedas. Yo decía: “¿pero quién releches está cantando?”

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Coro de la catedral de Sevilla. Fuente.

Claro, como la catedral es tan grande, yo no veía a los sacerdotes cantando, que estaban en el coro, en la otra punta del templo, sólo los oía por el sonido que se transmitía de bóveda en bóveda. Y anda que no hay bóvedas. Cuéntalas si tienes el día libre.

Te pierdes. En la catedral, como no sepas y no vayas con alguien que te guíe… te pierdes.

Como anécdota personal, contaré que como yo era muy curioso, me separé un momento de mis padres para ir a ver el monumento a Cristóbal Colón. Allí estaba aquel inmenso artefacto, la tumba del Almirante, con su sarcófago a hombros de los cuatro guardianes de los cuatro reinos de España.

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Tumba de Cristóbal Colón en la catedral de Sevilla.

Me quedé embobado mirando la tumba de aquel señor del que, decían en los libros, había descubierto un nuevo mundo.

Me giré y mis padres no estaban donde los dejé.

Al no verles, se me saltaron las lagrimillas y me asusté porque creía que me había perdido en aquel sitio tan grande. Pero, vaya, que lo que había pasado era que como yo era un mequetrefe de tres palmos no les había visto porque los tapaba el monumento. Mi madre me llamó y yo me fui con ella.

Ay, mi madre… Qué haría yo sin mi madre…

Son tantas las capillas de santos y santas que me fue imposible memorizarlas. ¡Leñe! ¡Mi padre no se las conocía todas! Y sudaba la gota gorda para responderme a mis preguntas de niño curiosón y cojonero que no paraba de preguntar “¿Y ése del gorro raro quién es? ¿Y esa señora que llora quién es? ¿Y por qué son tan altas las columnas? ¿Y por qué cantan los curas? ¿Y ese cartel que tiene tantos “um” y tantos “domine” qué dice? ¿eh? ¿eh?”

¿Capillas? Toooodas las que queráis:

La capilla de la Magdalena, de la Asunción, de San Pedro, de la Concepción Mayor, de Santa Bárbara, de Santa Justa y Rufina (patronas de la ciudad), de San Andrés, de los Dolores, de la Piedad, de la Concepción Chica (sí: hay DOS capillas para la Concepción), de la Virgen de la Antigua, de San Hermenegildo (santo rey visigodo mártir), de San José, del Cristo de Maracaibo, de San Laureano, del Nacimiento, de San Isidoro de Sevilla (uno de los gigantes enciclopédicos de la Edad Media universal, un orgullo tenerlo de paisano), de la Virgen del Madroño, del Ángel de la Guarda (¡hombre, una capilla dedicada por fin al ángel de la guarda, el gran olvidado de la religión cristiana!), del Consuelo, del Niño Mudo (ni flores de por qué se llama así), de San Leandro (uno de nuestros grandes prohombres, aparece en el escudo heráldico de la ciudad), Virgen de la Alcobilla, la Visitación, de Scalas, de Santiago (patrón nacional de las Españas), de San Francisco, de Nuestra Señora de Belén, de la Asunción, de las doncellas, de los evangelistas, de la Virgen del Pilar (patrona de España), de los Alabastros, de la Inmaculada (o la Cieguecita, porque tiene una imagen de una virgen con los ojos cerrados), de la Encarnación, de la Virgen de la Estrella, de San Gregorio… y me estoy saltando todas las capillas, sagrarios y panteones familiares de gente que enterró a sus fallecidos en la catedral, porque si no, no acabo.

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Capilla Real de la catedral de Sevilla.

Y que conste que me he saltado adrede la capilla de San Antonio. Fue muy emotiva la visita a esta capilla la primera vez que fui a la catedral: es el santo protector de nuestra familia, y mi madre, a pesar de ser comunista, le es muy devota. Esa tradición se remonta a cuando mi abuela, otra comunista irredenta, fue a la catedral y se encontró con un cuadro tirado en el suelo. Mi abuela estaba sola con cinco hijos porque los franquistas habían fusilado a su padre y encarcelado a su marido (mi abuelo), el cual murió después de la tuberculosis que cogió allí (y de las palizas que le dieron en la cárcel). Le dio pena el cuadro, que era una representación del mismo San Antonio que estaba en la capilla de la catedral, lo arregló y lo colgó en su casa. Lo único que le pidió al santo, fue que lograra sacar a su familia adelante.

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La visión de San Antonio, por Murillo (1656). Capilla de San Antonio (de Padua), catedral de Sevilla.

Lo logró. Sus cinco hijos sobrevivieron a la posguerra y, desde entonces, el cuadro ocupa una posición de honor en casa de mi madre, que fue quien heredó el cuadro cuando falleció la abuela. Hoy día, mi madre sólo le reza al santo en momentos de gran peligro o por problemas muy serios. Ella asegura que nunca le ha fallado. Yo no voy a convencerla de lo contrario, aunque lo que yo crea es que mi abuela logró sacar a su familia adelante porque era una mujer con mucho, mucho coraje. Y no intentaré convencerla por respeto hacia ella.

Mi hermana se ha comprometido a llevarse el cuadro cuando falte mi madre. Y ella se lo dará a sus hijas.

Os pongo este ejemplo, como tantos otros de este artículo, para que veáis cómo funcionan la fe, la creencia… y la religión.

Sigamos hablando de la catedral.

No fue la visita a ninguna capilla lo que acabó de estremecerme, sino la visita al retablo mayor. Mira que hay capillas, estatuas y sagrarios en la catedral de la narices. Pues bueno, oooootra vez se me volvió a quedar cara de tonto cuando me llevaron ante el retablo mayor.

Retablo Mayor de la catedral de Sevilla.

Retablo Mayor de la catedral de Sevilla.

Eso no es un retablo… ¡¡¡eso es la Biblia en figuritas!!!

Maaaaadre mía, cuánta figura y cuánta escena religiosa. ¡Ese retablo es enorme! ¡Inmenso! ¡En Sevilla dicen que es el retablo más grande del mundo! Yo no sé si es el más grande del mundo… pero que tiene figuritas a cascoporro es cierto, vaya. En esas escenas se muestra la vida, obra y milagros de Jesús por escenas… como un cómic tridimensional educativo de hace cuatrocientos años. Precioso…

Pero que no acabó ahí la cosa.

Ya he dicho anteriormente que fui en un día de fiesta mayor: era el 30 de mayo, día de San Fernando, el rey santo patrón de la ciudad.

Vaya “tela” el día que escogieron mis padres para llevarme por primera vez a visitar la catedral.

San Fernando, o Fernando III el Santo, fue el rey castellanoleonés que logró reconquistar Sevilla en el siglo XIII a los musulmanes. Fue un buen hombre (para ser un señor medieval, claro), muy noble, muy culto, un gran amante de Sevilla y de sus reinos, bondadoso incluso con sus enemigos (o eso dicen), y muy religioso. Tanto, que fue canonizado por la Iglesia Católica en el siglo XVII.

Sus restos se guardaron en un sarcófago de cristal que se destapa cada 30 de mayo para que el pueblo pueda verlo.

Y allí estaba yo, que no me había dado ni tiempo a ver todo el retablo.

¿Vosotros os podéis imaginar la impresión que sufrí cuando destaparon el ataúd… y vi el cadáver esquelético incorrupto del rey con las ropas de armiño, la corona y toda la parafernalia?

¡Madre mía! ¿Pero qué estaba haciendo esa gente allí? ¿Qué era todo aquello?

Se me puso el vello de punta.

Yo no entendía ni jota y, encima, mi padre, para acabar de arreglarlo, va y me aúpa para que yo pudiera verlo mejor. Poco me duró el estupor. Observé, incrédulo, el inmenso respeto y devoción silenciosa con el que miles de personas observaban a su difunto santo-rey. No acababa de creérmelo.

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Sarcófago de Fernando III el Santo. Catedral de Sevilla.

Como nota cultural añadiré que el día 23 de Noviembre se realiza otro acontecimiento relacionado con Fernando III. Ese día, se conmemora la toma de Sevilla por parte del santo-rey, y el alcalde de la ciudad saca su espada, Lobera, tomándola por la punta (sólo el rey puede tomarla por la empuñadura), y recorre la catedral con ella, seguido del cabildo, ante el pueblo, acompañado del concejal más joven de la ciudad, que porta el llamado “pendón de Sevilla”, un estandarte carmesí que representa a Fernando III sentado en un trono, empuñando su espada y el orbe del mundo.

Una procesión que es muy solemne, muy seria y, a la vez, muy emotiva. Y que es pura expresión… de la tradición cultural.

La procesión dura un rato largo… porque recorrer la catedral tiene narices.

La catedral es tan inmensamente grande que incluso habita un microecosistema en ella: vencejos, golondrinas, alcotanes, cigüeñas, milanos, murciélagos, palomas, tórtolas, gorriones, mirlos, grajos, cuervos y halcones peregrinos habitan entre los cientos de gárgolas, rostros de ángeles, figuras de santos, apóstoles y profetas. Cuando las luces de la catedral se encienden por la noche, miles de pájaros revolotean durante horas en inmensas bandadas bajo el cielo iluminado por los focos.

Es un espectáculo increíble.

Las gárgolas de la catedral observan, impertérritas, el cielo de Sevilla.

Las gárgolas de la catedral observan, impertérritas, el cielo de Sevilla.

¡Y no os lo perdáis! ¡Que la catedral tiene un patio enorme! ¡Sí, sí, sí…! ¡Un patio lleno de naranjos! ¡Con su fuente romana y todo! ¿Vosotros os podéis imaginar a un chiquillo correteando como loco entre árboles… dentro de una catedral?

¡Árboles, naranjas… y palomas! Anda que tardaban poco las palomas en echar a volar cuando me veían venir.

Patio desde la Giralda

Patio de los Naranjos visto desde la Giralda. Fuente.

Podría pasarme horas y horas escribiendo sobre anécdotas y curiosidades de la catedral…

Pero ya está bien. No estoy escribiendo hoy aquí para eso.

Yo estoy aquí para decir otra cosa.

Como podéis constatar… todo en la catedral es monumental, y es representativo. No hay nada “porque sí”.

Todo lo que en ella hay es obra de quienes la construyeron, y en ella encontramos todo lo que quisieron transmitir y legar…

Una obra hecha por instigación divina. Una obra a la mayor gloria de Dios, dicen muchos.

Un momento…

¿De Dios…? ¿Para Dios?

¿Seguro?

Hagámonos unas preguntas antes de responder a la ligera…

¿Qué impulsó a aquellos hombres a construir la catedral? ¿Qué les motivó para dejar de hacer lo que quisiera que estuvieran haciendo… y se pusieran a hacer un templo? ¿Por qué? ¿Por qué tanto esfuerzo, tanto dinero y materiales, tanto tiempo invertido en ello?

¿Lo hicieron en nombre de Dios…?

¿O lo hicieron… para ellos?

Aquellos hombres desafiaron las capacidades técnicas de sus respectivas épocas, forzándolas al límite… y superándolas simplemente para poder acometer aquella obra: nuevos andamios de varios pisos, sistemas de grúas y poleas para levantar hasta alturas increíbles piedras que pesan toneladas, tornos múltiples, tintes polícromos más resistentes, técnicas de construcción como bóvedas sujetas por contrafuertes, mejoras en las técnicas de fundición de los metales para las verjas y los relicarios, avances en la química para obtener mejores vidrieras, geometría al servicio de la arquitectura, desarrollo de la perspectiva visual para poder representar mejor las esculturas y pinturas, avances en el conocimiento de la Física para aprovechar mejor la gravedad y conocer el desplazamiento de los materiales, creación de redes logísticas para el transporte de materias primas,  organización gremial política y social para los obreros de la construcción… TODO eso… simplemente para hacer algo…

¿…en nombre de Dios?

Y a todo esto… ¿Cuál Dios? ¿El Dios cristiano? ¿A qué Dios nos referimos?

Fijaos que en la construcción de la catedral participaron no sólo cristianos, sino judíos y musulmanes, ya fuera trabajando o donando para la construcción, como obreros y como oficiales, como creyentes y como descreídos, como sevillanos o como forasteros…

En sus suelos, sacristías y capillas se hallan enterrados todo tipo de personas: nobles, reyes como Fernando III, mercaderes como Diego Caballero, artesanos, clérigos como Hurtado de Mendoza… Gente del pueblo llano y gente de altos vuelos. Ahí están sus nombres en las lápidas y en los panegíricos.

Y recordemos también que las obras se han alargado a lo largo de SIGLOS, como queda evidente en los cientos de detalles y en los muchos estilos arquitectónicos de los que se compone la catedral. Y las obras siguen. Y seguirán.

La catedral no es obra de UN solo hombre, ni es obra de UNA sola época.

Es la obra de TODO un pueblo a lo largo de incontables años, de los siglos, ¿milenios…?

La catedral de Sevilla, símbolo y elemento donde queda plasmado el trabajo, la obra y la esencia de la ciudad y de su gente… no es necesariamente un homenaje a Dios. O, mejor dicho, no es la obra de Dios.

Es la obra del Hombre.

Para el Hombre.

Es un ejemplo claro de hasta dónde puede llegar el ser humano, con sus debilidades y sus fortalezas, con sus infinitas variables culturales, de creencias, tecnológicas, y sociales.

De la misma forma que como ya dije anteriormente, una ciudad no es nada sin sus habitantes, que se vería abocada a ser un cascarón vacío e inerte, lo mismo sucede con cualquier obra humana, incluida la religión…

La catedral no la levantó Dios.

La levantaron los seres humanos.

De igual forma, la religión la creó el Hombre.

La religión, sin el Hombre, no existiría.

Dios sin el Hombre… no es nada.

Sin nadie que en él creyera, no existiría, de la misma forma que la catedral, sin aquellos que la crearon, tampoco existiría. Así de claro.

No hay nada necesariamente milagroso ni sobrenatural en la catedral.

Aunque sí pueda haber valores sentimentales insertos en el desarrollo de esa obra.

¿Acaso no hay sentimiento y fe vertidas en esa obra?

Por supuesto que sí.

Eso es algo que no puedo (ni quiero) negar. Porque sería mentir.

¿Qué os creéis? ¿Que a mí no se me saltan las lágrimas cuando veo a mi madre rezar ante la Virgen de los Reyes o ante San Antonio pidiendo por el bien de sus hijos? ¿Que no se me pone el vello de punta cuando oigo una saeta cantada ante el Jesús del Gran Poder, mientras su figura se recorta sobre la Giralda de fondo?

Jesús del Gran Poder con la Giralda al fondo.

Imagen de Jesús del Gran Poder con la Giralda al fondo.

Pues claro que sí, hombre, claro que sí.

Pero una cosa no quita la otra.

Sentimiento no es igual a fe, no es igual a certeza.

Yo no hablo de sentimientos ni de espiritualidad. Yo hablo del aquí y del ahora. Yo soy hijo de mi época, y también tengo que aportar a la catedral, como hicieron mis ancestros. Pero ya no hablo de Dios ni de espiritualidad, como en otras eras. Ya no hablo de religión. Ahora hablo de Ciencia y de Lógica… y eso es lo que tengo que aportar.

Yo no pido que la gente diga que no hay sentimiento ni fe en una obra, como la construcción de una catedral, porque puede haberlo. Ni siquiera les pido que no vean que hay religión, porque la hay, entendiendo como religión, una actividad social humana más.

Simplemente pido que vean que en ella, sobre todo… hay razón, hay ciencia, hay voluntad, y hay trabajo. Que no ha sido la fe la ÚNICA motivación para levantar nuestra catedral… y que ni siquiera ha sido la motivación más importante.

¿Cómo podemos comprobar eso?

En multitud de «detalles»:

-La catedral no fue hecha por una sola religión, ni por una sola fe, ni para un solo Dios.

-La catedral no fue hecha en un arrebato de pasión mística momentánea: fue una obra que duró siglos y que aún hoy continúa. Con una planificación meticulosa y haciendo uso de multitud de recursos y conocimientos que poco o nada tienen que ver con la religión.

-La catedral fue levantada, tal y como podemos leer en los múltiples testimonios de los que nos precedieron, por religión y por fe, sí, pero también por el deseo de hacer ALGO, de hacer algo hermoso, único, grandioso, por prestigio, por afán de superación, por orgullo, por amor a la patria chica, por pasar a la Historia, por querer alcanzar la inmortalidad… creando una obra inolvidable.

Señores… lo que yo pretendo decir con mis palabras… es que la misma religión, y las obras hechas en nombre de la religión, o de la fe, no son sino en realidad… OBRA DEL HOMBRE. El que hayamos hecho nuestra catedral no es la prueba de la existencia de un Dios. Es prueba de la existencia del Hombre.

Esta catedral es la esencia de mi pueblo, con sus virtudes y sus defectos, con el oro expoliado de América para construirlo y con las donaciones de miles de personas humildes. Con la quema de herejes que se hacían ante sus puertas y con la labor social de tantos bondadosos sacerdotes que ayudaron a sus conciudadanos durante las plagas de peste. Con los obreros fallecidos en su construcción, y con las obras de caridad que sufragó el cabildo.

Todos somos hijos de nuestra época, de nuestra cultura y de nuestra Historia.

Con sus errores y sus aciertos.

Ya no se queman herejes ni brujas en la Plaza del Triunfo, y el sonido de las cámaras fotográficas y de vídeo de los turistas han sustituido a los cantos corales de antaño en la nave mayor. Ya no se pasea el arzobispo-cardenal en andas a través de la Puerta de los Príncipes, y los púlpitos guardan silencio ante el claxon de los automóviles de las calles circundantes.

Las cosas han cambiado.

Aprendamos de nuestra Historia para no cometer los errores de nuestros antecesores y aprovechemos sus aciertos.

De la misma forma que aquellas gentes nos legaron su obra, y la ejecutaron de modo acorde a sus conocimientos y saberes y se superaron para lograrlo, hoy nosotros tomamos el relevo, junto con nuestros nuevos conocimientos y saberes, que también debemos superar. Y los que vengan detrás de nosotros seguirán con ese empeño. Abandonemos el fanatismo religioso y la misma religión en sí, pues en el fondo poco tuvo que ver en al elaboración física de la catedral, sino el esfuerzo de las gentes que quisieron hacerla. Aprovechemos su legado cultural y sus avances tecnológicos y sociales, mejorémoslos, y tengamos siempre presente…

…que la catedral es más que un edificio religioso.

La catedral es la esencia del ser de los habitantes de una ciudad. De la ciudad en sí misma.

Es el resumen e historia palpable de un pueblo. Es su símbolo.

Y dentro de esa historia y de esa cultura, hay mucho, mucho más que religión, que sentimientos, que espiritualidad… o que Dios.

Hoy, en la actualidad, queda demostrado. La religión ya no es necesaria, la gente es cada vez menos creyente y la educación y el pensamiento científico sustituyen cada vez más a las creencias de antaño.

Pero, si no hay religión… ¿qué será de la catedral?

¿La catedral?

La catedral seguirá ahí…

La catedral ha sobrevivido a la religión.

Porque al final hemos demostrado que la catedral… no es obra de la religión, no es obra de Dios. Es obra del Hombre. Y mientras el Hombre esté ahí, la catedral seguirá. Bajo una forma u otra. Con un estilo u otro. Con un propósito distinto, tal vez. Pero seguirá ahí.

Porque la catedral… es independiente de la religión y de las creencias de la gente, o mejor dicho, es MÁS que la religión que supuestamente le dio origen.

La catedral, como la religión, como Dios… es OBRA directa de la gente.

Por el motivo que fuera… pero fue construida por la gente. La gente construyó la catedral porque quiso, porque pudo, porque se superó a sí misma para hacerlo.

Detrás de esa magna obra no está de fondo la religión: está el querer poder hacer algo.

Algo que quedara para los que vinieran detrás…

Hagamos una Iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos.

La catedral no nació necesariamente de la religión, tal y como muestran la tradición y las referencias escritas de todas las épocas. Hay demasiados factores en juego para justificar el nacimiento de una catedral, hay demasiada gente involucrada, demasiado tiempo invertido, y las creencias y motivos de los que la construyeron, demasiado variados y diferentes, como para limitarse a creer que fue construida simple y únicamente… para agradar a Dios.

Así pues, el hombre es MÁS que su religión, es MÁS que su creencia… es un TODO, una suma de infinitas circunstancias que no hacen sino mostrar su complejidad como ente pensante independiente y único responsable de su voluntad, que manifiesta en su obra, en su catedral. En su religión.

El Hombre… no es dependiente de Dios, no fue creado por él.

Dios fue creado por el Hombre.

El Hombre… es el responsable último y directo de todo el Mal y de todo el Bien que cause, no Dios. Pues Dios es elemento creado por el hombre, como la religión y la fe.

¿Y la catedral, entonces? ¿Es innecesaria, sin Dios?

No, ni mucho menos.

Aunque sus funciones religiosas ya no sean necesarias como en otras épocas, eso no significa que debamos dejar morir nuestra catedral.

NOSOTROS somos nuestra catedral.

Aunque algunos seamos ateos.

Dios nada tiene que ver en ello. Ni la fe. Ni la religión.

A esa historia palpable que representa la catedral, nosotros, los que AHORA vivimos, vamos a sumarle nuestra aportación: pensamiento científico, lógica, y nuestros avances tecnológicos.

La arqueología trabaja en la catedral recuperando la historia olvidada, restauradores y artistas renuevan, limpian y recuperan nuestro patrimonio artístico, los historiadores sistematizan, ordenan, traducen y realizan inventario de la documentación y los archivos catedralicios, los químicos intentan descubrir nuevas formas de evitar que la polución consuma la piedra del templo, los lingüistas y musicólogos estudian los códices musicales, y los economistas aprovechan el reclamo turístico que constituye la catedral, y la convierten en fuente de recursos económicos para nuestra ciudad, mientras que publicistas, enciclopedistas, historiadores y medios de comunicación contribuyen a la difusión cultural y al conocimiento de nuestro patrimonio en un mundo cada vez más globalizado.

Después de todo eso que os he expuesto, tengo que afirmar que no creo. No puedo creer en Dios, es evidente. Porque no le veo a él tras la catedral. Tras la catedral… veo al Hombre y su Ciencia, que es la que le ha permitido plasmar su voluntad en forma de catedral.

La Ciencia me enseña que es imposible creer que alguien multiplique los panes y los peces. O que se pueda resucitar. O que el mundo se creara en siete días.

Yo sé que una aspirina cura mientras que una oración, no.

De la misma forma que la Ciencia me enseña lo que es la Gravedad, a medir el peso, el cálculo de porcentajes, las aleaciones metalúrgicas, las mediciones arquitectónicas y la capacidad de transmitir una instrucción a través de un texto.

Éso es lo que hizo al Hombre poder levantar la catedral, no Dios.

El Hombre no tiene a Dios consigo en este mundo.

Pero tranquilos los que me leáis, no desesperéis… el Hombre tiene al Hombre. A otros hombres. Y juntos pueden hacer cosas maravillosas. Como una catedral. Que es el símbolo de la inmortalidad del Hombre: el sentido que busca al manifestar, mediante una herencia cultural, su paso por el mundo.

Algunos os preguntaréis… Y entonces, si Chema es ateo y no cree… ¿Por qué va Chema a contribuir a la catedral?

Porque cuando yo veo a la catedral… yo no veo a  Dios.

Yo veo a mi pueblo.

Yo veo a mi nación.

Yo veo mi identidad.

Yo veo a los miles de trabajadores que participaron en ella.

Yo veo a mi cultura, mi Historia, mi ser y lo que mis padres me legaron.

Y que me partan mil rayos si yo consiento que la catedral caiga o muera.

Aunque sea ateo.

Porque la catedral es más que religión. Es más que espiritualidad. Es más que Dios.

Es el símbolo y resumen de lo que mi pueblo significa, de todo lo que ha pasado, ha tenido que sufrir, ha avanzado y ha retrocedido, de todo lo que me han legado mis ancestros y de todo lo que seguiremos legando los que aquí estamos, ya sea a través de nuestras aportaciones, nuestros impuestos, o la transmisión cultural que hagamos ante los que nos rodean.

Y de la misma forma que la catedral de mi ciudad, el símbolo de Bogotá es la Catedral Basílica de la Inmaculada Concepción, o la de México es la impresionante Catedral Metropolitana, o la catedral de Caracas y de Buenos Aires son símbolos de sus respectivas ciudades.

Y que quede claro que no tienen por qué ser esos símbolos necesariamente una catedral, que es lo que yo he puesto como ejemplo con respecto a mi ciudad para que todos podáis entender lo que quiero transmitir.

Ni tiene por qué ser necesariamente UN solo símbolo, pueden ser muchos. Ni tiene por qué ser grandioso y monumental. De la misma forma que el resumen y símbolo de mi pueblo es una catedral, el de otras poblaciones puede ser una sinagoga, un palacio, una mezquita, un puente, una humilde ermita, un obelisco, un jarrón, un libro, una inscripción, un paisaje natural, una escultura, una aportación científica, una poesía, o una canción.

Recordad gentes, que no se trata de creer en Dios.

Se trata de creer en el Hombre y en su capacidad de superación constante.

Porque puedo no creer en Dios pero seguro que creo en mi pueblo, en mi gente, en la Ciencia…

…en el Hombre, en definitiva.

Con sus defectos y sus virtudes, con sus fallos y sus aciertos. Pero tengo que creer. Y tengo que luchar por mejorar.

Como individuo, como persona y como integrante de una sociedad, de una cultura y de una raza: la humana.

Como hicieron TODOS los que estuvieron antes de mí.

Esa catedral va a estar ahí para los que vengan detrás.

Lo juro en el nombre de mis padres y de mis ancestros,

de mis hijos,

y del espíritu que representa mi pueblo…

Amén.

.

…Y sean bienvenidos a mi ciudad.

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8 comentarios sobre “La catedral. Ensayo sobre el ateísmo.

  1. diego

    En el nombre de Dios se han realizados toda clase de obscenidades de todos los lados de las distintas religiones…pereo han sudo los hombres los que han derramado la sangre de indigenas, de españoles, irlandeses, musulamnes , cristianos no santos, cristianos falsos y apostatas.

    Miy cierto el templo que representa el oro de america, es obra de personas como tu como yo…pero eso no es Dios.

    Unos decide creer en Dios, otros deciden no creer en dios,algunos creen en Dios y tambien otros no creen en Dios…la verdad es que no hay priebas para creer , como tampoco para no creer ( si eres instruido, si analizas las caras y lo sellos, podras notarlo) Tu eliges, todo en la vuda es una decisión.

    que estes muy bien,un abrazo.

  2. Sibila

    Tú lo que tienes es fe en el espíritu humano… Todo un bofetón sin manos para los que se creen que fuera de su moral religiosa no existen valores. ;)

    Desde fuera, puede parecer algo sencillo, puesto que hay pruebas de que los hombres hemos sido y somos capaces de hacer cosas maravillosas, pero hay que tener mucha confianza en la humanidad para que no nos desanime el hecho de que también seamos capaces de las cosas más abyectas.

    La catedral de Sevilla ciertamente corta el aliento. Creo que mi parte favorita son los pilares, que de alguna forma indefinible consiguen dar impresión de firmeza y de gracilidad al mismo tiempo.

    Ánimo con todos esos que siguen indignándose y preguntándose cómo otros pueden atreverse a vivir según unas ideas distintas a las suyas.

    Un saludo,
    Sibila.

  3. almendro

    Como veo que no dejais comentar vuestro anterior post, con el que estoy casi totalmente de acuerdo, querría preguntaros por esta frase:

    «tenemos coche ecológico, y ya estamos ahorrando para adquirir el coche eléctrico para cuando salga.»

    Por favor, ¿podrías indicarme que es un coche ecológico? ¿o de que fabricante es, si es que no lo has hecho tu? La verdad es que lo único que me viene a la mente son dos biclicletas unidas en paralelo…porque coche y ecológico unidos, me parece a mi que no amigos.

    1. ibethkarina

      Hay coches sin plomo, coches híbridos e incluso, se han desarrollado coches electricos, claro que los hay, que su uso no sea común es diferente.

  4. Javier

    hermoso chema, un monumento al potencial humano, la inspiracion divina es la peor forma de degradacion y de falta de orgullo propio al ser humano, una falta de respeto a nuestra inteligencia, dandole gracias a un ser imaginario por lo que NOSOTROS como humanos hemos hecho. El mundo seria un lugar si no existiera la religion, toda la violencia, intolerancia, ignorancia e irracionalidad propias de tan enferma idea proveniente de delusiones estupidas.

  5. Danthe

    primero, al de arriba, en nombre de la religión se han cometido tanto atrocidades, como obras hermosas. Si el cristianismo fue quizas en cierta forma el destructor del imperio Romano (claro que no totalmente, para mas información leer a locke), entonces el Islam fue lo que le dio cohesión a un pueblo ( y en el tiempo a otras mas, como persas o turcos) para que fuese capas de construir una gran civilización, quizas la mas grande de la edad Media. Pero como dijo Chema, la religión es solo un factor, ( pero antiguamente un factor mui importante, puesto que era el que tenia mas poder de cohesión). Ahora una duda para Chema, leei todo el ensayo, pero me encontré con que solo lidiabas con el cristianismo, «si nadie tiene fe en Dios, este no puede existir»,y que pasaría si existiese igual, aunque no creas en el, pero conozcas su existencia? ¿bueno y que tal sino, si aunque no creyeses en el este siguiera existiendo? me explico: Que tal si Dios fuese inentendible para nuestra lógica por que «Dios no es, sino que esta siendo» ¿como dice Hegel? (hablando de Hegel como filosofo y no como historiador). Y otra duda, todo el mundo que nosotros conocemos, lo conocemos a traves de nuestros sentidos, los cuales enfrentamos con cierta lógica o razonamiento, para darles un sentido o coherencia y determinar «que son» pero para determinar ese «que son» debemos de darles una forma dentro de nuestro lenguaje y eso nos permite también a su ves, comunicar nuestro saber, cargado de la emotividad de haberlo aprehendido, pero la otra persona al recibir ese saber, puede gestionar y tomarlo para observarlo desde una (sino es que varias) diferente perspectiva (La hermenéutica de las imágenes), por ende la lógica que tiene ese conocimiento dentro del mundo para el, no es la misma que para mi, ya que todos intentamos darle un sentido diferente a nuestra vida.
    Por tanto si Dios es conocimiento, o una idea y esa idea es transferida de persona en persona, pero es vista desde diferentes perspectivas e incluso negada, aun cuando sea negada sigue estando hay en la mente de la persona, puesto que para negarla se le debe de conocer, sin ser conocida es imposible de negar, pero en tanto que se le conoce existe dentro de la mente y es en esta en donde el conocimiento se vuelve existencia, por tanto dios existe dentro de la mente de todos aquellos que conocen aquella idea, nieguenla o no, y al final es en este plano en donde las cosas «son reales o no para la persona» por tanto Dios existe, y es un ente diferente en todos nosotros, y por ultima conclusión, Dios esta al servicio de la humanidad, puesto que es () una idea que puede ser vista desde diferentes perspectivas y justificar diversos fines, pero no solo esta al servicio del «consciente» de la humanidad, sino que también se encuentra en el subconsciente, por tanto se escapa de las manos del hombre y obtiene una consciencia propia que parece inentendible en tanto que también habita en lo que el hombre no puede entender de si mismo. Ahora por ultimo, para salir del antropocentrismo, que tal si Dios fuese todo? la consciencia plural e inalcanzable mientras se mantenga el lazo individual, algo asi como lo que describe el taoísmo, cuando la consciencia de la persona se vuelve una con el tao, o quizas una con su subconsciente o quizas con el consciente de todo que «no es» sino que «esta siendo» y solo al estar siendo parte de todo se le puede alcanzar, entonces todo podría tener un lazo que no vemos pero si sentimos, y quizas una de sus manifestaciones sea el lenguaje. de todas formas esa idea seguira viva mientras permanesca en nuestro lenguaje, en palabras como «A Dios» u «Ol Ala»(ojala-asi lo quiera dios)

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