¿Es el marxismo científico? Una crítica científica (no política) al marxismo. Un ejemplo: cómo se demostró científicamente que la Teoría Laboral del Valor de Karl Marx es falsa. Por qué no se considera al marxismo como una opción económica eficiente en el mundo académico y científico de la Economía (y de otras ramas de la Ciencia como las Matemáticas, la Psicología, la Biología o la Neurología).

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Contenidos:

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0. Introducción.

1. ¿Por qué dice el mundo académico que el marxismo no es científico?

2. La Teoría del Valor.

3. La Teoría Laboral del Valor (TLV) o teoría del valor-trabajo de Karl Marx.

3.1. Quién fue y qué hizo Karl Marx.

3.2. Cuestiones concretas sobre la Teoría Laboral del Valor.

3.3. Un resumen sencillo de lo visto hasta ahora.

4. Cómo refuta la Ciencia la Teoría Laboral del Valor marxista.

4.1. Desde la Economía.

4.1.1. ¿Cómo se dieron cuenta los economistas de que la teoría del valor-trabajo de Marx era fallida?

4.1.1.A. Puntualizaciones o excusas marxistas.

4.1.2. ¿Qué proponen los economistas como alternativa a la teoría del valor-trabajo? La utilidad marginal. ¿Qué es eso?

4.1.3. Explicación matemática de la utilidad marginal. Un ejemplo.

4.1.4. Cuestiones sobre la utilidad marginal. La ley de la Utilidad Marginal Decreciente.

4.1.5. Modelización de una economía marxista. ¿Es evidente la percepción del valor como fruto del trabajo socialmente necesario?

4.1.6. Otras ramas prácticas de la Economía. Aplicaciones prácticas de la teoría subjetiva del valor (marginal).

4.1.7. Consideraciones sobre las opiniones marxistas.

4.2. Desde las Matemáticas.

4.3. Desde la Biología (etología).

4.4. Desde la Psicología y la Neurología (neuroeconomía).

5. “Bueno, de acuerdo, la Teoría del Valor-trabajo marxista es falsa pero, ¿qué más da? ¿Tan importante es que lo sea?” Efectos en la aplicación de economías marxistas.

5.1. ¿Por qué los marxistas no aceptan que la Teoría Laboral del Valor o del Valor-trabajo es falsa?

5.2. Una evaluación general de la teoría marxista en Economía. El debate de las dos Cambridge y el neoricardianismo. La falta de honestidad académica de los defensores del marxismo.

6. ¿Dónde está el carácter pseudocientífico de la obra económica de Karl Marx?

7. ¿Todo lo que hizo Marx estuvo mal? No. Una disertación y aviso a marxistas.

8. Resumen general.

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0. Introducción.

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Hola a todo el mundo.

Continuamos con la línea de divulgación científica en Economía en mi blog con un artículo cuyo tema prometí hace ya bastante tiempo: una crítica netamente científica al marxismo.

¿Por qué ese tema en concreto?

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1. Porque me lo ha pedido mucha, mucha, mucha gente. Este blog que os encontráis leyendo es el de un economista científico y escéptico. Vuelvo a repetir lo que siempre digo por si el lector que entra lo hace de nuevas desde un buscador estándar y no conoce mi trabajo previo. Desde hace algunos años, me dedico (cuando el tiempo y las circunstancias me lo permiten, que es muy poco), a tratar de explicar para los que no tienen mucha idea, los conceptos más básicos sobre Economía, mi especialidad académica. Más concretamente aún, me dedico a desmitificar y revelar las falsedades que sobre muchos temas económicos “se dicen por ahí”. Especialmente ese “por ahí” que es internet, un “por ahí” de muy fácil acceso, muy cómodo… y donde se dicen chorradas como la copa de un pino que mucha gente, que no contrasta la información, se ha creído de buenas a primeras en vez de comprobar lo que lee.

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2. Me he hecho relativamente conocido porque hace algunos años comencé a ayudar a mi mujer en la elaboración de otro blog donde ella demostraba las falsedades de varios “pseudodocumentales interneteros”: Zeitgeist: the Movie y Zeitgeist: Addendum (posteriormente, también Money As Debt). Mi ayuda se centró en mostrar ante el público, por qué eran falsas las afirmaciones de esos vídeos autoeditados que, además de propagar teorías ocultistas y ultraderechistas también mentían descaradamente sobre muchas cuestiones económicas (“el dinero es deuda”, “los bancos centrales son privados”, “las falsedades sobre la deuda pública”, etc.).

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3. Mucha gente “flipó” con las cosas que se decían en esos vídeos, creyendo que eran ciertas. Y más “fliparon” aún, cuando les demostré que muchas de ellas (la inmensa mayoría) eran falsas. La parte que a muchos les resultó más espectacular fue cuando revelé que muchas de las fuentes y argumentos en los que se basaban esos vídeos… no eran “antisistema” o “antiglobalización” como muchos incautos creían. Los dos Zeitgeist citados y Money As Debt utilizan fuentes y argumentación de la ultraderecha libertaria (libertarian) americana, de los anarcocapitalistas y de la ultraliberal escuela austríaca. Sí: mucha gente cree, por ejemplo, que el argumento “el dinero es deuda” (aparte de no saber que es falso) proviene de autores anarquistas tradicionales o incluso comunistas… y lo cierto es que no: proviene de ultraliberales, ancaps y de radicales que están descontentos con el “sistema” pero que no son para nada “rojos” ni “progresistas”. Algunos de ellos, como Ron Paul, son auténticos peligros (racista, homófobo, anti-derechos sociales, anti-aborto, etc… una “maravilla” de persona). Por cierto, una nota a tener muy en cuenta dado el tema de este artículo que están leyendo: casi todos esos autores y fuentes son también anticomunistas.

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4. Después de aquel trabajo (“trabajazo”, más bien: nos llevó tres años a mi mujer y a mí), mucha gente empezó a preguntarme sobre otros temas relacionados con la Economía. Aquello me sirvió de acicate para decidirme a responder mediante artículos de calidad, largos y densos de información (de los que no abundan precisamente en la internet en castellano) a esas cuestiones en un blog independiente. Mis análisis y críticas se centran especialmente en una serie de rasgos: son análisis y críticas que utilizan un lenguaje sencillo y realizados desde un punto de vista científico. En este artículo intentaré combinar los dos tipos de lenguaje por separado: uno técnico y científico, para un público medianamente culturizado y otro mucho más simple y llano para el público no entendido en resúmenes dentro y al final del texto principal.

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5. No me pude negar a abrir este “consultorio económico” porque… lo reconozco: soy un activista social. Fuera de internet me dedico sobre todo al sindicalismo y al ecologismo activo, aparte de otras actividades de lucha social (por ejemplo, por los derechos de los consumidores y, aunque ahora esté más alejado de ella, a través de la lucha política). La redacción de estos artículos no es sino otra forma de lucha social, que intento compaginar con mi actividad de divulgador científico… actividad en la que empleo un estilo y un lenguaje muy agresivos (aquí doy una serie de explicaciones de por qué los utilizo), por los que creo que soy más conocido, incluso, que por la redacción de mis artículos. Arturo Pérez-Reverte es un paradigma de calma y educación a mi lado. En este artículo que estáis leyendo no voy a emplear ese tono (o no mucho). Veréis que no hace falta. Va a ser un texto mucho más aséptico, académico y calmado aunque tengo que avisar que cuando haya que hacer una afirmación contundente después de exponer las pruebas, no me arredraré en absoluto. El tema (la posible cualidad científica del marxismo) lo merece. Se trata de dejar claras las cosas sobre un tema del que se discute mucho fuera del ámbito académico… y que no se merece tanta discusión porque el debate en torno a él está más que cerrado (el marxismo NO es científico) por más que insistan sus partidarios en que no es así.

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6. Ese cariz de luchador social y el hecho de que algunos lectores han leído que soy socialdemócrata, ateo, antifascista y descendiente de fusilados y represaliados por el franquismo (os lo voy a repetir hasta que os hartéis: no pienso daros ni la más mínima y triste excusa para llamarme un “de derechas”) os ha inducido a muchos a pensar que soy un “rojo”, un “ultraizquierdista” o un “progre”. Pero no os creáis, que eso también sucede con muchas personas que tratan conmigo en la “vida real”, cuando me ven en las manifestaciones, en el sindicato o criticando duramente las políticas conservadoras económicas del Partido Popular… tienden a pensar de primeras que soy comunista o ultraizquierdista. Y yo me mondo de la risa, claro, porque eso revela que, para mucha gente, las etiquetas siguen siendo monolíticas y monocromáticas y que todo tiene que ser blanco y negro, y que si soy antifascista y sindicalista, tengo por cojones que ser marxista también. Pues no, no lo soy. Y no lo soy por cuestiones de peso, ahora iremos viendo por qué.

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7. Todas esas características particulares han inducido a un nutrido grupo de comentaristas y de personas que se han dirigido a mí a través del privado, a preguntarme por una “cuestión económica” a la que nadie (o eso dicen) les ha dado una respuesta: ¿tiene el marxismo una crítica científica? Mucha gente (dentro y fuera de internet), me ha realizado más o menos esa misma pregunta porque tiene la curiosidad por saber si el marxismo es “acertado” o “eficiente” en términos económicos y si eso está demostrado científicamente. Todos se me han quejado de que cuando han intentado averiguar por ellos mismos en qué acierta y en qué falla el marxismo, se han encontrado con argumentos a favor y en contra, pero siempre, siempre… desde el punto de vista político. Nunca desde el punto de vista científico. Aquí estoy para resolver esa cuestión, y la voy a dejar clara desde el principio: si bien el marxismo tiene aportaciones interesantes e incluso “benéficas” desde el punto de vista social y político, el marxismo falla y muchísimo, desde un punto de vista científico. De hecho, es que no respeta el método científico, y eso está más que visto en el mundo académico y de la Ciencia (no sólo en la Economía, mucho ojo, sino también en las Matemáticas, la Biología, la Psicología, la Neurología… ya os podéis ir preparando, que el artículo va a ser muy largo y va a tener mucha “enjundia”). Pero la tradicional “pelea ideológica” entre izquierda y derecha, entre detractores y “fans” de Marx ha ocultado, empañado, oscurecido, tergiversado y cuando no, se ha mentido directamente por su causa en la difusión de ese hecho.

A saber: que el marxismo no es científico lo sabe cualquiera que haya estudiado (seriamente) un mínimo de Economía, Psicología o incluso Biología, pero la inmensa mayoría de marxistas, especialmente los llamados “tradicionalistas” o “no reformistas”, se han resistido ferozmente a admitir ese hecho por motivos ideológicos, y se han inventado rocambolescas explicaciones y excusas con tal de no dar su brazo a torcer admitiendo que muchas teorías diseñadas por Karl Marx (y Engels, etc.), especialmente las de índole economicista, son más falsas que la patada de una culebra… y que la Ciencia (prácticamente cualquier rama de ella) demuestra que son falsas.

Y eso es un tremendo dolor de cabeza y motivo de vergüenza para ellos por el hecho añadido de que Karl Marx aseguraba que sus teorías estaban basadas… en el método científico. En este artículo-ensayo veremos cómo eso no es así, independientemente de lo que digan o crean los seguidores y defensores del marxismo.

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8. Otra cuestión por la que muchos me habéis pedido que realice esta explicación acerca del carácter no científico del marxismo es porque creéis que, al ser yo izquierdista (yo diría más bien, progresista), mi crítica va a ser mucho más imparcial o, como mínimo, menos sesgada que si la hiciera un liberal o un conservador, que suelen ser los únicos que se atreven a criticar a Marx (y lo critican más política que científicamente, claro, porque tienen interés en desacreditarlo). Ciertamente, existen muy, muy, pero que muy pocos “izquierdistas” que critiquen contundentemente a Marx (o el marxismo, en líneas más generales) y eso que se merece una crítica de las gordas… pero a ver si entendéis esto los que me leáis, que muchos no lo acabáis de “pillar”, especialmente en una sociedad tan polarizada política e ideológicamente como la española (al contrario de lo que sucede con, por ejemplo, la sueca): fuera yo de derechas, de izquierdas, anarquista o el cartero de mi pueblo, al realizar una crítica científica sobre lo que sea (en este caso el marxismo), he de abstraerme de y superar mis sesgos cognitivos e ideologías. O intentarlo. ¿La mejor forma? Realizando una crítica a partir del método científico. Porque las pruebas contrastadas empíricamente están al margen de las creencias de una persona. Es por eso que “predico” tanto el que actuéis como personas racionales y que antes que opinar o decidiros a apoyar algo, lo que sea, os guiéis por las pruebas contrastadas empíricamente, haciendo uso de una actitud científica y lo más objetiva posible. Que os atengáis a los hechos y no a las opiniones, que es como se ha de actuar. Una persona tiene derecho a tener opinión, pero no lo tiene a negar los hechos. Una crítica científica al marxismo que yo haga no va a ser más válida porque un servidor sea izquierdista… como mucho, el que yo sea progresista le puede dar más “prestigio”, pero no más veracidad. ¿Entendéis la diferencia? La verdad es la verdad la diga quien la diga: una crítica científica al marxismo llegará a las mismas conclusiones si se realiza correctamente, independientemente de la ideología del que la realice.

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9. Esto ya es un consejo general, antes de entrar en materia, y quiero que el artículo sirva para algo más que para hacer una crítica al marxismo… Cuando vayáis por la vida, intentad ser lo más objetivos que os sea posible. Las “etiquetas” ni son fijas ni han de serlo, especialmente las ideológicas, aunque sean unos heurísticos muy cómodos. No niego que existan las ideologías (o los sentimientos, a fin de cuentas somos animales), afirmo que no deberían controlarnos. Que te guste una chica no es justificante para violarla, por ejemplo. En teoría, el autocontrol y la capacidad para discernir lo que es cierto o beneficioso de lo que no, independientemente de nuestras creencias o de las hormonas que nos apabullen es lo que nos diferencia como animales supuestamente racionales de los animales irracionales (aunque hay por ahí cada uno, al que le quitaría tanto lo de “racional” como lo de “animal” y lo dejaría en “irracional”, simplemente).

¿Qué quiero decir con esto? Por si alguno no lo ha notado ya desde el principio, lo que pretendo hacer con esta crítica al marxismo es exponer también un ejemplo de cómo hay que superar la ideología… la creencia, en suma, si ésta se demuestra falsa. Como hay que hacer con la religión, por ejemplo. Lo repetiré hasta la saciedad si hace falta: las personas debemos evolucionar siempre hacia mejor en nuestras vidas y eso no se puede hacer bien si vamos por ella basándonos en meras opiniones o anteponiendo nuestras creencias a los hechos y la realidad física. Si soy ecologista, si soy socialdemócrata, si soy ateo, si no soy “ultra” de ningún equipo de fútbol, si soy luchador social… es porque a lo largo de mi vida he ido experimentando, estudiando la realidad y he ido comprobando fehacientemente qué es válido, qué es mejor, qué está más fundamentado… y lo he adoptado. Si no fumo, ni me drogo, ni me emborracho, si hago deporte, si soy demócrata, si no creo en dioses ni entes sobrenaturales ni en el tarot ni el horóscopo, si soy progresista antes que conservador… es porque he comprobado el beneficio y la veracidad de todo ello previamente a través de pautas y herramientas objetivas: el método científico, la lógica, el análisis comparativo, el estudio académico, y la experimentación. Sé que a muchos de vosotros os sonará todo ello un poco excesivo en cuanto a lo racional o que parezco un obseso con la objetividad, el rechazo a la mentira y la lucha contra el exceso de relativismo. Más de uno me ha llamado “fascista del pensamiento único”. Y yo me vuelvo a tronchar de la risa. Porque si como científico algo me diferencia de un fanático… es que no estoy sujeto a opiniones sino a hechos y mi postura cambiará siempre y cuando se me muestren y yo compruebe las pruebas pertinentes… y que no comparto al 100% ninguna ideología o etiqueta. No porque yo me califique de socialdemócrata voy a aplaudir las políticas del PSOE en España que se hayan demostrado como perniciosas (ni le voy a votar) ni porque sea neokeynesiano tengo que admitir por cojones que cualquier gasto gubernamental es mejor que ningún gasto… porque ya se han demostrado como falsas esas ideas y conceptos. Me quedo con lo que es cierto y está comprobado. Si me quedo con el neokeynesianismo es porque comparto (más bien, he comprobado) que la mayoría de sus propuestas son ciertas y beneficiosas… pero aquello en lo que se comprueba que falla, pues lo mando a la mierda. Ésa es una razón, si no la más poderosa, por la cual considero que nadie debería ser seguidor o defensor a ultranza de ninguna corriente ideológica, religiosa, política… o equipo de fútbol, ya puestos. Si por mí fuera, las ideologías estarían muertas y enterradas en pos de “me quedo con lo que es cierto y funciona y lo que no, al carajo”. El pragmatismo y la verdad van por delante de la ideología y el dogmatismo… si soy sindicalista es porque he comprobado que es beneficioso socialmente el poder defender los términos de un pacto laboral entre trabajadores y empresarios desde el lado de los trabajadores (que suele ser, mira tú por dónde, el lado más débil y el que se suele ver peor afectado por los incumplimientos de ese pacto)… no soy sindicalista porque me “molen” el marxismo o las políticas de izquierda. Eso es una penosa forma de pensar, y nada práctica.

Por poner un ejemplo más conocido… Isaac Newton realizó importantísimas aportaciones científicas en términos de Óptica, de Física (movimientos gravitacionales) y de Matemáticas (teorema del binomio) e incluso fue uno de los primeros técnicos economistas (tecnócratas) modernos (ah, ¿no lo sabíais?). Pero seguro que muchos de vosotros no sabíais que el tipo escribió también tratados sobre magia. Sí, el hombre estudió las “ciencias ocultas”. ¿Significa eso que debo desechar todo su trabajo empíricamente demostrado sobre Óptica y Física? Pues claro que no: mi deber como persona racional y objetiva es “quedarme” con aquello en lo que acertó y desechar aquello que fuera falso o equivocado.

Y digo todo esto por establecer una comparativa con el marxismo: si a día de hoy muchos marxistas se “emperran” en defender a capa y espada la Teoría Laboral del Valor (también llamada “laboralista” o “teoría del valor-trabajo”, la “TLV”, que estudiaremos a lo largo de este artículo-ensayo) aun a pesar de que es un fallo monumental más que demostrado como tal… es porque creen que reconocer ese tremendo fallo por parte de Marx constituiría la destrucción total de la ideología marxista (o marxiana). Y antes llegará la semana de los dos jueves que admitir tal cosa en contra de su amada ideología. Pues no tiene por qué ser así: tenéis que ver las cosas desde el lado positivo… Marx acertó en muchas otras cuestiones como, por ejemplo, el énfasis que hizo en la defensa de los pobres y oprimidos (que estaban bastante oprimidos en su época). Que fallara en la TLV no significa que Marx fallara en todo, que tenéis la repajolera manía de ver las cosas en términos de blanco y negro. Pensar así es no pensar en términos objetivos, sino emocionales.

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10. Una nota más… como muchos sabréis ya si me habéis seguido durante algún tiempo, mis artículos están organizados temáticamente y por series. Mi serie de artículos de análisis y críticas hacia el neoliberalismo y la escuela austríaca, por ejemplo, están organizados en una serie de enlaces a los que he llamado: “el neoliberalismo contrastado” y “la escuela austríaca contrastada”. Muchos me habéis pedido que realice una serie dedicada a analizar y criticar al marxismo tal y como estoy haciendo con su “rival ideológico”, el neoliberalismo… “para compensar” me habéis llegado a decir alguno en un arrebato de sinceridad (parece ser que tengo lectores de ideología conservadora y liberal que consideran que “me meto en exceso” contra el liberalismo). No voy a hacerlo. ¿Por qué? Por varios motivos. Principalmente, porque nunca dispongo de tiempo suficiente y el poco del que dispongo no lo voy a dedicar a combatir al marxismo, más que nada porque como autor académico y luchador social considero que, actualmente, es más peligroso el neoliberalismo o la aplicación de políticas ultraliberales que el susodicho marxismo, por lo menos en mi país y región geopolítica (Europa). Considero que el marxismo está más que superado y que otros lo han criticado más y mejor de lo que yo sería capaz de hacer jamás, tanto en castellano como en inglés. La escuela austríaca (una de las fundadoras del neoliberalismo) es mucho más desconocida y no ha recibido ese “tratamiento” en castellano y creo que por ello es más merecedora de mis “atenciones”. De hecho, ya hay quien considera mi crítica hacia la escuela austríaca la mejor en divulgación en español (desde aquí, muchísimas gracias por su consideración a la Universidad de Valencia)… o, al menos, la mejor para un público no entendido en Economía. Además, criticar a una ideología tan sosa como el marxismo, no tiene tanta gracia como criticar a la escuela austríaca, cosa que es mucho más fácil y divertida porque sus autores están como cabras hartas de comer papel, y porque tiene unos postulados y creencias tan humorísticos que harían las delicias del Club de la Comedia.

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11. No soy ningún tonto. Sé que la elaboración de este artículo no me va a granjear muchos amigos. El marxismo tiene todavía muchos partidarios y, lo que es peor, partidarios acérrimos a los que no les va a hacer NINGUNA gracia este artículo refutando la teoría económica marxista. Es más, en algunos países como el mío, están aumentando ligeramente su número debido a la persistencia de la crisis económica que hace percibir a muchas personas que el sistema capitalista es “malo” o ineficiente y busca alternativas en “lugares ideológicos” como el marxismo (aunque esos “lugares” estén ya más que demostrados también como ineficientes). Nótese, por favor, que la elaboración de este artículo no va a ensalzar el papel del capitalismo. No soy precisamente un procapitalista (ser partidario acérrimo del capitalismo es, como mínimo, tan estúpido y corto de entendederas como serlo del marxismo). Los marxistas (los que quedan) no se caracterizan por ser muy proclives a aceptar críticas, especialmente críticas para las que no hay defensa ni posibilidad de debate. Porque ésa es una de las conclusiones que iremos viendo: que el debate sobre si la Teoría Laboral del Valor de Marx es correcta o no, está cerrado en el mundo académico y científico: es incorrecta. ¿Por qué señalo todo esto? Porque en alguna ocasión, cuando he mostrado en qué falla el marxismo, me han tomado directamente por un “capitalista” y/o salido “por peteneras” con afirmaciones y “argumentos” como: “tu crítica al marxismo refuerza al capitalismo y a la derecha. ¿No te da vergüenza con la de gente que hay muriéndose en África de hambre?” Que haya gente muriéndose de hambre en África es un drama, una pena y una vergüenza… pero no por ello deja la Teoría Laboral del Valor de Marx de ser falsa ni dos más dos dejan de ser cuatro. Y no porque yo critique a la TLV de Marx… tengo que estar dándole la razón al capitalismo (o a la economía islámica o al modelo japonés)… o ser de derechas (se puede y se debe criticar el marxismo siendo “de izquierdas”). Esas “críticas” no es ya que sean tontas. Son de hijos de puta que no quieren atender al argumento científico central y se salen por la tangente emocional. Como sé precisamente que las críticas que voy a recibir por la elaboración de este artículo van a ser de índole emocional y política y no científica (porque de estas últimas no las puede haber), que voy a restringir al máximo los comentarios. Lo siento, ya soy perro viejo y, como sindicalista, he conocido y tratado mucho con marxistas y sé cómo se comportan. De hecho, si se me permite la expresión y a título particular, considero que el ser marxista actualmente, después de todo “lo que ha llovido” históricamente y todas las comprobaciones, estudios y experimentaciones que hemos realizado con él, es como ser cristiano todavía hoy en día: un absurdo tremendo… y un ejemplo palpable de lo que significa no haber aprendido la lección.

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12. Resumiendo… esta página acabó dedicándose a demostrar las falsedades de ciertos temas, la mayoría de ellos relacionados con la Economía, más que nada, porque es lo que he estudiado y de lo que sé. Hoy, por petición popular apabullante, voy a redactar un artículo-ensayo donde dar a conocer un hecho bastante desconocido para el gran público que habla español en materia económica: que el marxismo no tiene carácter científico. Vamos a verlo refutando, desde un punto de vista científico, la mismísima base de la economía marxista: la Teoría Laboral del Valor (o del trabajo-valor).

Para todo el que entre de nuevas en mi página y no lo sepa, le diré antes de empezar que la inmensa mayoría de los “por qués” que se preguntará, están resueltos y explicados en el menú lateral de la derecha (mi estilo, quién soy, por qué hago todo esto, normas para poder comentar y para solicitar temas sobre artículos). Leéoslos y “no me deis la brasa” en los comentarios, ¿vale? Por cierto, los comentarios tienen unas normas que son obligatorias si queréis que os los desfiltre.

Amos p’allá.

Tumba de Karl Marx en el cementerio de Highgate (Londres, Reino Unido). Fotografía de Rose Voldemort.

Tumba de Karl Marx en el cementerio de Highgate (Londres, Reino Unido). En la inscripción superior puede leerse en inglés: «Trabajadores del mundo, uníos». Fotografía de Rose Voldemort. Fuente: «H de Humanidades».

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1. ¿Por qué dice el mundo académico que el marxismo no es científico?

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Principalmente porque no se atiene al método científico de estudio de la realidad… aunque los autores marxistas digan que lo hace.

Recordemos en qué consiste el método científico, en líneas generales:

El método o proceso científico designa al conjunto de prácticas utilizadas y ratificadas por la comunidad científica como válidas a la hora de proceder con el fin de exponer y confirmar sus teorías.

El método científico, si bien está sujeto a variaciones fruto de las particularidades de cada área de estudio sigue, en líneas generales, estos pasos para comprobar o demostrar una teoría o hipótesis:

1. Observación: observar es aplicar atentamente los sentidos a un objeto o a un fenómeno, para estudiarlos tal como se presentan en realidad, puede ser ocasional o causalmente.

2. Inducción: la acción y efecto de extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares, el principio particular de cada una de ellas.

3. Hipótesis: planteamiento mediante la observación siguiendo las normas establecidas por el método científico.

4. Probar la hipótesis mediante experimentación.

5. Demostración o refutación (antítesis) de la hipótesis.

6. Tesis o teoría científica (conclusiones).

Este es el método científico tal y como se entiende normalmente, es decir, una de las versiones generales más extendida del mismo, aunque se puede simplificar mucho, mucho más.

A ver si lo veis más claro: el método científico es el proceso mediante el cual los científicos, de manera colectiva y a lo largo del tiempo, intentamos construir una representación lo más exacta (es decir, fiable, consistente y no arbitraria) posible del mundo que nos rodea.

Al reconocer que las creencias personales y culturales influyen tanto en nuestra percepción como en nuestras interpretaciones de los fenómenos naturales, los científicos nos imponemos como objetivo el minimizar esas influencias cuando desarrollamos una teoría explicativa, a través del uso de procedimientos y criterios estándares.

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Resumiendo, el método científico intenta minimizar la influencia de los sesgos, parcialidades y prejuicios en el experimentador a la hora de comprobar una hipótesis o teoría. Los pasos más básicos del método científico quedarían pues, así:

1. Observación y descripción de un fenómeno o grupo de fenómenos.

2. Formulación de una hipótesis para explicar los fenómenos.

3. Uso de la hipótesis para predecir la existencia de otros fenómenos o para predecir cuantitativamente el resultado de nuevas observaciones.

4. Realización de pruebas experimentales de las predicciones por parte de varios experimentadores independientes que realicen dichos experimentos de manera correcta.

Si los experimentos confirman la hipótesis, ésta se puede llegar a considerar como una teoría o ley de la naturaleza. Si los experimentos no la confirman, debe ser rechazada o modificada. Como podéis observar, la clave en la eficiencia del método científico reside en su capacidad o poder predictivo de la teoría o hipótesis, según se compruebe en los experimentos.

Fuente.

Viéndolo gráficamente:

Esquema básico del método científico..

En un lenguaje más claro… los científicos utilizamos el método científico porque es el que se ha demostrado como más efectivo para estudiar y conocer la realidad que nos rodea: observamos las cosas, los fenómenos naturales, etc., nos figuramos por qué son así (o por qué se comportan así)… y los estudiamos mediante experimentación para comprobar si nuestra idea (hipótesis) sucede como pensábamos en primer lugar. Si es así, bien, y si no… volvemos hacia atrás y reformulamos la hipótesis con nuestros nuevos conocimientos a ver si “afinamos la puntería”… y volvemos a experimentar para comprobar esta nueva o modificada hipótesis. Hasta que “demos con la tecla”. Obviamente, cuanto más comprobemos y experimentemos (de manera correcta), tanto mejor.

Tened esto muy, muy en cuenta siempre: no es que el método científico asegure cuál es la verdad o cuál teoría o hipótesis es verdadera, sino que muestra las teorías que son falsas o quedan refutadas. El método científico funciona mediante eliminación de las opciones más falsas y nos quedamos con las que concuerdan más con la realidad. Haceos a la idea de que mediante el método científico, sobreviven las teorías más “fuertes” y más aptas.

Y, ahora, ¿dónde está el problema con el marxismo respecto al método científico?

En que cuando el marxismo formula una hipótesis, la sometemos a experimentación y la experimentación nos muestra que esa hipótesis es falsa, los autores marxistas no la abandonan o reformulan, sino que siguen defendiéndola como válida, aun en contra de lo que muestra y demuestra la experimentación.

Y eso sucede especialmente con las teorías económicas de Karl Marx.

Es por ello que vamos a estudiar la base de su teoría económica, la Teoría Laboral del Valor (TLV), para que podáis comprobar cómo fallan la inmensa mayoría de los postulados economicistas del marxismo. Espero que entendáis que si falla la base sobre la que se asienta su idea de lo que es (o debe ser) la Economía… falla la idea general que tienen los marxistas sobre Economía.

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2. La Teoría del Valor.

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Desde que el hombre es hombre (o mejor dicho, desde que el ser humano es ser humano), éste ha intentado conocer el mundo que le rodea: se ha preocupado por saber por qué llueve, por qué se producen las mareas, por qué arde el fuego, cómo y por qué se mueven las estrellas… y dentro de esos porqués, está el “por qué las cosas valen”.

El por qué las cosas (ya sean bienes físicos como un caballo o automóvil, o servicios como la atención médica) tienen “valor” ha sido uno de las temas más tratados por los diferentes “sabios”, filósofos, científicos y autores de las más diversas materias del saber humano durante milenios. No es para menos: es una de las cuestiones más importantes para conocer la realidad que nos rodea… y para conocernos a nosotros mismos, qué caramba.

A lo largo de nuestra agitada Historia, ha habido autores que han postulado una u otra teoría para tratar de explicar qué es el valor y por qué las personas (nosotros) valoramos las cosas: Aristóteles, Fan Li, Chanakya, Tomás de Aquino, Ibn Jaldún, Juan Duns Scoto, Thomas Mun, John Locke, David Hume, Jacques Turgot, Adam Smith, Jeremy Bentham, David Ricardo, Stanley Jevons, Léon Walras… fueron algunos de entre los muchísimos autores y académicos que se atrevieron a tratar de mostrar y demostrar que las cosas tienen valor y por qué tienen valor.

Uno de esos autores fue Karl Marx.

En términos académicos, en Economía (la rama principal de la Ciencia que se dedica a estudiar el por qué las cosas “valen”), a la búsqueda de este “porqué del valor” se la llama “Teoría del Valor”.

Cuidado, una advertencia: la Economía no es la única rama de la Ciencia que se dedica a estudiar el porqué del valor de las cosas ni muchísimo menos. La inmensa mayoría de marxistas e incluso otros “estudiosos de barra de bar” de la Economía desconocen que existen muchas otras ramas científicas que estudian el porqué del valor de las cosas: la Psicología, la Biología (especialmente a través de la Etología), la Neurología, las Matemáticas (a través la Estadística, Teoría de Juegos, teoría de conjuntos), etc. Los que sean más listos ya pueden ir previendo a dónde va a ir a parar el objeto de estudio de este artículo.

La teoría del valor es un término genérico que agrupa todas las teorías que, dentro de la Economía, intentan explicar el valor de intercambio, esto es, el precio de los bienes (como un automóvil) y servicios (como un masaje). Las cuestiones clave en esta teoría económica incluyen cosas como por qué los bienes y servicios tienen los precios que tienen, cómo se llega a obtener el valor de los bienes y servicios, y cómo calcular el precio correcto de los bienes y servicios (si es que tal cosa existe).

Tened esto en cuenta, por favor:

1) El valor (en Economía) es una medida del beneficio que un actor económico (usted, yo) puede obtener tanto de un bien como de un servicio.

2) Pero no es lo mismo que el valor de intercambio (precio).

¿A qué viene esto? A que sé que los que no tengan mucha idea de Economía van a caer en lo que muchos legos no saben: que el valor económico no es el mismo que el valor de mercado.

No es igual lo que algo valga para nosotros que lo que cuesta adquirirlo.

No es lo mismo valor que precio.

Es por eso que los economistas (la inmensa mayoría, al menos) diferencian entre el valor de uso (el que nosotros le damos a un bien o servicio) y el valor de intercambio (el precio, vaya).

Si un consumidor desea fervientemente comprar un producto, eso implica que le va a dar un valor a ese producto mucho más alto que el precio al que está en el mercado. A la diferencia entre el valor para el consumidor y el precio de mercado se le llama “excedente del consumidor”. ¿Ejemplos? Uno que ya os puse en anteriores artículos: el agua. El agua es mucho más valorada que su precio en el mercado, en líneas generales (debido, principalmente, a que es necesaria para la vida).

El valor se mide, generalmente, en unidades de moneda (las que emplee la sociedad de la que estemos hablando: euros en la Unión Europea; dólares en EEUU; sacos de trigo en el Egipto faraónico; táleros de plata en la antigua China; alimento, herramientas u otras mercancías de trueque en la sociedad cromañón, etc.) con el objetivo de responder a esta pregunta: “¿cuál es la máxima cantidad de dinero que un actor específico puede y quiere pagar por un bien o servicio?”

Ya hemos visto que no son lo mismo, pero el valor está relacionado con el precio, como todos os podréis figurar. ¿Cómo? A través del mecanismo conocido como “intercambio”. Es decir, las cosas “valen” unas respecto a otras: el agua vale con respecto a las monedas (euro, dólar, plata, sacos de trigo), por ejemplo. Cuando un economista observa un intercambio, se le revelan dos funciones de valor: la del comprador y la del vendedor. A la vez que el comprador revela que está dispuesto a pagar una cierta cantidad por un producto, también se revela lo que al vendedor le cuesta desprenderse de ese producto. El precio es, pues, un «rastreador», un indicio, una pista, etc., del valor. ¿Entendéis? El precio y el valor estarían relacionados (Marx llegó a afirmar que el precio es la expresión monetaria del valor). El cómo es algo que varía según cada autor que se ha dedicado a estudiar esta relación.

Escena cotidiana en el mercado de Puerto Escondido, Oaxaca México. Cuando se efectúa una tarnsacción, se revelan dos funciones al observador: lo que valora el comprador el prodducto y lo que le cuesta desprenderse de ese producto al vendedor.

Escena cotidiana en el mercado de Puerto Escondido, Oaxaca, México. Cuando se efectúa una transacción, se revelan dos funciones al observador: lo que valora el comprador el producto y lo que le cuesta desprenderse de ese producto al vendedor.

Hay muchas más informaciones que nos revelan el valor de mercado de un producto, como la velocidad a la que ocurren las transacciones, lo que nos indica a los observadores hasta qué extremo tiene valor el producto a lo largo del tiempo.

Dicho de otra forma, el valor es cuánto se desea un objeto o condición con respecto a otros objetos o condiciones. Los valores económicos se expresan en ese “cuánto” de algo (por ejemplo, euros) estamos dispuestos a dar a cambio de otro algo (automóviles, casas, atención médica, etc.).

¿Hasta aquí todo claro?
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Bueno, pues los diferentes autores que se han enfrentado a estas cuestiones a lo largo de la Historia, han dado diferentes explicaciones sobre por qué las cosas valen.

Y, en líneas generales, estas teorías que los diferentes autores han realizado a lo largo de la Historia se han agrupado en dos grandes conjuntos, según el motivo por el cual uno u otro autor percibía o entendía que la gente (nosotros) le dábamos valor a las cosas:

a) La teoría del valor intrínseco (teoría objetiva del valor).

b) La teoría subjetiva del valor.

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Vamos a explicar esto.

La inmensa mayoría de autores y estudiosos del valor de las cosas han percibido o creído percibir que las cosas valen:

-Por elementos objetivos…

-…o por elementos subjetivos.

a) Las teorías del valor intrínseco u objetivas sostienen, como su propio nombre indica, que el precio de los bienes y servicios no está en función de o no viene dado por juicios subjetivos. Es decir, que las cosas valen en función de uno o más motivos objetivos y que la persona tiene poco o nada que decir al respecto de lo que valen. Esta teoría (o grupo de ellas) sostiene que el valor de un objeto (bien o servicio) es intrínseco a él o está contenido dentro de sí mismo.

La teoría laboral del valor (o del valor-trabajo) de Marx se incluye en este grupo. De hecho, en la actualidad, es prácticamente la única que queda con defensores de entre las “teorías objetivas”.

b) Las teorías subjetivas sostienen que para que un bien o servicio tenga un valor económico, el objeto debe ser útil (debe tener utilidad) para satisfacer las necesidades humanas. Es decir, que para este grupo de teorías, las cosas valen porque a nosotros nos valen. Porque nosotros pensamos o creemos que tienen valor para nosotros. Así, tal cual. La inmensa mayoría de las teorías del valor actuales y la práctica totalidad de la comunidad científica de las diferentes ramas de la Ciencia sostienen este punto de vista.

Fuente 1.

Fuente 2.

Incluso muchos grupos radicales no científicos y absolutamente disparatados en sus planteamientos, como la escuela austríaca, sostienen este grupo de teorías subjetivas. Eso para que veáis que los marxistas están prácticamente solos en defensa de la/su teoría objetiva del valor.

Dentro de las teorías subjetivas del valor, la principal y más tratada desde el punto de vista científico como ajustada a la realidad es la teoría de la utilidad marginal. Ya hablé de ella en un artículo anterior pero no os preocupéis, que os la voy a resumir más adelante, y estableceré una comparación con lo descubierto por otras ramas de la Ciencia para que podáis comprobar por vosotros mismos cómo y por qué se la da por válida en términos generales (aunque no sea normativa o esté estandarizada para explicar los precios) mientras que se demuestra que la teoría laboral del valor marxista… es falsa te pongas como te pongas y la interpretes como la interpretes.

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Todo esto de lo que os he hablado hasta ahora es a grandes rasgos, es decir, os he hablado de estas teorías hablando de los precios en general, no refiriéndome a ningún bien o servicio específico ni a una circunstancia concreta. Los marxistas se aprovechan mucho de ello para poner ejemplos de objetos y situaciones radicales para darlos después como válidos a nivel general y así escaparse en sus contraargumentaciones.

La inmensa mayoría de estas teorías (objetivas y subjetivas) contienen tratamientos específicos para cuando un bien o servicio se pone a funcionar en las transacciones de un mercado del mundo real… o cuando se la estudia en un régimen de precios fijos o rígidos, pero sigamos con lo nuestro.

Algunos lectores avispados habrán notado que en la enumeración de sabios y autores que he hecho… me he detenido en aquellos que realizaron su obra en el siglo XIX (más concretamente, a finales del siglo XIX). ¿Por qué es eso así? Porque la Economía académica y científica dio por finalizada la búsqueda del “por qué las cosas valen” a finales del siglo XIX. Fue una de las grandes aportaciones de la Economía (desde entonces, lo que ha habido académicamente es un “refinamiento” de ese descubrimiento básico).

En la actualidad, el mundo de la Ciencia (no sólo la Economía) da por zanjado el asunto: las cosas valen porque nosotros creemos que valen, no porque el objeto valga por sí mismo.

Si nosotros le damos valor al oro, a un plato de macarrones, a un viaje a Punta Cana, a un masaje tailandés o a un Volvo V-40 no es porque esos bienes o servicios tengan valor por sí mismos sino porque tienen valor para nosotros. Ésa es la razón por la cual vemos en el día a día que no todas las personas aceptarían pagar lo mismo por un iPhone, por ejemplo. Los hay que pagarían lo que el vendedor ha estipulado como precio de venta porque a esas personas les gusta; los hay que no pagarían porque no les gusta o no lo necesitan y otros que lo comprarían si su precio fuera menor (lo valoran pero no tanto como para pagar el precio estipulado por el vendedor) e incluso los hay que pagarían un poco más si con ello se lo pudieran llevar ya, ya, pero que ya (Apple-adictos de los cojones…). Es por eso que el oro no ha valido igual ni en todas las épocas ni para todas las culturas (para los cromañones el oro no valía ni un pimiento; para los antiguos griegos de la Ilíada el hierro era más valioso, etc.). En resumidas cuentas… que las cosas valen porque valen para nosotros, para cada individuo.

Y cada individuo tiene una serie de preferencias y circunstancias personales que moldean esas preferencias que le hacen valorar un bien o servicio de manera diferente.

Los marxistas dicen que no, ea, que las cosas valen por un motivo en concreto: “el trabajo socialmente necesario para producirlas”.

Vamos a ver el cómo y por qué los marxistas dicen que las cosas valen… y lo vamos a comparar posteriormente con lo que muestran las pruebas contrastadas empíricamente que nos enseñan las diferentes ramas de la Ciencia.
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3. La Teoría Laboral del Valor (TLV) o teoría del valor-trabajo de Karl Marx.

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Muchos marxistas se excusan o pretenden “escaquearse” de las críticas hacia su teoría del valor quejándose de que los demás economistas… no la entendemos. En alguna ocasión me han llegado a decir que “como no has estudiado con un profesor marxista no has llegado a entender la TLV” y “eso te pasa por haberla estudiado con un profesor no marxista (o neoclásico)”, etc.

Claro, claro…

No es que la TLV falle, qué va, qué va… “es que los demás no la hemos entendido”. Eso me suena a lo mismo que me decían los profesores de Religión por ser ateo… que yo no entendía la existencia de Dios porque no me la había demostrado un teólogo.

Parafraseando a Richard Dawkins, les diré a creyentes religiosos y marxistas lo mismo: “no hace falta estudiar duendeología para saber que los duendes no existen”.

Pero bueno, que no se diga. Vamos a ver qué dicen los marxistas para defender la existencia de su Teoría del Valor. Así de paso podrán comprobar que si los demás economistas no la consideramos válida no es porque no escuchemos ni a sus partidarios ni leamos sus obras, sino porque es falsa en sí misma. Vamos a ver quién era Karl Marx y cómo y por qué se inventó o creó esta Teoría Laboral del Valor.

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3.1. Quién fue y qué hizo Karl Marx.

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Creo que no es necesario hablar mucho sobre quién fue Karl Heinrich Marx, ya deberíais conocerle si habéis estudiado algo en el colegio.

Un pequeño resumen para el que no sepa mucho sobre él: fue un pensador, revolucionario social, periodista y filósofo alemán de origen judío, que vivió entre 1818-1883. Sus ideas jugaron un papel muy significativo en el establecimiento del movimiento socialista y en la conformación de muchos estudios sociales (como la Sociología, la Historia y la Economía).

Nació en una familia acomodada de clase media en Trier (Tréveris, en castellano), Prusia, y estudió en la universidad de Bonn y en la de Berlín. Su padre (abandonó el judaísmo antes de que Marx naciera) era abogado y quiso que se formara en leyes, pero lo que a Marx siempre le apasionó fue la Filosofía.

Karl Marx con dieciocho años de edad y con el uniforme de estudiante de la universidad de Berlín.

Karl Marx con dieciocho años de edad y con el uniforme de estudiante de la universidad de Berlín.

De hecho, las ideas de Hegel tuvieron una gran influencia en el desarrollo de su materialismo dialéctico (aunque las acabó criticando). Marx siempre estuvo “dando tumbos” de un lado para otro de Europa (Alemania, Bélgica, Francia e Inglaterra) porque sus ideas políticas, que fue desarrollando paulatinamente, eran muy radicales para la época: Marx se opuso a las monarquías absolutas, a la burguesía acomodada de la época e incluso criticó ferozmente a otros pensadores radicales, como el anarquista Mikhail Bakunin. También era ateo y un gran crítico del papel de la religión. Dio a conocer sus ideas en periódicos de líneas editoriales radicales. Estos periódicos eran frecuentemente clausurados por la censura de los gobiernos ultraconservadores de la época, y Marx fue obligado a exiliarse de país en país. En 1849 logró asentarse en Londres gracias a su amigo Friedrich Engels, quien le pasó una pensión con la que él y su familia pudieron sobrevivir hasta su muerte, acaecida en esa misma ciudad.

Marx elaboró sus ideas a lo largo de su vida y las publicó en artículos y obras de diversa índole. Es conocido, sobre todo, por el Manifiesto Comunista (1848) y el Capital (1867-1894), obras en las que colaboró extensamente su amigo y compañero revolucionario, Friedrich Engels (a menudo se les cita a ambos conjuntamente, y éste último publicó algunas de sus obras después de la muerte de Karl).

Exiliado en Bruselas, Marx se convirtió en uno de los líderes de la Liga Comunista y, posteriormente, ya en Londres, de la Asociación Internacional de los Trabajadores (la Primera Internacional, vaya).

¿Qué es lo que más nos interesa saber de Marx?

Sus ideas, porque tuvieron una repercusión más que notable en la Historia, especialmente en la Historia del siglo XX. A las teorías de Marx sobre la sociedad, la política y la Economía, se las conoce colectivamente como “marxismo” y se centran, principalmente, en que el desarrollo de todas las sociedades se produce a través de una lucha de clases: un conflicto entre la clase “poseedora” que controla la producción y una clase baja que produce el trabajo con el que se crean los bienes. Muy crítico con la forma socioeconómica que había adoptado la sociedad de su época, el capitalismo, llegó a llamarla “la dictadura de la burguesía”, ya que creía que estaba dirigida por las clases ricas con el único propósito de obtener su propio beneficio. Y predijo que, como en sistemas socioeconómicos previos, el capitalismo produciría inevitablemente tensiones internas que conducirían a su autodestrucción y reemplazamiento por un nuevo sistema social: el socialismo.

Él aseguraba que con el socialismo, la clase trabajadora sería la que gobernara, bajo la forma de una “dictadura del proletariado”, el llamado “estado de los trabajadores” o “democracia popular” (¿os acordáis de los nombres de países de Europa del Este como “República Democrática de Alemania” o también de la “República Popular de China”? Pues ya sabéis de dónde vienen). También creía que el socialismo, a su vez, sería reemplazado paulatinamente por una sociedad sin estado y sin clases llamada “comunismo”. Además de creer en esa inevitabilidad del socialismo y del comunismo, Marx luchó activamente por implementar el primero (llegó a financiar movimientos armados con parte de su fortuna familiar), alegando que los teóricos sociales y la gente no privilegiada deberían llevar a cabo acciones revolucionarias para derribar el capitalismo y traer ese cambio socioeconómico… lo antes posible.

Muchos gobiernos socialistas revolucionarios (llamados habitualmente “comunistas”) que sostenían conceptos marxistas llegaron al poder en una gran variedad de países en el siglo XX: Cuba, Corea del Norte, China (1949), Rusia (la Unión Soviética, en 1922), Vietnam, Etiopía, Angola, etc. Muchos sindicatos y “partidos de los trabajadores” también tuvieron principios influenciados por las ideas marxistas, las cuales se implementaron bajo diferentes variantes (leninismo, estalinismo, trotskismo, maoísmo, juche…), con la intención de adaptarse a sus diferentes sociedades y culturas.

Karl Marx (atrás, derecha) junto con Friedrich Engels (atrás, izquierda), con las hijas de Marx: Jenny Caroline, Jenny Julia Eleanor, y Jenny Laura. Junio de 1864.

Karl Marx (atrás, derecha) junto con Friedrich Engels (atrás, izquierda), con las hijas de Marx: Jenny Caroline, Jenny Julia Eleanor, y Jenny Laura. Junio de 1864.

Biografía de Karl Marx en la universidad de Stanford.

Biografía de Karl Marx (en castellano).

Por todo esto, a Marx se le ha descrito a menudo como una de las figuras más influyentes de la Historia.

Y estoy de acuerdo.

Pero que haya sido “influyente”… no significa que tuviera razón. También fueron muy influyentes Aristóteles, Mahoma, Confucio, Adolf Hitler y Friedrich Nietzsche… y eso no significa que todo lo que hicieran fuera bueno o que sus ideas fueran veraces y ciertas.

Quiero que lo veáis claro: Marx no fue sino un pensador de su época, moldeado por la misma. Tenía una serie de ideas sobre lo que era la sociedad de su época y cómo debería ser la sociedad ideal según él. E intentó explicar, como todos los autores más o menos comprometidos de la Historia… cómo funcionaba la realidad.

Y Marx (como muchos otros: Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard, Popper, etc.) intentó explicar cómo era esa realidad de una manera lo más completa posible, tratando los aspectos más relevantes de la sociedad de su época… lo que incluía su economía.

Dentro de ésta, por supuesto, si quería ser lo más completo posible, no podía pasar por alto el exponer cómo y por qué valían las cosas.

Y desarrolló una teoría del valor que se dio en llamar posteriormente “Teoría Laboral del Valor”, “laboralista” (en castellano de Hispanoamérica) o “del trabajo-valor” (Marx nunca la llamó así, él se refería a “la ley del valor” en sus escritos).

 

3.2. Cuestiones concretas sobre la Teoría Laboral del Valor.

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Una explicación previa muy, muy simple para no entendidos en Economía: la Teoría Laboral del Valor (“TLV” de ahora en adelante, para abreviar) se centra en que las cosas (los bienes y servicios) “valen” según haya costado “en trabajo” hacer esos bienes y servicios.

Es decir, para esta teoría, las cosas valen más o valen menos según el trabajo que haya costado producirlas.

Y, ahora, vamos a explicar eso más en detalle y profundidad, porque lo que normalmente se entiende por “trabajo” no es lo mismo a lo que se refería Marx.

Antes que nada, he de decir que Marx no fue el único en postular una teoría basada en el trabajo como referencia base para tener en cuenta el valor de los bienes y servicios. De hecho, en los libros sobre “Economía clásica” más antiguos, se hace referencia a las teorías laborales del valor (en plural) porque hubo otros dos autores importantes que le dieron una cierta validez a esta idea: Adam Smith y David Ricardo, si bien el primero mandó al guano esa idea cuando comprobó que era una mala explicación sobre el valor, Ricardo no la sistematizó bien (habló de valor basado en horas-trabajo)… y fue Marx el que quedó como principal adalid de la idea de que el trabajo o “algo relacionado con el trabajo” era la referencia principal a la hora de tener en cuenta el valor de las cosas. De hecho, Smith acabó planteando una teoría muy similar a la posterior y más aceptada de la utilidad marginal, y Ricardo ya dudó en vida de que esa teoría del valor basado en el trabajo fuera cierta, porque se dio cuenta de que las cosas no valían lo mismo a lo largo del tiempo:

No puedo dejar pasar la dificultad que supone [el caso de] el vino, que se mantiene en la bodega durante tres o cuatro años [esto es, mientras que se va incrementando su valor de intercambio o precio], o el de la madera de roble, que quizás no haya originalmente costado ni dos peniques en trabajo, y aún así acaba valiendo 100 libras.

Fuente.

Adam Smith (1723-1790), a la izquierda, y David Ricardo (1772–1823), dos de los economistas clásicos más influyentes. Ambos fueron, en los primeros días de la Economía como rama de estudio académica diferenciada, defensores de teorías del valor objetivas. Muy al principio de la formación economista, se pensaba intuitivamente que el valor debía tener obligatoriamente una razón objetiva. No fue hasta mediados del XIX con la revolución merginalista que se descubrió que el valor era tan complejo que no tenía una única variable como

Adam Smith (1723-1790), a la izquierda, y David Ricardo (1772–1823), a la derecha, dos de los economistas clásicos más influyentes. Ambos fueron, en los primeros días de la Economía como rama de estudio académica diferenciada, defensores de teorías del valor objetivas. Muy al principio de la formación economista, se pensaba intuitivamente que el valor debía tener obligatoriamente una razón objetiva. No fue hasta mediados del XIX con la revolución marginalista que se descubrió que el valor era tan complejo que no tenía una única variable como «sustancia generadora de valor» y que dependía más de los deseos y circunstancias particulares de los individuos.

Ricardo se dio cuenta, intuitivamente, de que ni sumando todos los costes habidos y por haber en la producción de determinados bienes, eso justificaba el tremendo valor en precio que acababan adquiriendo con el tiempo. Es más, algunos bienes se revalorizaban con el tiempo incluso habiendo terminado su producción y muy por encima de sus costes de mantenimiento (como el vino, que cuanto más añejo, se valora más por su calidad; hablaremos del ejemplo del vino más adelante, es uno de los que más os encontraréis por internet al hablar de la TLV… pero vamos a hacerlo bien).

Marx desarrolló esa idea de una forma diferente para no mandar a la porra esa teoría desde primera hora.

Cuidado, que ahora vienen conceptos muy difíciles de entender para el neófito (el problema de Marx es que hablaba enrevesadísimamente), haré un resumen más sencillo en el apartado 3.3.

Marx definió el valor de un producto como “el trabajo abstracto socialmente necesario” incluido en la producción de ese producto. Marx comenzó la exposición de esta teoría asumiendo que el valor de intercambio (el precio) de ese producto era igual o proporcional a su valor en trabajo (podéis leerlo en el capítulo VII de El Capital, volumen I).

Más claramente expuesto incluso en Contribución a la crítica de la economía política, Marx llegó a afirmar que el trabajo-tiempo era lo que debía conformar el mismísimo dinero (¡como patrón!: hasta ese mismísimo punto llegó a darle importancia al trabajo-tiempo como fuente de valor).

Fijaos bien que Marx dijo, al contrario que muchos de otros estudiosos de la Economía como Ricardo, no que fuera el trabajo (a secas) lo que le daba valor a las cosas sino “el trabajo abstracto socialmente necesario”. ¿Por qué dijo eso? Para no pillarse los dedos. Porque hasta un tonto se daría cuenta de que nadie valora algo sólo por el trabajo que haya costado hacerlo (como se dio cuenta Ricardo con el caso del vino). De hecho, Marx se vio incluso obligado a decir en la Crítica del programa de Gotha que:

El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre.

Fuente.

Unas notas:

1) Marx realiza aquí una distinción entre valor de intercambio (del que trata la TLV) y el valor de uso.

2) Al contrario que Ricardo y sus seguidores, Marx distingue entre “fuerza de trabajo” y “trabajo”. “Fuerza de trabajo” es el potencial de los trabajadores para trabajar, a través de sus músculos, habilidades y capacidades. Es la promesa de poder crear trabajo poseído por el trabajo humano que aún no se ha empleado. “Trabajo” es la actividad real de producir valor. El beneficio para los capitalistas o plusvalía surge cuando los trabajadores realizan más trabajo del necesario para pagar el coste de contratar su “fuerza de trabajo”.

Fuente.

Marx utiliza el concepto de trabajo-tiempo abstracto socialmente necesario para introducir una perspectiva social distinta de la que empleaban sus predecesores y los economistas neoclásicos. Los demás economistas hacen uso de teorías desde el punto de vista del individuo, mientras que Marx utiliza la perspectiva de la sociedad en su conjunto. Con “producción social” se refiere a una complicada e interrelacionada división del trabajo de una amplia variedad de personas que dependen unos de otros para su supervivencia y prosperidad.

Traducido al castellano de Valladolid: Marx dice que las cosas valen no por el trabajo que haya costado producir una cosa (como decía más o menos Ricardo, que se refería a las horas individuales de trabajo) sino por el trabajo (intelectual o físico) que a la sociedad en su conjunto le haya costado producir esa cosa.

Por ahí pretendía “escaquearse” de la acusación que todo hijo de vecino le podía hacer: que a mí me importan un pimiento las horas, el tiempo, el esfuerzo intelectual o los kilojulios de esfuerzo físico que haya costado producir una sartén, no voy a basar el precio que estoy dispuesto a pagar por ella sólo en eso (si es que me digno valorar eso).

Al decir “trabajo-tiempo abstracto socialmente necesario” dejaba las cosas mucho más “en el aire”, no era tan criticable… o eso pensaba él. Con ese concepto se referiría a una característica propia de toda mercancía… que el trabajo empleado para producirla es compartido por diferentes tipos de trabajo. Por ejemplo, en la elaboración de una sartén no hay que tener en cuenta sólo el trabajo del herrero, sino el de la extracción del mineral de hierro de la mina, el transporte de éste, el embalado, el esmaltado, el trabajo del carpintero que ha fabricado el mango, etc., etc., etc. Así pues, el concepto de trabajo abstracto es más o menos similar al de trabajo promedio (empleado en hacer ese producto): el valor de intercambio en la obra de Marx se concibe como la proporción (o parte alícuota) del trabajo-tiempo de una sociedad.

Se refería con este “concepto” al tiempo mínimo de trabajo medio simple requerido, en condiciones económico-sociales determinadas, para producir determinado bien.

Toma ya.

Un resumen de aquello con lo que Marx se refería al “valor”, según sus propias palabras, a ver si así lo comprendéis mejor:

En el contexto de su obra central, Marx define el trabajo como “gasto productivo de fuerza humana” creadora de valor económico medido en unidades convencionales de tiempo:

<> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. I apartado 1)
Pero, seguidamente, Marx aclara que el tiempo de trabajo creador de valor no es un concepto temporal absoluto, es decir, que las cosas no valen simplemente por el tiempo que cada individuo tarda en producirlas, sino por el tiempo de trabajo social promedio vigente en un momento dado y al interior de una determinada sociedad o país, concepto que Marx sintetiza en la expresión: trabajo socialmente necesario y lo define así:
<> (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. I Aptdo. 1)
Bajo estas nuevas condiciones determinadas por la significativa extensión social en el uso del telar de vapor, las empresas que seguían funcionando con los telares movidos manualmente, se vieron precisados a ofrecer sus productos a la mitad por debajo de su valor individual so pena de quedarse sin venderlos. Y aquí Marx introduce el concepto de magnitud de valor, según el cual, determinada cantidad de unos valores uso, adquieren la capacidad de intercambiarse por determinada cantidad de otros:
<> (K. Marx: Op. Cit.)
Esto supone que el concepto de magnitud de valor se refiere exclusivamente al tiempo de trabajo contenido en uno o varios productos. Actividades productivas como, por ejemplo, los trabajos del metalúrgico y del carpintero, siendo ambos gasto productivo de cerebro, músculo, nervio, articulaciones, etc., por sus productos respectivos podemos saber que se trata de dos formas distintas de emplear y gastar fuerza humana de trabajo. Pero en tanto sus respectivas unidades de producto insumen el mismo tiempo de trabajo social medio o tiempo de trabajo socialmente necesario, esos dos trabajos producen la misma magnitud de valor, son de la misma cualidad económica.
La categoría de magnitud de valor difiere en el concepto de tiempo respecto de la categoría fuerza productiva del trabajo. La magnitud de valor atiende al tiempo de trabajo abstracto siéndole indiferente el tipo y la cantidad de productos en que se encarna, mientras que la productividad del trabajo se refiere al tiempo de trabajo concreto materializado en determinado tipo y cantidad de productos:
<siempre la misma magnitud de valor. Pero en el mismo espacio de tiempo suministra valores de uso en diferentes cantidades: más cuando aumenta la fuerza productiva, y menos cuando disminuye.>> (K. Marx: Op. Cit. Punto 2. Subrayado nuestro).
De todo este razonamiento se desprende que todo tiempo de trabajo contenido en cualquier mercancía, debe traducirse necesariamente en una determinada magnitud de valor, de modo que si en cualquier relación mercantil se intercambia más trabajo por menos, esto significa que se intercambia más valor por menos en una magnitud determinada por esa diferencia de no equivalentes en trabajo insumido, aunque según los precios en dinero parezca que se intercambien equivalentes.

La fuente es Rolando Astarita, no os quejaréis, ¿eh, marxistas argentinos? (guiño, guiño). Repetimos para esos marxistas argentinos que NO se quieren dar por enterados: la fuente que ellos utilizan es Rolando Astarita.

Menudo galimatías si no se va explicando a la vez, ¿verdad? Acostumbraos a ello: Marx es famoso entre los economistas (y el lector medio) por emplear un lenguaje farragosísimo y muy difícil de entender para el profano en materia, más parecido al lenguaje de los filósofos “cerraos” del siglo XIX que a los “economistas numéricos”. ¿Cuántos de vosotros conocéis a alguien que se haya leído sus obras enteras y hasta el final? Ja, ja, ja… Intentad leedlas si no me creéis. Fue por eso que Engels y otros autores tuvieron que “traducir” y simplificar sus obras a un lenguaje más llano y “entendible” para las masas.

Marx no sistematizaba ni cuantificaba bien. Ni le interesaba.

Portada de uno de los primeros libros (en alemán) de El Capital.

Portada de uno de los primeros libros (en alemán) de Das Kapital, Kritik der politischen Ökonomie, más conocido en español como «El Capital» de Karl Marx en la primera edición de 1867. Colección Saitzew en la Biblioteca Central de Zurich. Marx no redactó su teoría del valor en una sola de sus muchas obras, sino a lo largo de varias de éstas, aunque donde más se explayó fue en «El Capital» (de varios volúmenes), ampliamente considerada como la más importante de entre todas las que escribió.

Vamos a resumir un poco.

El valor de un producto, para Marx, está determinado más por los estándares sociales que por las condiciones individuales. Esto explicaría, según Marx, por qué los avances tecnológicos rebajan el precio de las mercancías y sacan del negocio a los productores menos avanzados. Marx añade, además, que no es el trabajo per se el que crea valor sino la fuerza de trabajo vendida por los trabajadores a los capitalistas… y distingue entre trabajo productivo e improductivo. Sólo los trabajadores asalariados de los sectores productivos producirían valor.

Fuentes:
La misma obra de Marx.

John R. Bell: Capitalism and the Dialectic – The Uno-Sekine Approach to Marxian Political Economy, p. 45. London, Pluto Press 2009.

Análisis de David Harvey.

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Como todos podéis observar, es este concepto de “trabajo abstracto socialmente necesario”, que Marx deja relativamente vago y en el aire, sin desarrollarlo exhaustivamente, lo que más quebraderos de cabeza genera tanto a sus seguidores y a sus detractores: no lo sistematizó suficientemente. ¿Por qué? Una vez más, para no pillarse los dedos dejando claro qué es, según él, lo que hay detrás del valor de las cosas. Numerosos críticos del marxismo (especialmente los economistas más “matemáticos”) señalan y no sin acierto… que qué cojones es eso del trabajo socialmente necesario… en términos numéricos, de manera cuantitativa, para poder verlo más claro. Todavía estamos esperando.

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Quiero que veáis clara una cuestión: da igual que se entienda o no lo que quiso decir Karl Marx con su concepto de “trabajo abstracto socialmente necesario”. De ahí lo que dije anteriormente sobre que no es necesario haber estudiado “duendeología” para saber que los duendes no existen. No es ni el “trabajo abstracto” ni el trabajo “socialmente necesario”, ni el “trabajo humano”, ni el “trabajo divino”, ni los trabajos de Hércules lo que está tras el valor de las cosas.

Detrás del valor de las cosas no hay nada asociado con cualquiera de los diferentes significados de “trabajo”. No es el trabajo ni cualquiera de sus acepciones la “sustancia generadora de valor”, utilizando las palabras de Marx. Detrás del valor de las cosas está otra “sustancia”: la utilidad que nosotros le demos a las cosas, es decir, lo que a nosotros como individuos nos parece valioso.

De eso trataremos en los siguientes apartados: ni los seres humanos ni ningún ser vivo percibimos el valor en función del trabajo (del tipo que sea) que haya costado crear un bien o servicio.

Y sí, eso es lo que han demostrado empíricamente y sin discusión todas las ramas de la Ciencia que han estudiado esa cuestión.

Fotografía de Karl Marx en Londres,1875. La pose es típica de la época.

Fotografía de Karl Marx en Londres,1875. La pose es típica de la época.

En realidad a Marx lo que le interesaba a la hora de exponer su Teoría del valor-trabajo no era su cuantificación sino “rendodear” su visión de la realidad llegando a través de esta teoría a la conclusión de que el capitalismo es una estructura institucional en la cual una pequeña minoría (los capitalistas) oligopolizan (dominan entre todos ellos) los medios de producción. Así, los trabajadores no pueden sobrevivir excepto trabajando para los capitalistas mientras que el Estado preserva esta desigualdad de poder (a la fuerza). El “ejército de reserva” de los desempleados amenaza continuamente a los trabajadores empleados, empujándoles a trabajar duro para producir para los capitalistas (“o trabajas o tengo otro dispuesto a hacerlo por ti”).

El hombre, en cuanto hombre, se hace más pobre, necesita más del dinero para adueñarse del ser enemigo, y el poder de su dinero disminuye en relación inversa a la masa de la producción, es decir; su menesterosidad crece cuando el poder del dinero aumenta. La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía Política y la única necesidad que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su única propiedad importante. Así como él reduce todo ser a su abstracción, así se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso es su verdadera medida.

Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 (también llamados Cuadernos de París). Karl Marx.
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En resumidas cuentas, Marx utiliza su TLV para derivar de ella la teoría de la explotación bajo el capitalismo: dado que, según él, tras el “por qué las cosas valen” está el trabajo (“abstracto socialmente necesario”), los capitalistas, al dominar y controlar el trabajo (los medios de producción y a los trabajadores, que son los que crean el valor-trabajo), controlan todo el valor de la sociedad y, por ende, controlan a la sociedad.

Ahí tenéis el por qué se inventó Karl Marx su teoría del valor (y por qué se la llama “laboral” o “del valor-trabajo”).
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3.3. Un resumen sencillo de lo visto hasta ahora.

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1) Una de las cuestiones más atractivas para el estudio de la realidad que se le han presentado tradicionalmente a los académicos y científicos ha sido el porqué las cosas valen.

2) A lo largo de la Historia, diversos autores han ido presentando diversas teorías de por qué las cosas (bienes y servicios) valen (teoría del valor).

3) Esas teorías se han ido agrupando en torno a dos visiones de por qué las cosas valen:

A) -las teorías objetivas (las cosas valen merced a elementos objetivos): la teoría laboral del valor o TLV de Karl Marx se encuentra entre éstas y es en la actualidad prácticamente la única que tiene defensores de entre las teorías objetivas del valor.

B) -las teorías subjetivas: estas teorías son las respaldadas por la comunidad científica (no sólo los economistas, sino psicólogos, etólogos, neurólogos, etc.). La principal y más aceptada como válida es la teoría de la utilidad marginal: esta teoría defiende que las cosas valen en tanto en cuanto nosotros percibimos que valen para nosotros, no porque valgan por sí mismas.

4) La Teoría Laboral del Valor marxista sostiene que las cosas valen por un elemento objetivo: “el trabajo abstracto socialmente necesario empleado en su producción”.

5) Independientemente de en qué consista el concepto de “trabajo abstracto socialmente necesario”, queda claro que para los marxistas la “sustancia”, lo que hay detrás del valor de las cosas es algo relacionado con “el trabajo”.

6) Ésa es la hipótesis que plantean los marxistas para defender su teoría laboral del valor (o del valor-trabajo) dentro del método científico.

Y ahora…

¿Es cierto eso que dice Marx ?

No.

Ni “el trabajo abstracto socialmente necesario” ni ninguna de las acepciones o significados de “trabajo” es lo que está detrás del valor de las cosas.

¿Y la refutación de esa hipótesis se ha demostrado científicamente?

Sí.

Lo que la Ciencia ha ido demostrando a lo largo de años de experimentación y recomprobación es que la base del valor de las cosas (los bienes y servicios) depende de lo que nosotros creamos: de la utilidad que para nosotros como individuos tengan esos bienes y servicios.

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Veamos cómo diferentes ramas de la Ciencia han llegado a la misma conclusión. Más correctamente habría que decir que todas las ramas de la Ciencia han refutado la Teoría Laboral del Valor (recordemos que el método científico no dice que una teoría o hipótesis sea verdadera sino que refuta la que se demuestra como falsa).

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4. Cómo refuta la Ciencia la Teoría Laboral del Valor marxista.

 

4.1. Desde la Economía.

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Obviamente, es la Economía la rama de la Ciencia que más se ha molestado en buscar el porqué las cosas tienen valor.

Ya vimos cómo en los inicios de la Economía como actividad académica y científica independiente (el siglo XIX), hubo algunos (muy pocos) autores que creyeron que el valor de las cosas se fundamentaba en algo relacionado con elementos objetivos, principalmente el trabajo. También vimos que algunos de estos autores acabaron desechando esta idea al comprobarla (Adam Smith) y cómo otros acabaron viendo tremendas incoherencias en la formulación de esta hipótesis (David Ricardo).

Los marxistas se agarran al hecho de que Marx formuló su Teoría Laboral del Valor de forma distinta a estos autores para seguir dándola como válida.

El problema que tienen los marxistas es que da igual cómo la formulen… no es nada relacionado con el trabajo lo que está tras el valor (ni necesariamente, por tanto, el precio) de las cosas.

En aquellos tiempos, los economistas o interesados en la Economía, estudiaban mucho, buscando la respuesta a esta cuestión del porqué valen las cosas. Y, de tanto darle al caletre, al análisis comparativo y a la observación de cómo sucedían las transacciones económicas entre las personas, algunos de ellos llegaron a una serie de conclusiones que acabaron imponiéndose como válidas al ser recomprobadas.

William Stanley Jevons, Léon Walras y Carl Menger (entre muchos otros) llegaron a la conclusión de que lo que hay tras el por qué las cosas valen es…

…la utilidad que nosotros como individuos le damos a las cosas.

La utilidad que cada uno de nosotros le damos a las cosas.

No un uso a secas, bastante determinado y definido como el que exponía Marx.

Repetimos y reseñamos para que el lector pro-marxista puede empezar a entender: para Marx, incluso el uso de un bien está limitado por su misma naturaleza. Aunque él señale que un bien pueda tener distintos usos para diferentes usuarios, esos usos estarían limitados por la naturaleza de ese bien o servicio… cosa que no detalla como tampoco menciona en detalle (porque se le vendría abajo desde primera hora su teoría de que el valor está basado en cuestiones objetivas) la intensidad con la que se percibe ese valor (ni la aversión al riesgo ni la saciación, que veremos más adelante).

Es decir, la inmensa mayoría de economistas (básicamente, todos los no marxistas) acabaron aceptando que las teorías subjetivas del valor son más acertadas que las objetivas a la hora de explicar por qué las cosas valen.

Estas teorías subjetivas identifican el valor de las cosas como basado en los deseos y necesidades de los miembros de una sociedad (los individuos), como opuesto al valor inherente de un objeto o tan siquiera a un uso más o menos determinado: las cosas valdrían para el individuo de manera diferente según los deseos, las circunstancias, el tiempo, la cantidad, etc. Estas teorías sostienen que para que un objeto posea valor debe serle útil (de la forma que sea) al individuo.

En este contexto, “valor” se define como separado de “valor del intercambio” (o precio, como ya hemos visto que también se le llama), aunque se entiende que el precio sirve para identificar o “rastrear” ese valor (el precio es un indicativo del valor que le damos o podemos darle a las cosas).

Las teorías subjetivas reconocen que un objeto (bien o servicio) puede serle más útil a una persona que a otra a la hora de satisfacer sus necesidades. Y eso contrasta con las teorías objetivas del valor que aseguran que las cosas tienen un valor intrínseco y que se puede obtener de éstas, por tanto, un valor objetivamente correcto independientemente de lo que piense un individuo, de sus juicios de valor, necesidades, deseos, etc., si analizamos la cantidad de trabajo que se ha empleado en la producción de ese objeto.

Como ya podéis ir viendo, la Teoría Laboral del Valor de Marx cada vez cae más por su propio peso como falsa conforme nos paramos a analizarla con detenimiento, ¿verdad?

¿Qué es lo que está pasando aquí?

Lo mismo que pasó cuando analicé para vosotros la validez de la Rosa de Peters del neomarxismo en un anterior artículo: una idea (decía Arno Peters que el precio de las cosas se puede determinar objetivamente mediante una matriz de cálculo siguiendo el curso del tiempo empleado en producirlas) que parecía muy llamativa, simple y eficaz en un primer momento, conforme la vamos analizando más y más empezamos a observar que es más bien una mierda de idea… y que era una mierda de idea ya desde la base misma.

No soy ningún tonto ni me chupo el dedo. Sé perfectamente que algunos marxistas criticaron ese anterior artículo en sus webs particulares diciendo que sí, que había logrado demostrar que el neomarxismo de Peters era falso, pero que no había logrado demostrar que el marxismo en sí era pseudocientífico, como decía en el título. Y si esos marxistas hubieran tenido dos dedos de frente y ojos operativos en la cara, habrían podido observar que sí que lo hice en el apartado…

7. ¿Es el marxismo científico, como asegura?

EL MARXISMO NO ES CIENTÍFICO.

Independientemente de lo que diga o asegure.

Como tampoco lo es el liberalismo económico.

El marxismo es, ante todo y sobre todo, ideología política.

NO… ES… CIENCIA.

[…]

b) Si no utilizan el método científico, que no afirmen que lo están utilizando. Decir que emplean el método científico y luego no hacerlo o no someterse a sus conclusiones, sean las que sean, se ajusten a lo que se preveía o no, es “falsa ciencia”… es pseudociencia. Y el marxismo adolece mucho de eso. […]

c) Que no mientan adrede: si tu propuesta o hipótesis se demuestra como inválida o llenita de fallos… joder, la abandonas y formulas otra nueva, no continúes defendiendo o promulgando lo que YA se ha demostrado como falso.

d) Que no se busquen excusas como la verborrea de la “dialéctica marxista”: si los resultados de la experimentación contradicen tu hipótesis, no “acomodes” los datos o las explicaciones para que la validen. Agacha los cuernos y reconoce que te equivocaste, que nadie nace sabiendo. Ésa es la mentalidad científica de verdad. Así se evoluciona: con la verdad por delante.

e) Y no pueden seleccionar y mostrar sólo los datos que les interese para respaldar su hipótesis… hay que estudiarlos TODOS, los que estén a favor y los que estén en contra, especialmente estos últimos. Si hay algo que contradice tu hipótesis, te jodes como Herodes… eso es lo que hay.

Fuente.

Y es la misma crítica que estoy haciendo en este artículo: que tanto el marxismo como el neomarxismo fallan en lo mismo… no tienen carácter científico en tanto en cuanto las hipótesis que formulan sus autores no se ven refrendadas por la recomprobación y experimentación del método científico. Y que, al no ser confirmadas por el análisis y experimentación, esas hipótesis deben ser rechazadas y se deben formular otras nuevas, no se puede seguir defendiendo lo que la experimentación demuestra como falso… como la Rosa de Peters y la Teoría Laboral del Valor de Marx.

Si os fijáis bien, la crítica es básicamente la misma a esos dos conceptos: ni el valor ni el precio de las cosas están basados en el tiempo de trabajo empleado para producirlas (minutos y horas en la Rosa de Peters, parecido a lo que pretendía David Ricardo), ni en el “trabajo abstracto socialmente necesario” para producirlas (caso de la TLV de Marx).

Que no por introducir ese matiz de “trabajo abstracto socialmente necesario” va a cambiar mucho la crítica en sí: que no es el trabajo, ni ninguna de sus acepciones lo que está tras el valor de las cosas.

Este artículo que estáis leyendo ahora está, en parte, dedicado a abofetear académicamente a esos críticos cegatos, a regodearme en su ignorancia e inutilidad… y a recordarles que soy una persona a la que no conviene tocarle las palmas… o me echo a bailar.

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Sigamos viendo las teorías subjetivas de valor, para que veáis más en profundidad las diferencias de concepto y cómo algunos conceptos son, como mínimo, más válidos que los defendidos por los marxistas a la hora de explicar por qué las cosas valen.

Las teorías subjetivas del valor (la base del marginalismo, que ahora veremos con más detalle) sostienen que las cosas se vuelven más valiosas en el sentido económico (que tienen valor de intercambio o precio) bajo dos condiciones:

1) Que sean útiles para satisfacer las necesidades del individuo y sean así, por tanto, deseables por éste.

2) Que no haya suficientes de ellas para satisfacer la demanda. Esto es, que sean escasas: cualquier bien o servicio con suministro ilimitado no tendría valor. En otras palabras, aquellos objetos (bienes o servicios) que se hallen en una cantidad insuficiente para satisfacer la demanda tienen un precio y aquellos que existan en números tales que hagan la demanda superflua (o no satisfagan ninguna necesidad o deseo) son gratis (como el aire si no nos falta o lo tenemos a nuestra disposición: si nos faltara o lo hubiera en cantidades muy limitadas sería valiosísimo).

Vuelvo a remarcarlo: esta teoría contrasta con la teoría objetiva como la del valor-trabajo de Marx porque esta última sostiene que el valor económico de una cosa se basa en o debería ser proporcional a cuánto trabajo (dígase trabajo socialmente necesario o como quieran llamarlo) se haya empleado en producirla (siempre, eso sí, que esa cosa tenga valor de uso).

La teoría subjetiva niega que el objeto tenga un valor intrínseco por sí mismo. Un automóvil en mitad de Plutón, donde no haya ningún humano para valorarlo, no vale una mierda para nadie (ese automóvil podría tener un valor de uso e incluso podría tener un “algo” de valor si se conociera su existencia, pero no tiene valor por sí mismo, por mucho trabajo socialmente necesario que haya costado producirlo).

Y como se puede ver con eso último es un absurdo de forma de pensar la que tienen los marxistas. No hace falta ser economista, ni un genio superdotado para darse cuenta que el valor de una cosa, objeto, bien o servicio no tiene por base ningún tipo de trabajo como dicen los marxistas, sino que es la utilidad en sí misma que para el individuo tiene lo que determina en última instancia el valor de esa cosa.

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4.1.1.A. Puntualizaciones o excusas marxistas.

Bien. Nótese que he dicho «marxistas» y no Marx.

Porque cada marxista interpreta a su manera (lo cual demuestra, irónicamente, una vez más, utilidad subjetiva) lo que Marx quiso decir. Yo, para evitar en la medida de lo posible (porque de seguro que van a venir diciendo «pues en verdad lo que quiso decir Marx fue otra cosa») las acusaciones de «falacia de hombre de paja» pongo las citas textuales de Marx y, aparte, lo que muchos marxistas dicen.

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A) Según Marx, una cosa no tiene valor si no es útil o es improductiva. ¿Es eso cierto?

Voy a traer un comentario que me hicieron para que veáis cómo da igual el cómo se interprete lo que quiso decir Marx, está equivocado de todas las maneras posibles con respecto a la realidad empírica:

A ver, dices: “un coche en Pluton no vale nada porque no es útil, y los marxistas dicen que si”. Primer capitulo del primer tomo de El Capital (cito de memoria): “para que una mercancía tenga valor, debe ser útil; si es un inútil, lo será también el trabajo encerrado en ella, y no tendrá valor alguno”.

Ya.

¿Y quién coño es Marx para decidir lo que es «inútil» o «improductivo» y lo que no?

¿No te has parado a pensar en eso, guapo?

A lo mejor el coche en Plutón tiene valor de uso para alguien. SEA INÚTIL PARA MARX O NO. Por disparatado que nos pueda parecer. Lo mismo alguien quiere utilizarlo de referencia geográfica (punto GPS astronómico, etc.), como imagen curiosa, como atracción turística a través de un telescopio… o como meme por internet. Con cosas más aparentemente estúpidas y más inútiles se han hecho millones. Por ejemplo, los tamagotchi.

Un automóvil en Plutón no tiene ni deja de tener valor por el trabajo que haya costado crearlo. Según algunos marxistas, sí lo tendría porque tiene inserto dentro el trabajo socialmente necesario para crearlo. Según Marx, tampoco lo tendría porque sería inútil porque no tendría valor de uso.

Pues todos están equivocados.

El automóvil podría tener valor de ser conocida su existencia, independientemente de que Marx considere que es inútil/improductivo o del trabajo abstracto socialmente necesario que hubiera costado producirlo. A ver si nos enteramos: el valor de las cosas y su uso las decidimos LAS PERSONAS. Cada uno de nosotros como nos salga de nuestros respectivos genitales.

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B) «Pero Marx sí admitía que las personas le dieran usos particulares a cada cosa».

Vamos a hablar sobre la naturaleza de los bienes y servicios según Marx.

Si los gilipollas que vienen a leer este artículo se lo leyeran entero antes de empezar a comentar deberían haber notado que menciono más atrás y más adelante que Marx hablaba también de que es necesario que una mercancía (nótese: «mercancía», Marx trataba muy mal los servicios, que son un producto más) tenga utilidad de uso para ser valorada. Y ya vendrán los marxistas corriendo a decir: «¿Ves? Eso implica que Marx sí reconocía el uso individual de cada producto». Pues no, queridos, no. Marx se refiere al uso social general de un tipo de producto. No al uso que cada individuo le dé a cada producto en cada momento y según sus circunstancias.

Para Marx, el uso de un bien o servicio, aunque pueda ser diferente para cada usuario, está limitado por la naturaleza de ese bien o servicio.

La naturaleza es la fuente de los valores de uso

Y eso es falso.

Un usuario no podría darle más usos más allá de las características definidas de ese bien (él mismo señaló el caso del trigo) o servicio. Las teorías subjetivas, como la marginal, señalan y muy bien señalado que SON LOS USUARIOS los que deciden el valor y el uso de un bien o servicio… independientemente de la naturaleza del mismo (o de la opinión de Marx).

A un hatillo de trigo le puedo dar valor por cuestiones diferentes o ajenas a su naturaleza. Por ejemplo, ser modelo para un bodegón, como escoba para barrer o como juguete. De la misma forma, un automóvil abandonado en Plutón puede ser valorado como referencia geográfica, turística o base para hacer memes. Da igual que Marx o los marxistas consideren absurdo, productivo o improductivo ese uso y esa valoración. Ésa es su opinión. Pero son los usuarios los que deciden valorar un bien o servicio POR LO QUE SEA. Y con ello se ve, como mínimo, que no es el trabajo socialmente necesario lo que está tras el valor de las cosas.

Ni yo ni ningún economista científico estamos diciendo que Marx NO ADMITA que los individuos le pueden dar un uso diferente a las cosas. Estamos diciendo que LO HACE DESASTROSAMENTE MAL.

Que no es lo mismo.

No tiene en cuenta la valoración-uso personal del individuo. Ni la intensidad de valoración. Porque esos dos elementos muestran que los bienes y servicios no son valorados por el trabajo que haya costado hacerlos. Por no mencionar cuestiones que trataremos más adelante tales como la aversión al riesgo o la saciación o saturación.

Marx admite que los individuos puedan darle usos distintos a las cosas, pero no admite la flexibilidad individual a la hora de valorar algo. No reconoce o no lo hace bien el que el valor varíe única y exclusivamente a partir de la creencia del individuo. Para Marx siempre hay un porqué común de carácter objetivo tras la valoración que los humanos hacemos de las cosas. Un porqué basado en lo social. Como mucho, Marx añade que como requisito también debería tener un uso… Pero un uso bastante definido y limitado según él.

¿Las pruebas? En La Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859).

La mercancía es ante todo, como dicen los economistas ingleses, «una cosa cualquiera, necesaria, útil o agradable en la vida», objeto de necesidades humanas, un medio de subsistencia en el sentido más lato del término. Este modo de existencia de la mercancía en tanto que valor de uso coincide con su modo de existencia físico tangible. El trigo, por ejemplo, es un valor de uso particular, que se distingue de los valores de uso que son el algodón, el vidrio, el papel, etc. Un valor de uso sólo tiene valor para el uso y sólo se realiza en el proceso de consumo.
Uno y el mismo valor de uso puede utilizarse de maneras diferentes. Pero la extensión de sus posibles aplicaciones útiles está limitada por ser un objeto con propiedades determinadas. Además, el valor de uso no está determinado únicamente en el aspecto cualitativo, sino también en el plano cuantitativo. De conformidad con sus particularidades naturales, los diferentes valores de uso tienen medidas diferentes: por ejemplo, un celemín de trigo, una mano de papel, una vara de lienzo, etc.

Es decir, queda claro que para Marx la valoración es, ante todo, social y tiene un uso según lo que ÉL entienda que sea útil. No como demostró la Ciencia que tanto el valor como el uso de cada producto depende del individuo y por encima de la limitada naturaleza del bien o servicio. Obsérvese que, para él, el uso del trigo se distingue por el uso que se le da con respecto al papel. No porque un individuo le pueda dar un valor a un manojo de trigo como con respecto a otro manojo de trigo consecutivo, adicional (o que un individuo pueda usar unos granos de trigo para comer y otros para jugar con ellos a las canicas); a una pieza de tela con respecto a otra… y ni recoge que el valor de uso puede variar a lo largo del tiempo. ¿Valoráis de igual forma las cosas a lo largo del tiempo? El que diga eso, miente. ¿Entendéis que algunos bienes se puedan revalorizar (caso del coleccionismo) o devaluar (caso de la moda de ropa)?

Y para Marx sólo se admite el uso si se consume. Y si se consume de una determinada manera. Y podríamos seguir hasta las tantas. Como, por ejemplo, veremos más adelante que los marxistas se pueden agarrar a lo que quieran como excusa para defender que Marx sí daba flexibilidad a la valoración que, como prefijó el trabajo socialmente necesario para producir algo como patrón monetario…. se acabaron las excusas (espero no tener que explicar lo que sabe todo estudiante de Economía: fijar un patrón monetario de valor es la receta de la rigidez y la ineficiencia en una economía).

Todo eso es falso de echarse a llorar. Y no me vengáis con que los demás economistas nos lo estamos inventando o que estamos malinterpretando a Marx porque como podéis ver y comprobar estamos poniendo sus mismísimas palabras y su mismísimo contexto. Ni hombre de paja ni pollas en vinagre.

«Ay, es que no sabía…» Sí, claro. «Yo no sabía», «yo no había leído eso», «es que no me he fijado»… El cementerio está lleno de «yo creí que». Lo que , marxista, entiendas por «uso» NO ES LO MISMO a lo que se refería Marx. Interpretaste o creíste que cuando Marx hablaba de «uso» se refería a un uso cualquiera, totalmente libre. Pues NO. ¿Lo entiendes ya?

Vamos a dejar claro este punto. Por eso hago la distinción entre «marxistas» y «Marx». Porque muchos marxistas, creen, a día de hoy, que Marx admite la preeminencia de la voluntad del individuo en el valor porque «Marx habló del uso».

NO.

Para Marx, el valor es ante todo, de origen social. NO INDIVIDUAL.

Y el uso, según él, para colmo, está limitado.

¿Ha quedado claro ya de una repajolera vez?

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C) «Pero es que la TLV de Marx no afirma que la mente humana valore las cosas objetivamente en lugar de subjetivamente, por lo que falsar esto no constituye una refutación».

Coño, sí que lo dice, deja de agarraros a un clavo ardiendo bajo la forma del «lenguaje mágico», mencionaba explícita y textualmente la relación entre objetividad y creación de valor.

una mercancía cuyo valor de uso posea la peregrina cualidad de ser fuente de valor, cuyo consumo real sea por sí mismo objetivación de trabajo y, por tanto, creación de valor…el poseedor de dinero encuentra esta mercancía específica en el mercado: la capacidad de trabajo o la fuerza de trabajo.

Karl Marx, El Capital, volumen 4.

Y respecto a la mente humana… Todo proceso de valoración se produce en la mente humana, lo mencione explícitamente Karl Marx o no, eso no es una prueba para decir «no has refutado nada». Es más, Marx lo dice en tanto en cuanto afirma textualmente que el valor de las cosas deviene de una cuestión concreta y objetiva, que es el trabajo abstracto socialmente necesario para producir un bien y que después esto sirve de «centro alrededor del cual se mueven los precios». Joder, se sobreentiende que el valor, aunque fuere objetivo (que no lo es), lo tiene que reconocer y procesar el cerebro, cosa que está demostrada científcamente en laboratorio. Marx tampoco mencionaba que los humanos cagamos, y lo hacemos. Por el mero hecho de que Marx hablara sobre valoración, ya está tratando sobre procesos mentales por defecto. Y si Marx decía que esa valoración se producía de determinada manera, hubiera mencionado la mente humana o no, al compararla con cómo se produce realmente, en la realidad física el proceso de valoración en un ser humano, podremos comprobar si lo que decía Marx era cierto o no.

A ver, más claro: Marx hace una afirmación y pues… la comprobamos para ver si es cierta o no, tampoco es tan difícil de entender. Y demostrar la subjetividad de la mente humana sí refuta la teoría del valor de Marx. Totalmente. Porque si se pone el mismo bien o servicio antes dos o más personas diferentes y cada persona muestra preferencias de valor diferentes e indica PRECIOS diferentes por los que estarían dispuestos a adquirirlos (o no) exista la competencia que exista o se considere a la competencia como «centro centro alrededor del cual oscilan los precios» o se considere al trabajo socialmente necesario como sustancia generadora de valor, eso ya refuta las afirmaciones e ideas de Marx.

De la misma manera, se ponen dos bienes en los que se haya empleado el mismo tiempo socialmente necesario para producirlos pero contengan alguna diferencia entre ellos no debida a ese tiempo socialmente necesario empleados en producirlos y es más que seguro que incluso la misma persona valore de manera diferente uno que otro e indique precios diferentes incluso aunque uno sea más competitivo que otro: todos los días vemos gente que es capaz de comprar el mismo producto que otro más competitivo por el simple hecho de asociarse a la imagen de marca… o incluso al color.

Un ejemplo lo tenemos en las obras de arte. Por mucha competencia que haya, el mercado de obras de arte es lo más subjetivo que hay, con competencia o sin ella. Haced lo mismo con la competencia que con el trabajo socialmente necesario si alguien considera que fue eso en lo que Marx hizo hincapié (los manuales marxistas que he leído y los marxistas con los que he debatido, hacen hincapié en el trabajo socialmente necesario para crear algo como «sustancia generadora de valor», me reconoceréis eso al menos, ¿no?).

Los marxistas se defienden cada vez que les vienen con las obras de arte de que Marx sólo se refería a los bienes reproducibles, no a «objetos únicos».

¿Y qué cojones tendrá que ver para ver cómo funciona el valor? Una copia a mano indistinguible de un original (salvo en la firma) ni vale lo mismo a ojos del observador ni tiene el mismo precio. De ahí lo del valor de la firma en un cuadro original. ¿Cuánto vale un cuadro que se demuestra como copia falsificada de un original? Ah, sí… menos que el original (en líneas generales).

Otro ejemplo relacionado para verlo totalmente claro. En vez de una obra de arte… pongamos que estamos hablando de postales o recuerdos en forma de obras de arte (una postal de un cuadro de Picasso), que son total y fácilmente reproducibles, de manera industrial. ¿Vale lo mismo esa postal que otra de un artista más desconocido?

Nota sobre la competencia. Es «curioso» cómo se reinterpretan continuamente las palabras de Marx conforme se van testando y comprobando en qué custiones específicas se equivocan). Pero bueno, valga eso mismo. ¿Qué es lo que está pasando aquí? Que conforme se van desmontando las afirmaciones de Marx una a una, los marxistas (por eso digo «marxistas») dicen que es que hay que centrarse en oooootra de las cosas que dijo Marx. En este caso, la competencia. Y ni la competencia. Porque a ver si nos enteramos… no es una única cuestión la que está detrás del valor de las cosas, lo veremos cuando hablemos de la utilidad marginal. Son muchas. Así que cualquiera (marxista o no) que entienda que el valor deviene de una sola causa principal, se equivoca.

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D) «Pero es que te equivocas al respecto de los precios en el marxismo. El mecanismo necesario para que el tiempo de trabajo socialmente necesario opere como centro alrededor del cual oscilan los precios es la competencia (sumada a la posibilidad de reproducir las mercancías por medio del trabajo)».

Ah, ¿sí?

Lo vuelvo a poner con un ejemplo para simples: un pastor tiene una oveja y ésta da a luz otras dos ovejas. Una tiene la lana de color blanco, y la otra, marrón (o mezcla de colores). Llegado el momento, el pastor esquila a esas dos ovejas y se va a vender las lanas a, por ejemplo, una empresa textil. No voy ni a decir cuál color de lana va a ser más valorado… se van a pagar PRECIOS DIFERENTES por esas lanas de diferente color aun habiendo empleado el mismo tiempo socialmente necesario para producirlas… o haya existido competencia.

La influencia decisiva de las preferencias de valor subjetivas del individuo en la conformación de los precios se muestra en el día a día. El grueso de la cuestión es que los seres humanos valoran las cosas subjetivamente y los precios muestran (acaban mostrando) eso. Todo lo demás es paja, poco menos que un brindis al sol.


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E) «Pero el hecho de que las personas valoren de manera diferente las cosas y estén dispuestas a pagar distintos precios por estas no invalida la TLV porque esta teoría no afirma lo contrario».

Sí lo afirma, y textualmente.

Marx definió el valor de un producto como “el trabajo abstracto socialmente necesario” incluido en la producción de ese producto. Marx comenzó la exposición de esta teoría asumiendo que el valor de intercambio (el precio) de ese producto era igual o proporcional a su valor en trabajo (capítulo VII de El Capital, volumen I).

Más claramente expuesto incluso en Contribución a la crítica de la economía política, Marx llegó a afirmar que el trabajo-tiempo era lo que debía conformar el mismísimo dinero (¡como patrón!: hasta ese mismísimo punto llegó a darle importancia al trabajo-tiempo como fuente de valor).


Así que sí, lo dijo Marx y sin lugar a dudas: los precios son directamente proporcionales a los tiempos de trabajo.

Y eso es falso.

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F) La teoría marxista de la alienación.

Otra “cosilla” más. Mientras que la Teoría Laboral del Valor se ha utilizado para condenar el beneficio como explotación, la teoría subjetiva refuta eso aduciendo que, dado que lo que hay tras el valor de las cosas es la utilidad que nosotros le damos a éstas y no el trabajo (“socialmente necesario” o del tipo que sea), el que alguien (los “capitalistas”, según Marx) controle el trabajo (o incluso a los trabajadores) no implica por narices que controle, a su vez, el valor en la sociedad… ni que controle sistemática y totalmente a la sociedad.

Veámoslo: un comprador en un mercado libre que se ofrece pagar un precio por un producto, pero un precio más bajo que el que el pide el vendedor, lo que está haciendo es comunicar al comprador que debería modificarlo si quiere venderlo. El precio que se ofrece no es una medida del valor subjetivo, mucho ojo: es un medio de comunicación entre comprador y vendedor, una comunicación de la opinión del valor del comprador que el vendedor es libre de aceptar o no, pero si este último tiene competencia (no tiene monopolio) tenderá a modificar su precio si quiere vender. El “capitalista”, en un mercado de precios modificables (ya veremos en posteriores artículos que los mercados no son perfectamente “libres” ni muchísimo menos, como aseguran muchos “fans” del capitalismo), no obtiene necesariamente el beneficio que él tiene en mente en un principio, por mucho que explote a sus trabajadores, porque el beneficio no le viene sólo de la “explotación “de sus trabajadores: le viene principalmente de lo que pueda venderle al comprador-consumidor. Y tiene que negociar con éste y con lo que éste considere valioso. Dado que existe la libertad para poder comprar en otro sitio, a otro comprador; e incluso a que el comprador puede innovar y crear él mismo ese producto, un sustituto o uno mejor… dado que hay competencia, en suma, el vendedor tiene que negociar con el comprador (que tiene una idea propia de lo que considera valioso) de manera más o menos continua: el vendedor (o el capitalista poseedor de los medios de producción) no controla el valor de las cosas, no tiene tanto poder. En un mercado libre, se recogen mejor nuestras percepciones de valor de las cosas (la utilidad que para nosotros tienen) que no en un mercado de precios fijos dictados por una de las dos partes, como en una sociedad con economía marxista (es una “dictadura económica”). En una economía de precios variables… el capitalista o el que posea los medios de producción, no controla necesariamente el valor, como aseguraba Marx (teoría marxista de la alienación).

Y ahora me vendrá alguno y me dirá: «Si hay competencia, el precio de venta se iguala al precio de producción, que es “el precio del trabajo socialmente necesario”. Pues no, gilipollas. Si hay competencia el precio de un producto puede incluso bajar por debajo del precio de producción (por ejemplo, durante una liquidación, ofertas masivas de introducción en un mercado, la crisis de precios del petróleo de 2020 en la que llegó a cotizar en negativo, etc.). Por no decir que puedo bajar el coste de producción. Por no decir que la competencia está mal definida en una TLV porque para Marx es totalmente decisivo el coste de producción. Cualquier economista te dirá que es importante. Pero no necesariamente decisivo (puedo producir por debajo durante un tiempo para hundir a mi rival, como publicidad, para hacerme un nicho de mercado…).

La teoría marxista no tiene en cuenta los flujos de información dentro de un mercado (o, siendo más amables, decimos que “no los trata o entiende bien”).

Es decir, en una economía basada en la Teoría Laboral del Valor (como la de Corea del Norte), los precios tenderían a ser rígidos o fijos, porque lo que piensen comprador o vendedor importa una mierda: el precio lo decide el Estado (o la entidad dependiente de éste que sea). Ya veremos que para Marx el mismísimo dinero debería ser el tiempo-trabajo… si eso no es tener precios rígidos, mis cojones son margaritas del campo. Es precisamente en una sociedad dictatorial («dictadura del proletariado») como la que pretendía Marx en un primer estadio de su “desarrollo socialista” y no en una libre donde se produce, irónicamente, el efecto monopolio del valor-trabajo por parte de una minoría. En una economía basada en teorías subjetivas del valor… los precios no son tan rígidos ni muchísimo menos: se modifican conforme vendedores y compradores, ofertantes y demandantes se dicen unos a otros (negocian) lo que piensan que deberían valer los bienes y servicios: a través de los índices de ventas (si se compra muy poco un producto, es señal para el vendedor de que debería bajarlo), a través de las hojas de sugerencia, hablando directamente en la transacción (regateando), “amenazando” con irse a la competencia (o yéndose, directamente) si el comprador percibe en exceso caro el producto, analizando el ritmo de venta (la velocidad a la que sale el stock a la venta), a través de los informes de calidad (donde se nota si el producto es de calidad o no), observando las tendencias, modas, preferencias, etc. Es un toma y un daca, una versión a gran escala del regateo en la plaza del mercado.

Eso en el marxismo… no está muy bien tratado que digamos. Es por eso que la inmensa mayoría de los economistas decimos que los marxistas no entienden muy bien las relaciones entre oferta y demanda.

Es decir, que en una economía de mercado libre se puede dar y, de hecho se da, explotación de unas personas hacia otras, pero no se da de forma uniforme, por narices, deviene de esa explotación todo el beneficio y sin poder hacer nada al respecto como defiende la TLV: en una economía basada en las teorías subjetivas del valor hay negociación continua en cuanto a lo que consideramos valor, no hay un ente que monopolice de manera absoluta lo que consideramos valor.

«Pero es que en el marxismo no se establecen precios rígidos por defecto».

Los cojones.

Aquí, un ejemplo en Venezuela por parte de un marxista declarado, abogando (¡más aún!) por ellos. Cito el texto porque no tiene desperdicio para poder ejemplificar cómo pretenden aplicar una Teoría del Labor marxista a una sociedad actual. Observad cómo se encuentra, punto por punto, lo que iremos advirtiendo en apartados posteriores sobre la implementación de una TLV a una economía (para que luego digan que me lo invento):

creemos conveniente enfocarnos no en una ley punitiva de precios justos, sino en la implementación de un nuevo sistema justo de Valor-Trabajo. Este sistema si abriría las compuertas hacia una verdadera transición de un sistema pre capitalista de precio-mercancía-trabajo, a uno socialista donde exista un verdadero equilibrio sobre el trabajo necesario y bien remunerado, el valor y no el precio de la mercancía.

Pero para esto debemos comenzar con un estricto estudio de todo nuestro sistema económico productivo. No podemos improvisar, este asunto seria prioritario para la nueva y revolucionaria AN que empezará a legislar en enero próximo.

Como todos sabemos cuándo hablamos de “Precio”, que es una medida económica capitalista, nos referimos a la cantidad en unidades monetarias que intercambiamos por bienes y servicios en un tiempo determinado. No así el “Valor”, este concepto es mucho más amplio y contiene el esfuerzo o fuerza de trabajo que realizan nuestros trabajadores en las diferentes ramas del aparato industrial nacional y privado, también incluye de manera subjetiva la necesidad del consumidor para satisfacer sus necesidades prioritarias del buen vivir. Podemos decir que el ciudadano consumidor no compra un producto, compra la satisfacción de una necesidad, por lo tanto, el “Valor” no es el “Precio”. Existe un “Valor” intrínseco que el ciudadano le asigna al producto para satisfacer un requerimiento de vida.

En una economía de mercado toda mercancía o servicio tiene “Precio”, pero realmente lo que paga el ciudadano es el “Valor” que tiene el producto. El “Valor” de un producto puede ser cuantificable allí interviene el trabajo necesario de los obreros, operarios, empleados, el capital, la infraestructura, maquinarias etcétera, como lo dice la teoría clásica, y como dice Marx…” El valor de las cosas reside únicamente en el tiempo de trabajo dedicado a producirlas incluyendo en el mismo los factores que requiere esa producción”… Por consiguiente el “Valor” se mide en “unidades” de trabajo con la condición de que este trabajo sea “Socialmente Necesario”. Podemos decir con Marx:.. “El Precio es la medida del Valor”… En el sistema de economía de mercado o capitalismo puro, hay un tiempo en horas de trabajo que el trabajador realiza gratuitamente para el beneficio exclusivo del empresario capitalista, y otro tiempo en horas que trabaja para sí mismo recibiendo una retribución en dinero o especies. La diferencia entre el “Valor” del producto fabricado por el trabajador y su consiguiente “Valor” de venta al mercado es denominado plus valor. La mercancía fabricada por el trabajador venezolano tiene un “Valor de Uso” y también tiene un “Valor de Cambio” es decir alguien está dispuesto a pagar un “Precio” por esa mercancía, el empresario capitalista para maximizar su ganancia lo vende en el mercado a un valor mayor de lo que ha costado su propia producción, incluido gastos de materia prima, herramientas, salarios, etc. Esta diferencia es lo que denomina Marx Plus valor.

Más claro lo que piensan los marxistas, agua que baja del monte. ¿Que el marxismo no predica precios rígidos? Me voy a tener que acordar de vuestra madre.

«Bueno, vale, lo reconozco, los marxistas (o la mayoría de ellos) predican el utilizar precios rígidos o más o menos predeterminados, pero Marx no dijo nunca eso. Marx nunca dijo cuál debería ser un precio ideal».

Una vez más, los cojones.

Aparte de que aplicando una TLV te sale implícitamente un sistema de precios rígidos ya de por sí (obvio, si para su creador las cosas tienen un valor objetivo, es más que lógico que si se aplica en la práctica su teoría en la cual las cosas deban tener un precio más o menos en relación a ese valor objetivo te va a salir un sistema de precios que no se mueve precisamente mucho)… aparte, insisto, POR SUPUESTO que lo dijo y bien clarito lo que debían ser los precios ideales según él:

The hazy notion about the ideal measure of money fades away in the last words and its real mental content becomes clear. Pound, shilling, etc., the names of account of gold, are said to be names representing definite quantities of labour-time. Since labour-time is the substance and the inherent measure of value, the names thus indeed express the value relations themselves. In other words it is asserted that labour-time is the real standard of money.

«En otras palabras, queda demostrado que el tiempo-trabajo es el auténtico patrón del dinero».

Punto y final y zas en toda la boca, marxistas: el estándar del dinero, de la medida con la que se compran las cosas debería ser el tiempo-trabajo según Marx.

Más de uno se habrá quedado de piedra al leer eso. Es lógico. Aquí el personal se cree que Marx es sólo Das Kapital y se «olvida» de que existen textos como La Crítica de la Economía Política.

Je, y después nos acusan a los demás economistas de «es que no has leído a Marx». Me he leído a Marx más veces y mejor que vosotros, marxistas, que no paráis de repetir cosas como «eso no lo dijo nunca Marx» y cuando se os ponen las citas por delante os ponéis blancos como la cal de miedo y ya empezáis con «bueno, pero es que no lo has entendido». Nótese por favor que esta sucesión de debates de esta manera muestra a las claras la indignidad de muchos marxistas que, si de verdad se hubieran leído a Marx empezarían admitiendo la verdad y no diciendo «no dijo eso nunca» para después tener la cara tan dura de decir «bueno, sí, pero es que no lo has entendido» como si no pasara nada. Que algunos de vosotros penséis o creáis algo diferente, es otra cosa y a los economistas sensatos ya nos importa poco. De todas formas no hacía ni falta que lo dejara tan claro… ¡canta por sí mismo! Insisto: ya tan sólo hablando que el valor proviene de una «sustancia generadora de valor» que es de carácter objetivo (en su caso, el trabajo socialmente necesario) Marx ya está afirmando implícitamente que podrían existir precios acordes a ese valor objetivo especialmente en la fase socialista de la sociedad, esto es, la pre-comunista.

En fin.

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Hay más inferencias que se pueden hacer en el tratamiento de las teorías subjetivas del valor, pero dado que no quiero desviarme mucho del tema (el artículo está resultando largo de narices) y que no todos los autores se ponen de acuerdo en estas inferencias de índole menor, procedo a continuar con el grueso de la explicación de esta teoría subjetiva del valor.

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4.1.1. ¿Cómo se dieron cuenta los economistas de que la teoría del valor-trabajo de Marx era fallida?

Los economistas se dieron cuenta de que la TLV era falsa porque se fijaron en que dados dos productos (bienes o servicios) en los que se hubiera empleado el mismo “trabajo socialmente necesario” para producirlos, no tenían por qué tener obligatoriamente ni el mismo valor para los individuos ni tienen el mismo precio si tienen alguna diferencia no debida al “trabajo socialmente necesario” entre ellos.

Vamos a ver unos cuantos ejemplos.

A) Imaginaos a un minero, picando bajo tierra en una mina de carbón. En un momento dado, le arrea un picotazo a una roca y se encuentra dentro de ella dos diamantes con la misma forma, el mismo tamaño, peso, kilates, etc. Son iguales salvo en un detalle: uno es transparente, y el otro es “sucio”, con impurezas, en cuanto a color.

[Nota: como observo que hay mucho imbécil que se agarra a un clavo ardiendo para escaquearse, vamos a ejemplificarlo mejor: muchos marxistas dicen que un minero no representa a la sociedad en su conjunto. Primero que eso importa un carajo. ¿Por qué? Porque el problema es que los muy imbéciles no se dan cuenta de que ya haya sido UNO o hayan sido VEINTE los mineros que se han encontrado A LA VEZ dentro de una roca los dos diamantes con el mismo peso, tamaño, etc., pero que son de diferente color… LA DIFERENCIA EN PRECIO DE LOS DIAMANTES SIGUE EXISTIENDO LO HAYAN EXCAVADO UNO… O VEINTE MINEROS. O los hayan excavado un conglomerado de corporaciones… o lo haya excavado la sociedad en su conjunto. Al joyero (al comprador) le van a importar una o veinte mierdas que a los diamantes los hayan excavado uno, veinte o siete corporaciones: NO VA A PAGAR LO MISMO POR UNO QUE POR OTRO.

¿Veis ya cómo mienten los marxistas? Poneos en mejor posición si lo queréis ver más claro: imaginaos que es un minero de los que sacan mineral de lavar el río: un solo individuo que es él el que gestiona su propio negocio, como durante la época del boom del oro californiano, se encuentra esa roca, la abre y se encuentra con dos diamantes con el mismo peso, tamaño, color, etc. Independientemente de lo que piensen o crean los marxistas, el joyero, el comprador, no va a valorar igual el producto en sí independientemente de la fuente de trabajo que la haya obtenido.

¿Acaso el comprador va a estar dispuesto a pagar más por un diamante que por el otro simplemente porque en vez de un minero lo hayan excavado veinte? ¿El comprador pregunta normalmente cuántos mineros han sacado los dos diamantes de la mina… para así saber cuánto ha de cobrarle al que le traiga los diamantes?

Los marxistas os asegurarán con la voz temblando de ira que el diamante transparente vale más porque ha costado más producirlo.

A lo que hay que responder: «y una mierda».

Por ponerlo de una forma que hasta el más tonto pueda entender… sacar de una mina un diamante transparente NO HA COSTADO MÁS TRABAJO SOCIALMENTE NECESARIO QUE UNO SUCIO, no ha costado más trabajo POR SER MÁS ESCASO. No se han empleado métodos diferentes, no ha costado más trabajo sacar el diamante sucio de la roca que el transparente. Los mineros se lían a picar y lo que salga de las rocas, salió, sea un diamante transparente o uno sucio. Los mineros van a vender todo lo que saquen que consideren de valor. El proceso de valorar esos productos de manera diferente (el transparente más) se produce al margen de la acción de picar en la mina, se produce a la hora de ser vendido/adquirido por el interesado.]

El minero (o mineros, o conglomerados, etc.) va a vender los diamantes que ha conseguido con el fruto de su trabajo. Los dos diamantes han costado el mismo “trabajo-tiempo socialmente necesario” para ser extraídos en el caso de ser un solo minero: los ha extraído la misma persona, con las mismas habilidades, el mismo tiempo le ha llevado, ha utilizado la misma herramienta, etc. En teoría, según la TLV marxista, deberían valer lo mismo, ¿verdad?

Pues no valen lo mismo.

El diamante transparente va a ser más valorado y el minero va a poder venderlo más caro que el diamante con impurezas.

De hecho, es así como sucede en la vida real: los diamantes transparentes, los que menos imperfecciones de color tienen (o los que tienen colores más “raros” y difíciles de encontrar), son mucho más valorados y se piden por ellos precios más elevados (son más caros) que por aquellos que tienen más “defectos” o impurezas (los llamados en inglés, borts o bortz). Los diamantes transparentes o con menos impurezas son utilizados para joyería, principalmente, y los de color más “sucio” y con más impurezas se emplean más para usos industriales como, por ejemplo, brocas de perforación geológica, sierras, cortadoras, lijadoras (el diamante es uno de los materiales más duros de la naturaleza, y es muy apropiado para ese tipo de tareas, junto por su conductividad térmica) e incluso su polvo se utiliza como abrasivo. Los diamantes, en joyería, se emplean para lucirlos y en industria, para trabajar con ellos. Es más: al joyero, al comprador, no le importa un carajo quién o cuántas personas los hayan obtenido o cuánto trabajo socialmente necesario ha costado obtener los diamantes: NO VA A ESTAR DISPUESTO A PAGAR LO MISMO POR LOS DOS… porque son diferentes en valor independientemente de eso.

Que no se “escaqueen” los marxistas con sus habituales excusas: la industria reconoce, admite y cuantifica abiertamente en precios esas diferencias:

Fuente 1: guía para comprar diamantes.

Fuente 2.

Fuente 3.

Fuente 4.

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B) Dados dos libros en los que se haya empleado el mismo trabajo socialmente necesario para producirlos (un mismo autor produce dos libros en los que ha tardado exactamente lo mismo, la habilidad para redactarlos ha sido, por tanto, la misma, tienen el mismo número de páginas, etc.) no tienen por qué ser valorados igualmente ni se les tiene por qué pedir el mismo precio por ellos si, por ejemplo, la temática de la que tratan no es la misma (uno es un libro de poesía y el otro, un manual técnico)…

Una de mis habituales, Ibeth Rivero Cantillo, estudiante de Económicas colombiana, me realizó un comentario jocoso con un ejemplo muy parecido, al hablar sobre la Teoría del Valor marxista:

[…] da mucha risa como pisoteas los sueños de los neomarxistas sin mucho esfuerzo intelectual, de hecho, esa idea es tan ridícula que se puede refutar usando exclusivamente el sentido común, no hace falta hacer una revisión bibliográfica sobre todas las teorías u observaciones que se han hecho sobre el valor de las cosas. Empezando porque ni ellos le dan “valor objetivo” e “igualitario” a todas las cosas, por ejemplo los trabajos de producción intelectual, si tú pones a Milton Friedman y a Marx a producir un libro con igual número de páginas y con un tiempo de realización igual, los muy pendejos se quedarían con el de Marx, y ellos saben por qué, que es lo peor.

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C) Este ejemplo también lo puse en otro artículo, para señalar que los marxistas tienen la manía de ver a los consumidores como entes robóticos que van a comprar lo que ellos digan y como ellos digan. Es lo que se suele llamar informalmente, la “errónea visión marxista de la naturaleza humana” o “falso objetivismo marxista”.

La gente se comporta de modos muy diferentes, lo que incluye su “comportamiento económico”.

Veamos el caso del café… Mi suegra y mi madre, por ejemplo, compran el café por el regusto que les da el olor del café.

Dados dos kilogramos tipos de café que han “costado” el mismo tiempo socialmente necesario producirlos, el A y el B… resulta que el café A “huele mejor” para la mayoría de las personas. La gente tenderá a comprar el café A. ¿Por qué? ¡¡¡Porque les gusta más!!! Incluso aunque el café B tenga mejores propiedades o mejor calidad de grano que el A. El material o producto subjetivamente más valioso se agotará antes (especialmente si le pones el mismo precio por narices que a un posible sustitutivo).

El café A desaparecerá de las estanterías mientras que el B acumulará polvo y no se venderá o se venderá menos que el A.

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D) De todos los ejemplos expuestos ya pueden salir un montón de cuestiones más que los más listos de entre vosotros podréis haber intuido. Como ya se fijó el mismo David Ricardo en su día, existen productos que han costado un determinado trabajo el producirlos (por ejemplo, el vino) y que se han valorado en una cantidad x de dinero en su momento. Pero, transcurrido algún tiempo, esos objetos incrementan su valor y su precio de manera muy considerable, muy por encima de sus costes de mantenimiento durante ese tiempo. Como le sucede al vino… y a las obras de arte. ¿Cuántos de vosotros no habréis leído o visto en las noticias que se ha encontrado un cuadro de un gran maestro de la pintura abandonado en un trastero? Aquí, un caso con un cuadro de Paul Cézanne.

¿Por cuánto se pudo vender en su momento aquel cuadro? Una cantidad determinada. ¿Por cuánto se puede vender ahora, muchos años después de haber sido terminado? Por una salvajada de dinero, muy por encima de aquella cantidad determinada (y por encima del aumento de la inflación). ¿Por qué es eso así, si ahora el cuadro es más viejo y está más dañado y descolorido? ¿Por qué no han sufrido un incremento proporcional los otros objetos del trastero (paraguas, sillas, herramientas)? Algunos de esos otros objetos, de hecho, han perdido valor al haber envejecido y no son considerados más que “trastos”. ¿Vosotros creéis que todo el tiempo que estuvo el cuadro en el trastero justifica el incremento de su precio por los “costes de mantenimiento” (la justificación que se suelen buscar los marxistas para estos casos)? Va a ser que no. ¿Por qué se valora más a ese cuadro y no a otros cuadros de otros autores menos reconocidos?

Porque le sale de las narices al que está dispuesto a comprarlo.

El valor del cuadro está no en cuánto haya costado producirlo (trabajo o lo que sea)… sino en la utilidad que para el comprador tiene. El vendedor lo sabe, y pone el precio en consecuencia. Después, es hora de negociar.

Pongamos otro ejemplo con un objeto de anticuario que no sea de carácter único. Por ejemplo, un jarrón chino, que se produjeron masivamente durante la China antigua. ¿Cuánto costó producirlo en su momento? ¿Cuánto vale ahora? Fabricad un jarrón chino hoy en día. Ponedle precio. ¿Vale igual un jarrón chino antiguo que uno fabricado con peores métodos hace dos mil años? Casi seguro que el antiguo está arañado y desconchado o tiene defectos. Seguro que el antiguo vale más que el producido industrialmente en la actualidad.

Ésa es la razón por la que existe el fenómeno del coleccionismo: el valor de un objeto varía a lo largo del tiempo al margen del trabajo socialmente necesario empleado en su producción y mantenimiento.

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Como me dijo otro de mis habituales, Daniel García, los marxistas son especialmente “creativos” a la hora de intentar combatir este tipo de ejemplos. Se pasan la mayor parte del tiempo intentando mostrar que las diferencias de valor y precio entre dos productos aparentemente similares en trabajo socialmente necesario… son debidas no a la utilidad-valoración personal que para las personas tengan esas diferencias… sino a que se ha empleado de alguna manera más trabajo socialmente necesario en la elaboración de uno de esos productos que en el otro. Lo siento, pero “no cuela”.

Acorraladles: que ellos mismos pongan un ejemplo, el que quieran, de dos productos en los que se haya empleado el mismo trabajo socialmente necesario para producirlos, pero que tengan diferencias no debidas al trabajo socialmente necesario. Podréis observar por vosotros mismos que no se valoran igual. ¿Por qué es eso así? Porque, en última instancia, no es el trabajo (socialmente necesario o no) lo que está tras el valor de las cosas.

Es por todo esto que hemos hablado que existen los descuentos para las ropas pasadas de moda, por qué se rebajan los productos obsoletos (outlets), por qué se rebajan los precios de los productos rotos o dañados (“venta proactiva”, je…), por qué hay ofertas, por qué se revalorizan (o desvalorizan) las obras de arte… y por qué existen la publicidad y el marketing (mi especialidad). Porque los productores (la industria, etc.) son conscientes de que las personas valoran las cosas por lo que para ellas tienen de valor, por sus gustos, preferencias y circunstancias personales (como la cantidad de dinero de que dispongamos)… no por el trabajo que haya costado producirlas.

Es por eso que unas personas compramos unas cosas… y otros, otras.

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Quiero que veáis y entendáis dos puntos de lo ya visto hasta ahora, antes de poder entender qué es lo que proponen los demás economistas como explicación al porqué del valor de las cosas (la utilidad):

1) Al margen de que exista o no otra explicación para por qué las cosas valen… la teoría del valor-trabajo marxista es falsa en sí misma.

2) Es decir, si mañana descubriéramos que la utilidad marginal fuera falsa, no estuviera suficientemente definida, normalizada o concretada, la teoría del valor-trabajo seguiría siendo falsa.

Y digo esto porque muchos marxistas se creen que con intentar desacreditar la utilidad o las demás teorías subjetivas del valor, ya se va a volver la teoría del valor-trabajo auténtica. No. La teoría del valor-trabajo marxista es falsa en sí misma, ya queda refutada meramente con pararse a analizarla o ponerla en práctica en una economía, si bien es cierto que hablando con más rigor científico, si los economistas no aceptan la TLV no es sólo porque sea falsa en sí misma… sino porque hay mejores explicaciones para el porqué del valor de las cosas.

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4.1.2. ¿Qué proponen los economistas como alternativa a la teoría del valor-trabajo? La utilidad marginal. ¿Qué es eso?

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Ya hemos visto que los economistas se dieron cuenta relativamente pronto de que no era ni el trabajo ni el trabajo socialmente necesario ni nada relacionado con el trabajo lo que estaba tras el valor de las cosas.

Cuidado, una advertencia: no es que los economistas no tengamos en cuenta el trabajo que haya costado producir algo… ni muchísimo menos. De hecho, los costes laborales de fabricar un producto se hallan incluidos en el cálculo del precio de los productos, generalmente. Simplemente decimos que el trabajo (socialmente necesario o del tipo que sea) no es lo que está en última instancia tras el valor de las cosas. Es por eso que muchas veces (muchísimas) el precio de algo no es igual al valor que nosotros le damos a ese bien o servicio.

Y entonces, ¿qué es lo que está tras el valor de las cosas?

Los economistas clásicos ya se dieron cuenta de que era prácticamente imposible ponerse de acuerdo en que hubiera un único “algo” fijo tras el valor que todos le dábamos a las cosas. Ni siquiera cuestiones tan aparentemente claras como el agua, que es necesariamente valiosa para poder vivir… eran valoradas de igual forma por todas las personas. Es más, se fijaron en que la gente… ¡estaba más dispuesta a pagar una gran suma de dinero por una cantidad de diamantes que por la misma cantidad (masa) de agua! ¿Cómo era eso posible? ¡Si el agua es vital para la supervivencia y los diamantes eran en aquella época (siglo XIX) apenas nada más que objetos de vanidad!

Parecía como si cada persona valorara las cosas de manera diferente. ¡Un momento! ¿Cada persona? ¿De manera diferente?

Y por ahí ya empezaron a darse cuenta que no era una sola cosa, una sola variable, por decirlo así, la que constituía el valor de las cosas. El valor y, por ende, los precios, estaban constituidos por innumerables variables. Cada persona era un mundo y cada una valoraba los bienes conforme a sus necesidades, gustos, preferencias, circunstancias personales (el dinero del que se disponía), etc.

Así pues, lo que está tras el valor de las cosas es tan simple y a la vez tan complejo como… lo que nosotros queramos valorar, la utilidad, el uso que esas cosas tengan para nosotros: lo que a nosotros nos parezca, en suma.

¿Y cómo se demuestra eso empíricamente?

Al principio, sólo “se lo olían”. Los economistas más antiguos no fueron capaces de sistematizar eso…

Aristóteles en su Política ya se dio cuenta en su momento de que la posesión de bienes, pasado un punto concreto de acumulación dejan de tener utilidad para su poseedor.

Galiani y Turgot, por ejemplo, ya en el siglo XVIII hablaban del valor de los productos en referencia a la escasez de éstos… y de la utilidad para su poseedor. Y multitud de otros estudiosos y economistas hicieron notar este concepto a lo largo de los siglos (Ibn Jaldún, Genovesi, Bonnot, Ortes, Cesare di Beccaria, Carli, Wateley, Bernoulli, Cramer, Forster Lloyd, John Law, Nassau William senior, Dupuit, Gossen, etc., etc.).

Pero ya en tiempos de Adam Smith terminó por dejar muchísimo más claro este concepto al ilustrarlo con la llamada “paradoja del agua y los diamantes” o “paradoja del valor” (si bien fue utilizada bajo diferentes formas por autores más “filosóficos” y menos “economistas” como Copérnico o Locke):

Ahora procederé a examinar las reglas que los hombres observan de manera natural en el intercambio de bienes por dinero o de unos por otros. Estas reglas determinan qué puede ser llamando lo relativo o el valor de intercambio de los bienes. La palabra valor, hay que hacerlo notar, tiene dos significados diferentes, y a veces expresa la utilidad de algún objeto en particular, y a veces el poder de adquirir otros bienes que la posesión de ese objeto conlleva. El primero puede ser llamado “valor de uso”, el otro, “valor de intercambio”. Las cosas que tienen el mayor valor en uso tienen frecuentemente poco o ningún valor de intercambio. Por el contrario, aquellos que tienen el mayor valor de intercambio tienen poco o ningún valor de uso. Nada es más útil que el agua: pero no se puede adquirir nada escaso con ella; cualquier cosa escasa puede ser intercambiada por ella. Un diamante, por el contrario, no tiene prácticamente ningún valor de uso; pero una gran cantidad de otros bienes pueden ser intercambiados por éste.

Es decir, que los economistas antiguos eran más que conscientes de que las cosas valían no sólo por su utilidad “normal” sino también según por lo que las personas que poseían ese bien consideraran de utilidad para ellas. Y eso estaba relacionada con lo escasas que fueran las cosas, claro está.

Y eso se pudo acabar por sistematizar y demostrar empíricamente cuando varios economistas del siglo XIX (Jevons y Walras de manera científica, y Menger, por “observación directa”) se dieron cuenta de que si tomábamos un producto, e íbamos suministrándole una cantidad de uno de ese mismo producto (por ejemplo, un vaso de agua tras otro), el individuo al que le dábamos ese producto, lo valoraba de forma diferente conforme se lo íbamos suministrando, hasta llegar a un punto en el que se hartaba de ese producto o no sabía lo que hacer con él y empezaba a valorarlo menos.

A eso dieron en llamar “utilidad marginal”.

Se dieron cuenta de que las personas valoraban las cosas no por la utilidad total que para ellas tuvieran todos los bienes de ese mismo tipo existentes en el mundo, sino por la utilidad que para ellas tenían: cualquier persona decía que toda el agua del mundo es más valiosa que todos los diamantes del mundo, pero una cantidad pequeña de agua contra la misma pequeña cantidad de diamantes era menos valiosa. Haced lo siguiente para verlo más claro:

Tomad toda el agua del mundo y asignadle un valor.

Tomad todos los diamantes del mundo y asignadles un valor.

Gana el agua.

Dividid el valor de toda el agua del mundo entre toda el agua del mundo (por ejemplo, 33 cl ó 330 g de agua).

Dividid el valor de todos los diamantes del mundo y divididlo entre todos los diamantes del mundo (por ejemplo, 330 g de diamantes).

Seguro que ganan los diamantes.

Veamos unas cuantas definiciones a ver si lo veis más claro:
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Este concepto [utilidad marginal] resulta crucial para la ciencia económica, tanto es así que está en la base, y ha dado el nombre, a toda una corriente de pensamiento, el marginalismo. La utilidad marginal se refiere al aumento o disminución de la utilidad total que acompaña al aumento o disminución de la cantidad que se posee de un bien o conjunto de bienes y es, matemáticamente, igual a la derivada de la curva que describe la función de utilidad a medida que aumentan los bienes a disposición del consumidor.

Cuando un individuo adquiere unidades adicionales de una mercancía la satisfacción o utilidad que obtiene de las mismas va, desde luego, aumentando; pero dicho aumento no es proporcional o constante, pues cada vez resulta menor la utilidad obtenida de la última unidad considerada. Llegará un punto en que, por lo tanto, se alcance el máximo de utilidad y, a partir de este punto, podrá haber incluso una utilidad negativa, pues unidades adicionales del bien resultarán en definitiva una molestia, produciéndose entonces una desutilidad. Es posible que a una persona le guste tener un perro, o tal vez dos o tres, pero es casi seguro que estará dispuesta a pagar para que alguien se lleve a su décimo o vigésimo perro.

Este comportamiento del consumidor queda expresado entonces en lo que se llama la Ley de la utilidad marginal decreciente, que puede ser enunciada diciendo que a medida que el consumo de una mercancía aumenta en un individuo, manteniéndose constante todo lo demás, su utilidad marginal derivada de esta mercancía decrecerá. La ley de la utilidad marginal decreciente sirve para explicar el comportamiento de la demanda: Los gastos de una persona en los diferentes bienes reflejan su escala de preferencias y el nivel de su renta; de la ley enunciada se sigue que la utilidad total, obtenida del gasto de un ingreso dado, alcanzará su máximo cuando el gasto se distribuya de un modo tal que cada unidad de gasto (unidad monetaria) determine utilidades marginales iguales para todos ellos; debido a que los precios de los bienes difieren debiera decirse, para enunciar la afirmación anterior con más exactitud, que la utilidad en realidad se maximiza cuando las utilidades marginales de los bienes son proporcionales a los precios relativos de ellos. Esta es la condición de equilibrio para el individuo, considerado como consumidor. La ley de la utilidad marginal decreciente permite entender, entonces, cómo opera la demanda de un determinado bien o servicio, pues no es la utilidad que una mercancía aisladamente produce la que determina su demanda, sino la utilidad marginal que ésta posea para él en las circunstancias concretas en que se produce su elección.

Fuente.

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Utilidad marginal es el cambio en la Utilidad total que experimenta el Consumidor a consecuencia de variar en una cantidad muy pequeña el Consumo de un determinado Bien, permaneciendo constante el Consumo de los otros Bienes.
Del concepto de Utilidad Marginal se deriva la ley de la Utilidad Marginal Decreciente.
Dicha ley postula que a medida que un individuo consume unidades adicionales de un Bien, la satisfacción o Utilidad total que obtiene aumentará, pero en una proporción cada vez menor, hasta llegar un momento en que consumir más unidades de dicho Bien le ocasionará una desutilidad, es decir, molestias.
Como ejemplo de ello, considere la gran satisfacción que brinda beber un vaso de agua fría en un día caluroso, y tal vez también un segundo vaso. Pero después de diez vasos de agua posiblemente tengamos más molestias que satisfacción.

Fuente.
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Utilidad marginal:
En la medida en que el individuo posee mayor cantidad de un bien, la utilidad que le atribuye a cada unidad del bien disminuye en relación directa al aumento de unidades del bien de que se trate. A esto se le conoce como ley de la utilidad decreciente. Por el contrario, cuando el individuo posee pocas unidades de un bien, le atribuye mayor importancia a cada una; es decir cada unidad del bien tendrá para él mayor utilidad.

Fuente.
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Seguramente vosotros os estaréis diciendo… “Menuda gilipollez, ¿y eso de la utilidad marginal es tan importante? ¡Pero si es obvio! Es más que sabido que mucho de una misma cosa acaba cansando o siendo perjudicial… que las cosas se valoran hasta cierto punto, pasado el cual pasan a dejar de ser consideradas tan valiosas y pueden ser incluso perjudiciales”.

No voy a negar que el concepto es bastante simple y más que obvio, pero su descubrimiento y sistematización supuso una revolución en el estudio de la Economía porque suponía un ruptura con lo que se creía hasta entonces en el mundo académico y era que las cosas valían siempre de por sí lo mismo (teoría clásica del equilibrio).

El descubrimiento fue realizado más o menos simultáneamente en el tiempo y de manera independiente por:

-El economista inglés William Stanley Jevons quien fue el primero en realizar ese descubrimiento en 1862 al publicar un bosquejo de la teoría de utilidad marginal en su A General Mathematical Theory of Political Economy (“Teoría matemática general de la política económica”).

Como era un señor inglés muy serio y un profesor de Lógica y de Matemáticas, desarrolló a conciencia el concepto descubierto por él en un informe publicado en 1871 bajo el nombre de The Theory of Political Economy (“Teoría de la política económica”).

Carl Menger, austríaco, presentó su descubrimiento en 1871 en su Grundsätze der Volkswirtschaftslehre (traducido como “Principios de economía política”).

-El economista suizo Marie-Esprit-Léon Walras publicó ese descubrimiento un poco después de Menger en su Éléments d’économie politique pure, ou théorie de la richesse sociale (“Elementos de economía política pura o teoría de la riqueza social”) en 1874 como parte de una exposición matemática.

A veces se mencionan adicionalmente a otros descubridores coetáneos, pero estos tres fueron los considerados autores de la llamada “revolución marginalista” en Economía. Los más importantes, vaya.

Vamos a ver esto más detalladamente… con un ejemplo, para que veáis cómo descubrieron científicamente Walras y Jevons (el austríaco Menger hizo “otra cosa”) la utilidad marginal.

El inglés William Stanley Jevons (1835 – 1882), a la derecha y el francés Marie-Ésprit-Léon Walras (1834 - 1910), en el centro de la imagen, fueron los descubridores científicos de la teoría de la utilidad marginal. En ocasiones leeréis que también se incluye al austríaco Carl Menger (1840 - 1921) como miembro de la tríada de descubridores de esta teoría económica, pero no en todas las obras sobre Economía. Ello es debido a que si bien Menger descubrió por su parte el concepto independientemente, lo hizo sin seguir una metodología científica.

El inglés William Stanley Jevons (1835 – 1882), a la izquierda, y el francés Marie-Ésprit-Léon Walras (1834 – 1910), en el centro de la imagen, fueron los descubridores científicos de la teoría de la utilidad marginal. En ocasiones leeréis que también se incluye al austríaco Carl Menger (1840 – 1921), a la derecha, como miembro de la tríada de descubridores de esta teoría económica, pero no en todas las obras sobre Economía. Ello es debido a que si bien Menger descubrió por su parte el concepto independientemente, lo hizo sin seguir una metodología científica.

¿Dónde reside entonces la aportación de la “revolución marginalista”?

Bueno, pues la teoría marginalista (o de la utilidad marginal) viene a decir que el precio al que un bien se comercializa viene dado no por cuánto trabajo haya costado producirlo, ni por cuán útil sea de por sí (utilidad total), sino que el precio está determinado por la utilidad marginal.

La utilidad marginal de un bien es el uso de menor importancia que a ese bien le conceda una persona.

Explicando la paradoja del agua y los diamantes, los marginalistas dicen que lo que importa no es la utilidad total del agua o de los diamantes, sino la utilidad de cada unidad de agua o de diamantes. Es cierto, como decía Adam Smith, que la utilidad del agua es de importancia vital para las personas (sin agua no se puede vivir). Sin embargo… hay tanta agua en el mundo que la utilidad marginal del agua es baja.

Es decir, que los marginalistas supieron explicar la paradoja del agua y los diamantes, no sólo exponerla.

A ver… por cada unidad adicional de agua (pongamos un vaso de 33 cl) que esté disponible para una persona, esa persona le aplicará a esa unidad usos cada vez menos “urgentes”.

En un día de verano muy caluroso y estando sediento, el primer vaso de agua fresquita es vital. Nos lo vamos a meter entre pecho y espalda seguro, seguro. Probablemente hagamos lo mismo con el segundo y tercer vaso, pero… conforme tengamos más y más vasos de agua… llegará un punto en el que, satisfecha nuestra necesidad más urgente (beber, para saciar la sed y mantener nuestra vida), empecemos a hacer otras cosas menos urgentes con esos vasos de agua a nuestra disposición:

-echarnos agua encima para refrescarnos; una vez cumplido eso…
-regar una planta; una vez cumplido eso…
-limpiar o fregar; una vez cumplido eso…
-llenar una pistola de agua y liarnos a “tiros de mojar” con nuestros amigos.

Bueno, esa sucesión es un ejemplo, y depende de la utilidad marginal de cada persona que no es la misma para todos. Hay gente que no necesitará refrescarse, otra que no tenga plantas que regar, etc. Lo que dice esta teoría de la utilidad marginal es que es la importancia en términos de urgencia que una persona le conceda a un bien lo que cuenta. Obviamente, cuando estamos sedientos estamos dispuestos a pagar una burrada por el primer vaso de agua pero conforme tengamos satisfechas nuestras necesidades más urgentes cada vez estaremos dispuestos a pagar menos… porque tendrá menos utilidad para nosotros.

De esta manera, el valor del agua desciende conforme aumenta el suministro o disponibilidad de agua.

¿Hasta ahí claro?

Por el contrario, los diamantes están muuuucho menos disponibles. Su suministro es mucho menor. Tan baja es su disponibilidad que la utilidad de cada diamante es mayor que la de un vaso de agua, cuya disponibilidad es tremendamente abundante (es mucho más fácil obtener un vaso de agua que un diamante). Es por eso que los diamantes son más valiosos para las personas, que están dispuestas a pagar un precio más alto por un diamante que por un vaso de agua, y es por lo que los vendedores de diamantes exigen un precio más alto por un diamante que por un vaso de agua.

De la misma forma, la utilidad no es constante para una persona. Alguien que se quede encerrado como en Las minas del rey Salomón, rodeado de diamantes pero sin una gota de agua estará más que dispuesto a cambiar todos esos diamantes por un vaso de agua transcurrido el tiempo oportuno (¿habéis leído la novela? Eso mismo les sucede a los protagonistas, y es un claro ejemplo de advertencia moral sobre la codicia).

Como podéis observar, los marginalistas no se limitaban a constatar el hecho de que el agua valía menos que los diamantes sino que explicaban por qué el agua valía menos que los diamantes. Ésa es su aportación. Importante, pero simple, insisto.

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4.1.3. Explicación matemática de la utilidad marginal. Un ejemplo.

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Supongamos que un consumidor racional (uno “normal”, o “medio”, que no esté chiflado) debe decidir gastar su ingreso disponible (“presupuesto”) entre n bienes con algún criterio de optimización (obtener la máxima satisfacción con el presupuesto disponible). Normal y lógicamente reflejamos de manera matemática ese deseo de máxima optimización asumiendo la existencia de una función escalar U para cada consumidor definida sobre el conjunto de combinaciones de n bienes que mide la utilidad o satisfacción total U(c) que obtendrá el consumidor después de haber consumido una combinación de bienes dada por las cantidades (q1,…,qn):

Es decir, que se puede obtener una satisfacción óptima de resultas de combinar el gasto o consumo de diversos bienes dentro de nuestro presupuesto.

En esas condiciones se define la utilidad marginal asociada al bien i como el aumento de la utilidad total al consumir una unidad adicional del bien i.

Es decir, que la utilidad marginal de un bien en concreto es cuánto aumenta nuestra utilidad total si aumentamos nuestro consumo del bien en una unidad (si tengo ocho vasos de agua, ¿en cuánto aumenta mi satisfacción-utilidad total si obtengo un vaso más?).

Vamos a verlo con un ejemplo:

Si tengo 0 vasos de agua de 33 cl cada uno, calificaré subjetivamente esa posesión de 0 vasos de agua como… nada, lógicamente. No tengo vasos, no estoy dispuesto a pagar un céntimo por lo que no está disponible; esa situación no es “valiosa” para mí.

Si tengo 1 vaso de agua, le otorgaré una utilidad de 9. Esa utilidad es totalmente subjetiva. Le he puesto 9 como le podía haber puesto 37,5, es algo así como una puntuación que le otorgo al hecho de tener un vaso de agua, ¿entendéis? Estamos tratando de cuantificar lo que normalmente no se puede cuantificar (nuestra satisfacción con el consumo de bienes). Normalmente esas “utilidades personales” se miden o se intentan “cuantificar” mediante lo que estoy dispuesto a pagar por esos bienes (imaginaos que son 9 céntimos de euro).

Si obtengo un vaso de agua más (van 2), le otorgo una utilidad personal de 20.

Si obtengo un vaso de agua más (van 3), le otorgo una utilidad personal de 29.

Si obtengo un vaso de agua más (van 4), le otorgo una utilidad personal de 36.

Si obtengo un vaso de agua más (van 5), le otorgo una utilidad personal de 41.

Si obtengo un vaso de agua más (van 6), le otorgo una utilidad personal de 44.

Si obtengo un vaso de agua más (van 7), le otorgo una utilidad personal de 45.

Si obtengo un vaso de agua más (van 8), le otorgo una utilidad personal de 45.

Si obtengo un vaso de agua más (van 9), le otorgo una utilidad personal de 44.

Cantidad

Utilidad Marginal Utilidad Total
0 0
1 9 9
2 11 20
3 9 29
4 7 36
5 5 41
6 3 44
7 1 45
8 0 45
9 -1 44

Como podéis observar, conforme voy acumulando vasos de agua en mi posesión, llega un punto (vasos 7 y 8) en el que digo “¡basta! ¡Ya no necesito más vasos de agua!” o “empiezo a no saber qué hacer con tanto vaso de agua”, y por un vaso posterior al 7 (el 8) sólo estoy dispuesto a concederle la misma puntuación que teniendo 7 e, incluso, pasado ese punto de tener 8 vasos, le concedo una puntuación cada vez menor al hecho de poseer un vaso de agua más.

Observad una cosa bien curiosa… conforme voy aumentando en mi posesión un número cada vez mayor de vasos de agua, llega un momento en que, si bien mi satisfacción-utilidad total aumenta con cada vaso sucesivo que poseo, ese incremento de satisfacción es cada vez menor con respecto a la última adquisición.

Llega un momento, incluso, en que mi la utilidad total empieza a disminuir de tanto poseer el bien en cuestión.

¿Cómo lo puedo ver empíricamente aunque le esté concediendo valores subjetivos a la acumulación de esos bienes?

Con 0 vasos, no hay utilidad ni satisfacción que valga.

Con 1 vaso, tengo una utilidad total de 9 y una utilidad marginal de 9 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 0 vasos en 9). (9-0 = 9).

Con 2 vasos, utilidad total de 20 y utilidad marginal de 11 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 1 vaso en 11). (20-9 = 11).

Con 3 vasos, utilidad total de 29 y marginal de 9 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 2 vasos en 9). (29-20 = 9).

Con 4 vasos, utilidad total de 36 y marginal de 7 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 3 vasos en 7). (36-29 = 7).

Con 5 vasos, utilidad total de 41 y marginal de 5 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 4 vasos en 5). (41-36 = 5).

Con 6 vasos, utilidad total de 44 y marginal de 3 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 5 vasos en 3). (44-41 = 3).

Con 7 vasos, utilidad total de 45 y marginal de 1 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 6 vasos en 1). (45-44 = 1).

Con 8 vasos, utilidad total de 45 y marginal de 0 (he incrementado mi satisfacción con respecto al hecho de tener 7 vasos en 0). (45-45 = 0).

Con 9 vasos, utilidad total de 44 y marginal de -1 (he “incrementado” mi satisfacción con respecto al hecho de tener 8 vasos en -1). (44-45 = -1). De hecho, aquí empieza a decrecer la utilidad total: empieza a ser más negativo, perjudicial o inútil para mí el hecho de poseer (o adquirir) cada vez más vasos de agua.

Así demostramos empíricamente la utilidad marginal en una sucesión de acumulación de bienes. Restando a la puntuación total que estoy dispuesto a conceder a cada incremento en una unidad del bien, la puntuación que le otorgué anteriormente al hecho de tener una unidad menos.

Expresándolo gráficamente para que lo veáis más claro (la gráfica de arriba representa la utilidad total o UT y la de abajo, el resultado de representar la progresión de la utilidad marginal o UM)…

Punto de saturación es el punto donde yo me empiezo a “saturar” de poseer esos bienes y tras él sólo concedo la misma utilidad o menor al hecho de  incrementar el número de bienes, y punto de inflexión es el punto donde se indica que la tendencia del incremento de mi utilidad marginal alcanza su máximo (y normalmente empieza a decrecer después).

Pregunta: si tuviera muy poco dinero, ¿cuál sería la cantidad óptima de vasos se agua que podría comprar? En otras palabras, ¿cuál sería el mínimo de vasos de agua que podría adquirir para obtener el máximo de utilidad?

Respuesta: con dos vasos tengo el máximo aprovechamiento posible (o satisfacción-utilidad). Suponiendo que cada vaso de agua valga lo mismo en la tienda, dos es la menor cantidad posible para adquirir con la mayor utilidad proporcional (utilidad marginal)… para mí, que soy quien le ha dado ha estimado los valores de utilidad total a cada cantidad de vasos de agua. Ya dependerá de mi presupuesto si me puedo permitir el comprar hasta dos vasos de agua o no… pero lo más óptimo o eficiente para obtener la máxima satisfacción con los datos suministrados sería poder comprar dos.

Con 2 vasos obtengo la mayor utilidad marginal de toda la tabla. Es lo que me es más “aprovechable” de adquirir… y demostrado de manera empírica.

Es por eso que decimos que la utilidad marginal es el incremento de la utilidad total (U) del bien (con respecto a otro anterior, se entiende) dividido por el incremento del número de bienes.

Si admitimos que el bien i puede ser infinitamente divisible, la utilidad marginal u viene dada por:

A ver: utilidad marginal es igual a restar la utilidad total que le concedo a tener una cantidad de bienes (por ejemplo 2 vasos de agua) de la utilidad total que le concedí a un número menor de los mismos bienes (por ejemplo, 1 vaso de agua) dividido por el número de bienes.

Recordemos que la función de utilidad no es directamente medible y es subjetiva, es decir, depende de forma caprichosa de los gustos y deseos de cada consumidor. Diferentes consumidores obtendrán satisfacciones o utilidades diferentes de la misma combinación de bienes, según sea esta combinación más o menos acorde a sus gustos y deseos.

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Dicho de otra forma más simple…

Asumiendo el análisis del bien “X”, la utilidad marginal es la variación de la utilidad cuando se incrementa en una unidad el consumo del bien “X”. Si los cambios en el consumo del bien “X” son infinitamente pequeños, la utilidad marginal de “X” (Umgx) se define con la siguiente expresión matemática:

Umgx = δ U / δ Xi

(Incremento de la utilidad partido incremento del número de bienes).

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Viéndolo de otra forma más completa…

Bajo un caso especial en el que pudiéramos cuantificar la utilidad, el cambio en la utilidad de pasar del estado S1 al estado S2es:

Es decir, el incremento de la utilidad depende del incremento del estado S2con respecto al S1 (se resta el incremento que supone S2respecto a lo que constituía el primer estado de situación, S1). Esto es obvio, ¿no?

Si S1y S2 son diferenciables por valores de tan sólo una variable que ya está en sí misma cuantificada (p.e., un vaso de agua), entonces ya es posible hablar de un ratio de utilidad marginal del cambio en esa variable de acuerdo al tamaño del cambio.

…donde “c.p.”indica que la única variable independiente que cambia es

Asumimos que:

Es decir, que sabiendo que… …es una función basada en valores reales (y cuantificables) y que 0 es un número real, esta expresión significa que el límite de la función del incremento de las unidades cuantificables (conforme el incremento de  se aproxime a 0), es igual al resultado de la división del incremento de la utilidad dividido por el incremento de la unidad del bien . Siendo  la única variable independiente que cambia, recordemos.

Bueno, pues teniendo ya la función bien definida, utilizamos la “utilidad marginal” para referirnos a una derivada parcial, con lo cual obtenemos tenemos que:

…y así logramos averiguar que la disminución de la utilidad marginal se corresponde de igual manera que con:


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4.1.4. Cuestiones sobre la utilidad marginal. La ley de la Utilidad Marginal Decreciente.

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Y ahora, seguramente, muchos de vosotros os estaréis preguntando… “pues si tan claro está, ¿por qué se empeñan los marxistas en seguir defendiendo su teoría del valor-trabajo”?

Vamos a dejarlo claro ya desde el principio: ahí fuera hay mucha gente a la que le jode el que se dé por válida a la utilidad marginal. Y no son sólo los marxistas: filósofos y radicales políticos de todo tipo a los que les fastidia que se compruebe que la gente tiene individualismo y percepciones de valor diferentes.

Dado que la existencia de la utilidad marginal fastidia los principios de mucha gente, ha sido atacada por activa y por pasiva de centenares de formas… diferentes, a ver si la podían desacreditar.

Quiero que veáis una serie de cuestiones:

1) La utilidad marginal puede que no sea perfecta (o que no esté perfectamente expuesta, mejor dicho), pero es más y mejor explicación al porqué del valor de las cosas que la TLV. El hecho de que la gente tenga y muestre preferencias de valor (y que organicen sus presupuestos monetarios conforme a ello) es una explicación más lógica, racional y de sentido común… que creer que la gente valora las cosas por el trabajo socialmente necesario que se ha empleado en producirlas… y que las cosas tienen un valor intrínseco a ellas mismas. Por tanto, si se quiere actuar científicamente, uno debe quedarse con la explicación más “fuerte”… y desechar la más “débil” o “peor” que, en este caso, es la TLV.

2) Si mañana se lograra desacreditar la utilidad marginal… la TLV seguiría siendo falsa por sí misma. Así que, por lo que a los demás economistas y a mí respecta, como si los marxistas quieren atacarla y criticarla todo lo que quieran… no se va a volver cierta su teoría del valor-trabajo tan sólo con negar la utilidad marginal.

3) La utilidad marginal no se ve respaldada en su existencia sólo por el hecho de exponerla sobre el papel o en números sobre la pizarra, que es lo que muchos marxistas y radicales creen. La utilidad marginal, el hecho de que la gente tiene percepciones de valor diferentes, en suma, no está demostrado sólo en teoría… sino también en la práctica, en la realidad física, en laboratorio, en la venta y en el puñetero día a día. Ahora iremos viendo eso más adelante, en siguientes apartados.

Es decir, que la (mayor) validez de la utilidad marginal como explicación al porqué de las cosas está demostrada no sólo por una fuente o referencia sino por multitud de pruebas científicas, fuentes y referencias cruzadas… al contrario de lo que le sucede a la TLV marxista.

4) Y, ahora, quiero que veáis otra cosa, esto ya para que podáis comparar y daros cuenta por vosotros mismos de la “calidad” de las críticas hacia la utilidad marginal.

Muchas de las críticas hacia la utilidad marginal se centran o se intentan centrar en combatir el hecho de que la curva termina volviéndose descendente, más tarde o más temprano.

¿Recordáis qué vimos en el apartado anterior?

“Punto de saturación es el punto donde yo me empiezo a “saturar” de poseer esos bienes y tras él sólo concedo la misma utilidad o menor al hecho de incrementar el número de bienes, y punto de inflexión es el punto donde se indica que la tendencia del incremento de mi utilidad marginal alcanza su máximo (y normalmente empieza a decrecer después)”.

A ver, en castellano: muchos radicales han intentado encontrar la incoherencia de la ley de utilidad marginal a través de la búsqueda de un producto (bien o servicio) en el que la utilidad marginal no llegue a descender sino que siempre, siempre, siempre, se incremente… que el margen siempre se incremente (o quede igual).

La Economía neoclásica científica considera eso como el buscar el motor de movimiento perpetuo: imposible.

Es más, al hecho de que los consumidores acaban por “cansarse” o “desvalorar” más tarde o más temprano con la adquisición de una misma unidad de producto una tras otra, se la llama Ley de la Utilidad Marginal decreciente.

Porque se considera una ley de la naturaleza, de tan “fija” que es.

Una definición de la Ley de Utilidad Marginal decreciente:

La aplicación sucesiva de dosis o unidades de un mismo género de bien, a la satisfacción de una necesidad de una misma especie (ejemplo de los vasos) dentro de un mismo periodo de consumo provoca un decrecimiento de la utilidad para el sujeto que hace uso de él, por cuanto luego de saturar su necesidad cualquier aplicación adicional de más unidades de bien, originarán “desutilidad” de éste o la aparición de una necesidad de carácter repulsivo.

Fuente.

¿Ha habido éxito en la búsqueda de un bien o servicio que “no canse”? La respuesta más suave que puedo decir es: hasta el momento eso no se ha encontrado.

Ha habido algunos intentos muy simpáticos, como éste, donde un estudiante croata intentó demostrar que la combinación de años de estudio más beneficios sociales que aparejaban (rebajas en los precios, subvenciones, ayuda sanitaria, etc.), recibían un permanente incremento en cuanto a utilidad marginal.

El estudio tiene varios errores, como que analiza una variedad de productos como uno solo (años de docencia más beneficios sociales), y que detiene su análisis en el sexto año de carrera universitaria… es decir, no ha comprobado si más años de estudio seguirían “gustando” con un incremento marginal perenne, y recordemos que las teorías subjetivas del valor explicitan que no se da valor a lo que tienes a tu entera disposición y de manera no-escasa e ilimitada (como el aire o los beneficios sociales si los tienes a tu disposición de continuo, en cuanto te los retiran los empiezas a ver valiosísimos). Yo no sé vosotros, yo estudié tres carreras y al cuarto año estaba ya hasta los mismos cojones de estudiar (beneficios sociales añadidos o no: el que el cine me saliera más barato no me “compensaba”). Pero, independientemente de mis creencias personales, hasta el mismo chico admite que, aun de ser ciertas las conclusiones de su estudio, el que decrezca la valoración de un producto si se van añadiendo una unidad tras otra es el caso inmensamente mayoritario y general.

Y que conste que ése es el intento más serio que yo he encontrado hasta ahora. La mayoría de otros intentos no son cuantitativos y son más bien de índole “pues a mí me parece que yo siempre le daría cada vez más valor a un polvo con una tía”. Claro, claro, campeón… que la diferencia de valoración entre un polvo tras otro se va a incrementar siempre… hasta el infinito. No te lo crees ni tú, vaya.

Sustitúyase “polvo” por “motocicletas”, “bocadillos de jamón” o “masajes sensuales”. Se han hecho estudios incluso con el dinero en sí como producto:

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/09/06/noticias/1283796027.html

http://www.pnas.org

Para que os hagais una idea: seguro que le daríais un valor en el aumento en vuestra cuenta corriente de 0 a un millón de euros mayor… que el que le daríais a un aumento de quinientos millones a quinientos uno. ¿Veis cómo el valor es subjetivo?

Ni siquiera el dinero ve incrementada su diferencia de valor de una unidad a otra hasta el infinito.

Hasta el dinero, los hobbies y las aficiones “cansan”.

No hay incrementos marginales infinitos (que se sepa).

Muchos radicales creen que desmontando el decrecimiento marginal desmontan la idea de que la misma persona percibe de manera diferente el bien o servicio y pueden pasar a dar a entender que, en el fondo, son los objetos en sí los que tienen valor. Pero aunque hubiera un producto que mostrase incrementos marginales infinitos… eso también indicaría que las personas tienen preferencias de valor, más concretamente, que no valoran de igual manera un producto tras otro (como aseguran los marxistas), con tan sólo que esos incrementos fueran irregulares.

Es decir, en nuestro caso de los vasos de agua, cada unidad de un vaso de 33 cl de agua debería generar un incremento igual constante de un vaso para otro, según los marxistas. Por ejemplo, el primer vaso le damos una valoración de 4, al segundo de 6, al tercero de 8, etc. La progresión marginal debería ser de 2, 2, 2… y así, hasta el final de la utilidad total.

¿Vosotros veis que eso se dé en la realidad?

Me voy a callar lo que pienso porque sabéis que el absurdo me provoca muy mala leche, así que vamos a pasar a ver qué tienen qué decir otras áreas de la Economía al respecto de la utilidad… que no sólo existen los economistas teóricos. A algunos académicos “talmente” les parece que los que nos dedicamos a vender no existimos, leñe.
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4.1.5. Modelización de una economía marxista. ¿Es evidente la percepción del valor como fruto del trabajo socialmente necesario?

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¿Hay más cuestiones “matemáticas económicas” que tratar? Sí, la principal que nos queda por ver es que las “matemáticas económicas” no sólo corroboran que la utilidad, la subjetividad, en suma, es lo que se halla tras el valor… sino que también corroboran que la teoría del valor marxista, es falsa. O, siendo más rigurosos, que no se aplica tal y como en ella misma se prevé.

¿Acaso os creíais que la Economía no le iba a dar una oportunidad de explicarse a la TLV marxista? Esto es, aparte del análisis de cómo han funcionado históricamente las economías marxistas en los países donde se han aplicado.

Lo que me vengo a referir es que muchos marxistas o partidarios del marxismo se excusan del pobre historial económico que han tenido los países que han aplicado un modelo económico de inspiración marxista (la URSS, Cuba, Corea del Norte, etc.) con argumentos tales como que “esos países han sufrido bloqueos económicos”, “han partido de una peor base”, “estaban siempre en guerra (alentadas por los países capitalistas)”, “había muchas tensiones con las antiguas clases propietarias”, “su población no estaba lo suficientemente educada”, etc., etc.

Bueno, pues… pongamos esa misma economía a analizarla mediante modelización matemática a ver si en el “asepticismo” de un análisis matemático y econométrico, se desenvuelve mejor.

Pues ni por ésas.

Varios autores han intentado modelizar una sociedad económica marxista tal y como preveía Marx y la han puesto a funcionar sobre el papel, sin influencias externas, introducían datos por un lado y observaban qué salía por el otro.

Un ejemplo, quizás de los más conocidos, es el estudio del economista John E. Roemer, que realizó una de las codificaciones más rigurosas y extensas de una posible sociedad con explotadores y explotados para comprobar la veracidad de la teoría del valor marxista en concreto… y le salió algo sorprendente: cuanto más complejo se volviera el modelo (o la sociedad reflejada), tanto más quedaba en evidencia que no se manifestaba el hecho de que el trabajo quedara inserto en el valor del producto. Cuanto más compleja, evolucionada y libre una sociedad, tanto menos evidente era el poder del explotador sobre el explotado.

Es más, con el programa de Roemer nos dimos todos cuenta de que el definir el tiempo de trabajo como codificado en el valor de bienes y servicios no podía realizarse antes de que uno conociera los precios de equilibrio, especialmente cuanto más compleja fuera la producción. [Nota: me estoy encontrando con que por internet muchos marxistas afirman que Roemer no trató en su modelización a la teoría laboral del valor. Eso es mentira frontal y directa: sí lo hizo; leeos el enlace (está en inglés)]. Así pues, al contrario de lo que afirmaba Marx, el valor del trabajo, como mínimo, no es el concepto más fundamental en los precios (o tras ellos).

A ver si logro explicarlo para el profano.

Durante algunos años, tras la exposición que Marx hizo de su teoría del valor, muchos de sus defensores la ensalzaban como “evidentemente cierta”, esto es, que era intuitivamente cierta: el trabajo que ha costado realizar algo es lo que debería estar tras su valor. Un jarrón o vasija de cerámica muy bien trabajado, con cada vez más adornos, esmaltes, pinturas, formas complejas, etc., debería ser más valioso… porque había llevado más trabajo (socialmente necesario o lo que sea) producirlo. No se paraban a comprobar que vasijas más simples como las de estilo japonés podían alcanzar valores más altos que contrapartidas más complejas y con más trabajo socialmente necesario a cuestas. Los marxistas no acaban de pillar el concepto de moda, preferencias estilísticas o gusto artístico.

Pero, aparte de eso, el problema estaba, como señalaron los economistas del siglo XIX… ¿y yo cómo carajo sé eso? Esto es, ¿yo cómo sé cuánto trabajo (socialmente necesario o no) está detrás de una vasija, un saco de trigo, un automóvil o un avión intercontinental? ¿Cómo voy a basar el precio que estoy dispuesto a pagar en algo de lo que no tengo constancia a ciencia cierta?

Con modelos como el de Roemer, nos dimos cuenta (no sólo los economistas, sino también los estudiosos de la Teoría de la Comunicación) de que eso que una persona fuera capaz de percibir el trabajo socialmente necesario tras la creación de un bien o servicio podría darse como mucho en una sociedad excepcionalmente “primitiva” (simple, poco compleja) y con muy poca población. Por ejemplo, en una tribu neolítica perdida del Amazonas, donde los miembros somos algunas decenas de personas y estoy todo el puñetero día en contacto personal con mis vecinos (porque no hay ni apenas intimidad), sí estoy percibiendo más o menos continuamente cuánto trabajo socialmente necesario hay tras la producción de un producto como un arco, unas flechas, una vasija de cerámica, un collar, una pierna de mono asada, etc. Pero eso no sucede ni de coña en sociedades levemente más complejas, con más población, o incluso aunque fuera una sociedad así, con productos en los que yo simplemente no haya percibido ese proceso… si es que sé si ha llegado a producirse ese proceso. Yo no tengo ni maldita idea de cuánto es el trabajo socialmente necesario tras una pistola de presión o un teléfono móvil. Mi intuición me dice que ha costado más trabajo socialmente necesario crear el teléfono… Pues resulta que en la tienda es más caro el precio la pistola de presión. Y lo que es más significativo: que aún así se vende.

Claro, ahora vendrán muchos de esos defensores del marxismo a decirnos (Marx aludía al “fetichismo de la mercancía” como triste excusa para no tratar en profundidad este asunto), con la cara colorada de vergüenza que “hombre, pero eso como lo de Roemer es sólo un modelo teórico, no es real”. No lo estáis pillando, queridos: el modelo, en el fondo, da igual. Si ya sólo con el intento de exposición y cuantificación de la TLV nos sale que no es el trabajo socialmente necesario la sustancia fundamental tras el trabajo… pues ya lo podemos dar por acabado…

…más quisierais.

Pues no, lo siento. Aún hay más. Cuando veamos el apartado de las pruebas científicas en materia de Biología, podréis observar y comprobar que esta última afirmación de que no se percibe intuitivamente el trabajo socialmente necesario se da en cualquier tipo de sociedad (compleja o simple)… e incluso en todos los demás seres vivos.

Y todavía más, todo esto acerca de no poder reconocer (intuitivamente o como sea) el trabajo socialmente necesario en la creación de un bien o servicio tiene unas implicaciones tremendas, muchísimo mayores a la hora de criticar la aplicación de una teoría del valor marxista a una economía real. Porque ya desde la mismísima base del estudio económico se comprueba sin mucho esfuerzo que una sociedad que prefije sus precios (desde el Estado o desde donde sea) tan sólo teniendo en cuenta (o haciendo valer obligatoriamente) una variable fundamental, en este caso, el trabajo socialmente necesario (y que resulta que esa variable no es ni tan siquiera la correcta), está condenada irremisiblemente al fracaso o, siendo rigurosos, a un desarrollo económico muy por debajo de su potencial.

Oh, sí.

Pero no adelantemos: continuemos con la Economía, que todavía nos queda de qué hablar.
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4.1.6. Otras ramas prácticas de la Economía. Aplicaciones prácticas de la teoría subjetiva del valor (marginal).

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Lo visto hasta ahora es lo que la Economía “general”, “teórica”, tiene que decir al respecto del por qué las cosas valen, pero quiero que veáis y que entendáis que si existen especializaciones dentro de la Economía como el marketing o mercadoctenia (que es mi especialidad, lo que he estudiado y en lo que estoy formado… y que es una de las ramas “prácticas” de la Economía) es porque en el mundo real y en el “pragmático” día a día, los que nos dedicamos a la venta (os recuerdo que soy vendedor mayorista profesional), somos más que conscientes de que el valor de las cosas se basa en la subjetividad, en las necesidades y circunstancias personales de nuestros clientes.

Los clientes no me compran basando sus decisiones en cuánto trabajo socialmente necesario han costado los productos que tengo: me los compran dependiendo de sus gustos, del dinero que tengan en el presupuesto, por el color, por la forma, por el peso, por el aroma, etc.

Es por eso que existen el marketing (el estudio del mercado, en su definición más corta), la publicidad y todo lo que estas actividades estudian y tratan: los estudios de mercados, las ofertas, los anuncios llamativos, vendedores y comerciales especializados, la búsqueda de la ventaja distintiva de un producto sobre los de la competencia, el diseño de nuevos productos que se adecuen a las necesidades del consumidor, las encuestas que buscan conocer qué es lo que queremos como compradores, la especialización de productos, el placing (la situación del producto dentro del establecimiento o de la zona de venta), la segmentación de mercado (dividir al mercado según edades, gustos, preferencias, ideologías…), orientación al consumidor, etc.

Vista nocturna de Portland street, en Kowloon, Hong Kong. Enero de 2007. Uno de los elementos as bulliciosas calles del centro de esta metrópoli s

Vista nocturna de Portland Street, en Kowloon, Hong Kong, una calle muy conocida por la concentración de rascacielos y negocios de todo tipo que incluyen, ejem… prostíbulos. Enero de 2007. Uno de los elementos más emblemáticos de las bulliciosas calles del centro de esta metrópoli son los carteles publicitarios que saturan visualmente al transeúnte. El marketing es una de las ramas de la Economía que muestra, con su uso diario, que los valores que percibimos los seres humanos son subjetivos (el marketing estudia cómo modificarlos porque son subjetivos, son modificables). Una buena campaña de marketing es capaz de modificar los valores de un individuo.

Si todo esto existe, no es por gusto ni por ganas de fastidiar a los marxistas con su existencia: es porque se demuestra con las acciones humanas, que las personas estimamos el valor de las cosas en base a nuestras necesidades, gustos, preferencias y circunstancias, y que si se han desarrollado técnicas, profesiones, áreas académicas específicas de estudio y carreras universitarias para convencer a los consumidores, es por ello.

Es decir, que si el marketing existe es por algo, no ha surgido de la nada ni por capricho: es una constatación práctica de la teoría subjetiva del valor (y, por ende, de la utilidad marginal).

Vamos a verlo con un poco más de profundidad, que sé que para muchos de vosotros, el marketing está desacreditado por “ser algo capitalista” y no tenéis ni puñetera idea de qué va: el marketing es bastante más aséptico que esa impresión, ya que no es sino el proceso de comunicar el valor de un producto o servicio a los posibles clientes, y existe conscientemente y como área de estudio separado desde la China del siglo V a.C., que sepamos. A menudo se le conoce como “el arte de vender productos”, pero las ventas son sólo una parte del marketing. De hecho, engloba todo el estudio del mercado (por eso se le llama “marketing”, del inglés market, “mercado”). Desde un punto de vista social, el marketing es el enlace entre los requerimientos materiales de una sociedad y los patrones económicos de respuesta que la sociedad envía de vuelta (y los estudia, que para eso está, a ver si se ha tenido éxito en la campaña publicitaria o en comprender esas necesidades y gustos). El marketing, conocedor de que el valor de los clientes se basa en la subjetividad, busca satisfacer estas demandas y necesidades a través de procesos de intercambios y la creación de relaciones entre las partes de una posible transacción económico-social (comercial o no).

De hecho, el marketing es la ciencia que busca los mercados objetivos a través del análisis y la segmentación de éstos, así como la ciencia que busca entender los comportamientos de compra del consumidor intentando proveer al posible cliente de un valor: el que desea.

Mucho ojo, una anotación que quiero hacer a título personal: el marketing no “añade” exactamente valor a un producto, como he leído en numerosas ocasiones a algunos ultras del capitalismo a la hora de combatir el marxismo… influye (que no es lo mismo) en la percepción del valor que las personas tienen, comunicando a un consumidor potencial que el producto es bueno, que tiene unos valores con los que asociarse, un uso particular, que podría gustarle, etc. (que todo eso sea cierto o no, es otra cuestión). Pero el valor de algo no está en ese algo en sí, sino en nosotros.

Y si el marketing hace eso es porque tenemos constatado desde hace generaciones mediante recomprobación continua (la experiencia, vaya) que se puede influir en la percepción del valor de las personas: existen técnicas que nos permiten cambiar la idea que un consumidor potencial puede tener de un producto (que no convencer obligatoriamente a todos los consumidores: cada persona es un mundo y tiene unas circunstancias y gustos particulares)… podemos intentar hacer un automóvil más “señorial” para los que quieran tener un vehículo de prestigio, un perfume más “glamuroso”… y así hasta la saciedad.

La Publicidad, de hecho, no es sino una forma de comunicación del marketing que se utiliza con el fin de animar, persuadir e incluso manipular a la audiencia (oyentes, espectadores, lectores… depende del medio de comunicación que se utilice: escrito, audiovisual como la televisión, internet, etc.) para tomar un determinado tipo de acción. Si bien lo más común es que se intente que tomen esa acción con unos fines de venta comercial, no os vayáis que el papel de la Publicidad termina ahí, también existe la Publicidad con fines políticos e ideológicos: la Propaganda.

Una de las formas más comunes de la Publicidad es la de buscar un aumento del consumo de los productos o servicios a través de la “marca”, que implica asociar el nombre o imagen de un producto con ciertas cualidades en la mente de los consumidores. Es más, los publicistas no comerciales, como los propagandistas, emplean grandes cantidades de recursos en publicitar “objetos” que no son exactamente bienes o productos, tales como partidos políticos, grupos de interés, organizaciones religiosas (propaganda religiosa) e incluso agencias gubernamentales (¡¡¡hasta el gobierno tiene derecho a publicitar que ha terminado una carretera!!!).

Con publicidad, se puede aumentar la percepción del valor de un producto, al margen del “trabajo socialmente necesario” que haya creado ese producto. No os vayáis a creer que la publicidad es algo artificial. Ya con tan sólo que le digáis a vuestro colega “jopé, tío, cómprate el World of Warcraft, que todos los compis lo tenemos, y así jugamos juntos”, ya estáis haciendo publicidad (al margen de la que haga la compañía Blizzard)… y estáis influenciando en la percepción del valor de vuestro colega (o lo estáis intentando).

Un ejemplo muy ilustrativo por sí solo: los gastos publicitarios globales se incrementaron en un 4,9% en 2012 con respecto al año anterior, superando los 465000000000 de dólares.

¿Vosotros creéis que se iba a emplear todo ese dinero destinado a publicitar bienes y servicios (si no fuera porque a estas alturas sabemos que se puede influir en las percepciones de valor de la gente?

Otra forma de «añadir valor» o, más certeramente habría que decir, de modificar el valor y que seguro que muchos marxistas conocen de sobra… es la propaganda. Técnicamente hablando, la propaganda es una forma de comunicación (yo mismo estudié propaganda en la facultad de Ciencias de la Información, porque se la estudia conjuntamente con Marketing y Publicidad) que busca influir en la actitud de un segmento poblacional hacia alguna causa o posición, generalmente de índole política, religiosa, etc. La propaganda no es imparcial, se utiliza principalmente para llevar a cabo los intereses de una agenda concreta, y emplea elementos y técnicas que aluden frecuentemente a las emociones del receptor (mentiras por omisión, resúmenes interesados, mensajes que utilizan lenguaje rimbombante, presentación selectiva de los hechos, etc.).

Irónicamente, los marxistas han hecho un extensísimo y reconocido uso de esta técnica de convencimiento que muestra sin lugar a dudas que los valores humanos son: subjetivos y susceptibles de ser cambiados e influenciados. Como muestra, esta imagen:

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Cartel propagandístico económico en la Unión Soviética, que alentaba a los campesinos a abandonar el cultivo privado de tierras y unirse a las granjas colectivas estatales (koljoses). 1931. Este cartel formó parte de la campaña propagandística que acompañó al plan de colectivización forzosa de tierras de 1928-1933. En ruso, puede leerse: ¡Únete a nosotros en la granja colectiva, camarada!

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4.1.7. Consideraciones sobre las opiniones marxistas.

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Con todo lo que hemos visto ahora, ya habréis comprobado por vosotros mismos que hay pruebas “a cascoporro” tanto para refutar la TLV como para mostrar y demostrar que son las teorías subjetivas de valor (la utilidad marginal) las ciertas… aunque ya habéis visto después de profundizar, que más que una explicación científica, basta con un poco de sentido común para darse cuenta de que el valor es subjetivo.

Pues ni por esas dan los marxistas su brazo a torcer para admitirlo.

Ya veremos en posteriores apartados que es por motivos ideológicos y emocionales, pero los marxistas no reconocen eso tampoco, por supuesto: dicen que es porque no les bastan las explicaciones ni demostraciones que la Economía científica da.

Si algunos de vosotros os habéis tomado la molestia de investigar y documentaros acerca del pseudocientificismo del marxismo antes de pasar por aquí (bien hecho), os habréis dado cuenta de una serie de cuestiones que los marxistas traen a la hora de enfrentarse a los argumentos que se dan en su contra:

-La primera es que emplean grandes cantidades de energías en tratar de demostrar que los ejemplos que se les ponen en su contra no son tales. Ya vimos que cuando se les acorrala haciéndoles ver que dos objetos producidos con el mismo trabajo socialmente necesario no tienen necesariamente el mismo valor ni precio… y buscan y rebuscan en vano intentando hacer ver que toda diferencia que pueda haber entre ellos es debida al trabajo socialmente necesario.

-La segunda es que habréis observado que emplean (los marxistas más académicos) una cantidad de verborrea acojonante. Un lenguaje muy oscuro y muy difícil de interpretar. Recurren a la dialéctica marxista, para acomodar los datos a su hipótesis cuando lo que deberían hacer es estudiar aséptica y científicamente todos los datos que se encuentren: los a favor y los en contra.

-Critican la teoría de la utilidad marginal llamando la atención sobre las definiciones que de esta teoría se hicieron en el siglo XIX y no dicen que esas definiciones están desfasadas y que se han depurado y perfeccionado muchísimo desde entonces, mientras que ellos se empeñan en seguir tomando las definiciones que Marx hizo en su momento al pie de la letra.

-No emplean números y se resisten a cuantificar, al contrario que sucede con los economistas científicos (señal de que no las tienen todas consigo).

-Dan o suelen dar explicaciones no empíricas sino de índole filosófica (Marx fue, ante todo, un filósofo, para nada un científico). Se empeñan en decir que su TLV es, como mínimo, una explicación tan buena y tan “científica” como cualquier otra a la hora de demostrar qué hay tras el valor de las cosas: se aprovechan de que gran parte de la discusión en el siglo XIX sobre esta cuestión se realizó a través de debates puramente filosóficos, no estrictamente científicos (como los que mantuvieron con los seguidores de la “escuela austríaca” de Menger, escuela ultraliberal que, por cierto, niega validez al método científico en el estudio de la Economía). E ignoran los avances efectuados desde entonces… y las pruebas empíricas que, desde entonces, da la Economía científica. Se aprovechan del carácter social de la Economía como área de estudio para hacer como los austríacos, sus rivales en el extremo ideológico: afirmar que su opinión es tan válida como la de cualquier otro. El problema es que ese debate filosófico está más que trasnochado: da igual quién gane o pierda un debate… dos más dos son cuatro, independientemente de las creencias u opiniones de nadie.

Y otro “pequeño” problema es que los marxistas no saben (y si lo saben, lo callan) que la Teoría del Valor-trabajo está refutada y la utilidad marginal demostrada no sólo desde la Economía científica, sino desde otras ramas de la Ciencia, algunas de las cuales no son “ciencias sociales”, sino “ciencias duras”.

Veamos algunas esas otras demostraciones.
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4.2. Desde las Matemáticas.

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Atención, aviso: lo que viene en este apartado son explicaciones que utilizan términos matemáticos muy complejos. Saltaos el apartado y continuad con los siguientes si no sois aficionados a las Matemáticas.

Las Matemáticas intervienen en el estudio de la Teoría del Valor, como os lo podréis figurar, de dos formas: a través de la Estadística y a través de la formulación-correlación de conjuntos axiomáticos.

No me voy a prodigar mucho en lo primero: supongo que sabréis que existen, literalmente, centenares de miles de estudios estadísticos que muestran las preferencias de valor de los individuos. En marketing los hacemos a diario, como quien dice: tomamos a grupos de personas y les preguntamos sobre qué le parece tal color, tal precio, tal producto, etc. Podéis encontrar miles de ejemplos sin mucho esfuerzo:

http://koara.lib.keio.ac.jp/xoonips/modules/xoonips/download.php?file_id=29051
https://ideas.repec.org/a/col/000475/011782.html
http://www.statista.com/statistics/270521/mobile-phone-users-perception-of-mobile-advertising/
http://www.eutm.es/journal/index.php/gt/article/view/40
http://www.statista.com/statistics/416091/advertising-media-ad-perception-germany/

Os dejo con algunos papers científicos al respecto:
http://www.jstor.org/discover/10.2307/1251446?uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21106711463953

Haz clic para acceder a 1998-JM-Value.pdf

http://www.jstor.org/discover/10.2307/2626808?uid=3737952&uid=2&uid=4&sid=21106711463953
https://www.academia.edu/9874307/_EFFECTS_OF_ADVERTISING_APPEALS_ON_CONSUMER_BRAND_PERCEPTION_

Ya por ahí debería quedar claro el asunto de si las personas tienen preferencias de valor o no: las tienen. Repito y dejo más claro aún: ése debería haber sido el final de la historia y del debate acerca de si las personas tienen percepciones de valor diferenciadas no basadas en el trabajo o el “trabajo socialmente necesario para crear un bien o servicio”. Las tienen, demostrado y punto.

Pero hay más acerca del papel que las Matemáticas juegan en el estudio de la Teoría del Valor. De hecho, si habéis investigado la literatura al respecto del por qué las cosas valen, habréis notado que desde principios del siglo XX, la discusión sobre varios aspectos de la teoría de la utilidad marginal ha pasado de la Economía teórica (que da la cuestión por zanjada) a la Estadística, las Matemáticas, la Psicología conductista, la Medicina e incluso el marketing.

¿Por qué? Porque ya sabíamos que las personas (los agentes económicos) tenían utilidades o percepciones de valor distintas basadas en multitud de circunstancias, pero queríamos avanzar más aún. Se pretendía empezar a entender los mecanismos que hay detrás de la aversión al riesgo, por qué se elige una cosa y no otra; cuáles eran las utilidades más comunes para el ser humano; se quería comprobar si eso era cuantificable o tan siquiera “exponible” sobre el papel para poder trabajar con ello, modelizarlo, etc.

En concreto, las Matemáticas han terminado por jugar un papel relevante en el estudio de la Teoría del Valor (que no sólo de la utilidad) a través de la revolución científica que supuso la aparición de la Teoría de Juegos y el desarrollo de la Teoría de la toma de decisiones.

Los marginalistas primigenios, como hemos visto, estaban más centrados en demostrar la utilidad dentro una serie de cuestiones donde no había ni riesgo ni incertidumbre. Muchos otros economistas matemáticos como Francis Ysidro Edgeworth, Eugen Slutsky, John Richard Hicks o Roy Allen se dedicaron también a tratar la utilidad más profundamente a través de las Matemáticas pero desde el punto de vista del análisis de las curvas de indiferencia: gráficas que muestran diferentes combinaciones de bienes para los cuales el consumidor es indiferente (es decir, a cada punto de la curva, el consumidor no tiene preferencias obre una combinación u otra)… cada punto de la curva de indiferencia tiene el mismo nivel de utilidad (satisfacción) para el consumidor. Con eso pretendían mostrar las preferencias más que de dónde proceden las preferencias. ¿Qué uso tiene eso? Representar los patrones de demanda potencialmente observables de los consumidores individuales de entre una combinación de bienes.

Y, como podréis adivinar, de eso hacemos uso a montones en marketing y todo lo relacionado con la venta. ¡Qué remedio! ¡Son tremendamente útiles!

Al principio, Gabriel Cramer y Nicolaus y Daniel Bernoulli (principios del XVIII) introdujeron la noción de la utilidad marginal decreciente para referirse a la paradoja del juego (o “paradoja de San Petersburgo”), más que para referirse a la paradoja del valor (la del agua y los diamantes de Smith, que vimos más arriba). Veámosla:

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La Paradoja de San Petersburgo.

La paradoja consiste en un juego de azar muy simple. Se comienza con un “bote» de dos euros y se lanza una moneda al aire: si sale cruz, yo doblo la cantidad que hay en el bote; si sale cara, usted se lleva el bote disponible en ese momento. Es decir, si la primera tirada es cara, usted gana 2 euros, si la primera tirada es cruz y la segunda cara, gana 4 euros, si la primera cara sale en la tercera tirada gana 8 euros, y si la primera cara sale en la tirada n-ésima gana 2n euros. Obviamente, lo que a usted más le conviene es que salga cara lo más tarde posible. En cualquier caso, usted gana siempre algo de dinero, por lo que es justo que yo le cobre alguna cantidad o cuota para permitirle participar en el juego. La pregunta que se hizo Bernouilli, y que en cierto modo sigue
sin resolver, es: ¿cuál es la cuota de entrada que se debería cobrar para que el juego sea justo?

Para cualquier sorteo “normal”, la cuota de entrada justa es igual al valor medio de la ganancia. Así ocurre en la ruleta de un casino si no contemplamos la posibilidad de que salga el cero (que es el sesgo necesario para asegurar a la casa una ganancias sistemáticas): la apuesta a rojo, negro, par, impar, se paga doble, porque la probabilidad de ganar es 1/2; el premio de la apuesta a un único número es 36 veces dicha apuesta, porque la probabilidad de ganar es 1/36. En ambos casos, la ganancia neta media pP a, siendo a la apuesta, P el premio y p la probabilidad de ganarlo, es nula: la cuota de entrada a en el juego es siempre igual al valor medio del premio pP.

Si aplicamos este criterio al juego de San Petersburgo, nos encontramos con un serio problema. La probabilidad de que la primera cara salga en la tirada n-ésima es 1/2n, ya que, para que esto ocurra, debe salir cruz en las n1primeras tiradas y cara en la siguiente. En este caso, la ganancia es 2n. El valor medio de la ganancia es entonces:

…que es claramente infinito. Por tanto, la cuota de entrada debería ser infinita. En otras palabras, si yo le ofrezco entrar en el juego con una cuota de, digamos, un millón de euros, usted debería aceptar, porque la ganancia media en el juego, que es infinita, supera esa y cualquier otra cantidad. Sin embargo, nadie en su sano juicio aceptaría semejante trato. Esta es la paradoja de San Petersburgo: el sentido común nos dice que el valor medio de la ganancia no determina la cuota de entrada aceptable. ¿Cómo determinamos entonces dicha cuota?

[…]

La paradoja sigue por tanto en pie, pero además pone en evidencia dos cuestiones matemáticas relevantes: la primera, más técnica, acerca del papel de eventos raros que, no obstante, contribuyen de forma significativa al valor medio de una cantidad; la segunda, más filosófica, acerca de la relación entre la realidad y la idealización matemática.

[…]

Estos análisis y soluciones pueden clasificarse en dos grandes grupos: los que abordan el problema puramente matemático de un juego con ganancia media infinita, en el espíritu de Bertrand, y los que tratan de analizar cómo opera el “sentido común” y cómo valoramos el riesgo en un sorteo como el de San Petersburgo, que es la línea iniciada por Bernoulli y Euler y que ha dado lugar en el siglo XX a la teoría de la utilidad. Los trabajos que siguen esta última estrategia acaban casi siempre enfrentándose a cuestiones de índole psicológica.

[…]

El análisis del juego de San Petersburgo es completamente diferente si nos ponemos en la piel de un individuo que sólo va a probar suerte unas pocas veces. En este caso, la paradoja no tiene en realidad relación con el hecho de que la ganancia media sea infinita, sino con cómo valoramos el riesgo. La misma paradoja ocurre en el juego de San Petersburgo si limitamos los pagos, es decir, si acordamos que, tras por ejemplo 100 tiradas sin salir cara, el jugador no gana nada. En este caso, la ganancia media es de 100 euros, pero ¿estaría alguien dispuesto a pagar esa cantidad para entrar en el sorteo? El premio puede ser aún enorme: 2100 ~ 1030 si la primera cara sale en la tirada número 100, pero la probabilidad de ganar más de los 100 euros que cuesta entrar en el sorteo es bastante pequeña (1/64).

Hay gente que podría considerar atractivo el sorteo con la cuota de 100 euros, a pesar de que lo más probable es que pierda dinero. Al fin y al cabo, muchas personas juegan a la lotería, y en ocasiones cantidades considerables, con la esperanza de ganar un premio muy cuantioso con una probabilidad insignificante. Sin embargo, hay una diferencia importante desde el punto de vista psicológico entre la paradoja y la lotería.

En el juego de San Petersburgo, para ganar un premio cuantioso tienen que salir un gran número de cruces seguidas en el lanzamiento de la moneda, un evento muy improbable que puede ocurrir o no ocurrir aunque juguemos miles de veces. En el caso de la lotería, el boleto con el “gordo” tiene que estar en algún sitio y a alguien le tiene que tocar.
Es muy distinto creer que ese alguien pueda ser uno mismo a creer que, al lanzar una moneda, las 20 primeras tiradas van a ser cruz, a pesar de que esta diferencia en la percepción de uno y otro sorteo es irracional, porque ambos sucesos son prácticamente igual de probables.

Lo que está aquí en cuestión es cómo valoramos el riesgo y la ganancia y, como acabamos de ver, semejante problema va más allá de los límites de la matemática y se adentra en el campo de la psicología y de la valoración moral: 100 euros no valen lo mismo para todas las personas; la cantidad no es una buena medida del valor.

[…]

A pesar de todo ello, Bernoulli, Euler y, ya en el siglo XX, Morgenstern y Von Neumann se atrevieron a abordar el problema del valor con herramientas matemáticas, tratando de encontrar nuevas cantidades que reflejaran el valor o utilidad de un premio en un sorteo, cantidades que no tienen por qué coincidir con su cuantía y que pueden depender del jugador y de su patrimonio.

Fuente.

A eso se dio en llamar hipótesis de la subjetividad de la utilidad esperada, que explica cómo medir la utilidad (satisfacción) que siempre cumpla el criterio de riesgo neutral. Es una medida del resultado en la teoría de juegos, vaya.

Ramsey y Savage también realizaron aportaciones a esta teoría, pero los que dieron el mazazo definitivo, como ya hemos visto, fueron el economista Oskar Morgenstern y John von Neumann en 1944.

Sí, habéis leído bien: John von Neumann… la leyenda.

Fotografía de John von Neumann John von Neumann (1903 – 1957) tomada en Los Álamos por el personal del actual United States Deparment of Energy en los años cuarenta. ¿Qué se puede decir de von Neumann que no se haya dicho ya sobre una de las mentes más brillantes del siglo XX? Se le conoce principalmente por ser uno de los matemáticos más importantes de todos los tiempos pero realizó contribuciones fundamentales en física cuántica, análisis funcional, teoría de conjuntos, teoría de juegos, ciencias de la computación, economía, análisis numérico, cibernética, hidrodinámica, estadística y muchos otros campos. Se suele decir de él que fue uno de los mayores polímatas de la Historia.

Fotografía de John von Neumann (1903 – 1957) tomada en Los Álamos por el personal del actual United States Deparment of Energy en los años cuarenta. ¿Qué se puede decir de von Neumann que no se haya dicho ya sobre una de las mentes más brillantes del siglo XX? Se le conoce principalmente por ser uno de los matemáticos más importantes de todos los tiempos pero también realizó contribuciones fundamentales en física cuántica, análisis funcional, teoría de conjuntos, teoría de juegos, ciencias de la computación, economía, análisis numérico, cibernética, hidrodinámica, estadística y muchos otros campos. Se suele decir de él que fue uno de los mayores polímatas de la Historia.

Morgenstern convenció a su amigo, el físico y matemático John von Neumann para que juntos desarrollaran (el peso de la investigación lo llevó von Neumann) de una puñetera vez por todas la cuantificación de la utilidad, aunque fuera dentro de un marco concreto. Utilizando las bases de los primos Bernoulli, juntos escribieron Theory of Games and Economic Behavior (“Teoría de Juegos y del comportamiento económico”) (1944). No tengo constancia de que el libro haya sido traducido al español, pero no os preocupéis, es de libre difusión y se encuentra disponible en inglés a través de internet.

A este libro se le considera el punto de partida del campo interdisciplinario de la Teoría de Juegos.

En esa obra, von Neumann y Morgenstern desarrollan una cuantificación de la utilidad esperada a través de la interrelación de varios conjuntos axiomáticos… suponiendo que todos los agentes (ellos dos) tengan la misma probabilidad de distribución, porque era más conveniente para exponerlo. Fue en un anexo al libro por Johann Pfanzagl, en 1967, que ya se incluyó una teoría de la probabilidad subjetiva. Aviso de eso porque los que seáis matemáticos y hayáis leído las primeras versiones del libro no os habréis encontrado con las dos cuantificaciones.

Y, ahora, ¿qué fue lo que descubrieron Morgenstern y von Neumann que fue de tanta importancia para la utilidad marginal?

Que lograron encuadrar la utilidad, por primera vez, dentro de un conjunto axiomático válido para unos agentes concretos (ellos dos). Al desarrollar la utilidad esperada, lograron traer no sólo la utilidad, sino una concepción cuantificada de la utilidad, de vuelta al pensamiento económico, que se había despreocupado de ello desde el siglo XIX.

Y abrieron, con ello, las puertas a una inmensa cantidad de aplicaciones prácticas en el campo de decenas de áreas. Veámoslo.
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John von Neumann y Oskar Morgenstern desarrollaron cuatro axiomas de racionalidad relativamente modestos tales que cualquier agente que satisfaga esos axiomas tiene una función de utilidad. Esto es, probaron que un agente es tan racional como ellos (“VNM-racional”, de “von Neumann-Morgenstern”) si y sólo si existe una función de valor real u definida sobre las posibles consecuencias de que toda preferencia del agente se caracterice por maximizar el valor esperado de u, que será entonces definida como la utilidad-de los agentes-VNM. Nunca realizaron ninguna afirmación de que el agente tenga un deseo consciente de maximizar u, tan sólo que u existe.

Así, la hipótesis de la utilidad esperada es que la racionalidad se puede modelizar maximizando el valor esperado. En el teorema esa racionalidad se resume como “racionalidad según la racionalidad de VNM”.

En el teorema, un agente-individuo se enfrenta a varias opciones llamadas loterías. En este caso, entendemos “lotería” como un escenario en el que cada resultado ocurrirá con una probabilidad determinada, siempre que sumen en total uno. Por ejemplo…

VM1

…hace referencia a un escenario donde P(A) = 25% y P(B) = 75% (y ocurre exactamente uno de ellos). Hablando más generalmente, para una lotería con posibles y muchos resultados Ai, escribimos:

VM2Siendo la suma de todos los p1 es igual a 1.

Tened en cuenta que los resultados de una de estas loterías pueden ser loterías dentro de otros posibles resultados, y la expresión expandida se considera una lotería equivalente: 0.5(0.5A + 0.5B) + 0.5C = 0.25A + 0.25B + 0.50C.

Una cosa más: L = M si el agente es indiferente entre L y M.

Los cuatro axiomas de la racionalidad VNM son: plenitud, transitividad, continuidad e independencia.

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La completitud asume que un individuo tiene preferencias bien definidas:

Axioma 1 (plenitud) para cualesquiera loterías L, M, sucede exactamente una de las siguientes situaciones:

VM12      ,     VM20       o   VM22

(o se prefiere L, o se prefiere M, o no hay preferencia).

La transitividad asume que la preferencia es consistente a lo largo de tres opciones:

Axioma 2 (transitividad) si:VM5

La continuidad asume que hay un “momento crítico” entre ser “mejor que” y “peor que” una opción media determinada.

Axioma 3 (continuidad): Si VM6

entonces existe una probabilidad

VM7tal que

VM8
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Un alto en el camino: en vez de la “continuidad”, se puede asumir un axioma alternativo que no implique una igualdad precisa, llamado la “propiedad de Arquímedes”: cualquier separación en las preferencias se puede mantener bajo una suficientemente pequeña desviación en las probabilidades.

Axioma 3′ (propiedad de Arquímedes): si

VM9entonces existe una probabilidad

VM10tal que

VM11

Sólo se necesita asumir uno de estos dos axiomas (3) y (3′) y se seguirá implicando a los demás. Seguimos:

La independencia respecto a alternativas irrelevantes asume que una preferencia se mantiene independientemente de la posibilidad de otro resultado:

Axioma 4 (independencia): si

VM12

entonces para cada VM13 y VM14VM16

Esto es, si el resultado de una lotería L no se considera tan bueno como otro (M), entonces el tener una probabilidad p de recibir L en vez de N no se considera tan bueno como tener una probabilidad p de recibir M en vez de N.

El teorema queda así: por cada agente racional-VNM (esto es, que satisfaga los axiomas 1 al 4), existe una función u que asigna a cada resultado A un número real u(A) tal que por cada dos loterías,

VM17…donde Eu(L) indica el valor esperado de u en L:

VM18

Como tal, u se puede determinar de manera única (añadiendo una constante y multiplicando por una escalar positiva) a través de preferencias entre loterías simples, siendo éstas de la forma pA + (1 − p)B y que tienen sólo dos posibles resultados. Dicho de otra forma, cualquier agente que actúe maximizando la función u obedecerá los axiomas 1-4.

A esa función se la conoce como utilidad del agente von Neumann-Morgenstern (VNM).

Simplemente… delicioso.

Von Neumann, definitivamente, fuiste un auténtico crack, macho.

Von Neumann y Morgenstern dejaron claro que la fuerza de su conclusión provenía de que su utilidad funciona si se construye con precisión para cumplir la intención de maximizar las expectativas.

Muchos economistas creerán que estamos asumiendo demasiado… ¿No hemos mostrado ya demasiado? Según lo vemos, nuestros postulados son plausibles… Hemos definido prácticamente la utilidad numérica como una de esas cosas para las que el cálculo de las expectativas matemáticas es legítimo.

Página 28 del libro.

Es decir, que el contenido del teorema es que la construcción de u es posible, aun sin hablar nada de su naturaleza.
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La mayor razón por la que los modelos cuantificados de utilidad son tan influyentes hoy en día es porque el riesgo y la incertidumbre son temas centrales de la teoría económica contemporánea… y la economía de muchas familias.

Los modelos de cuantificación de la utilidad simplifican el análisis de decisiones de riesgo (o “riesgosas”, como le he leído a algún autor hispanoamericano) porque, bajo la utilidad cuantificada se puede ver que la utilidad marginal decreciente implica aversión al riesgo. Es decir, que los agentes económicos tienen y muestran preferencias de valor.

De hecho, muchos análisis actuales acerca del ahorro y las elecciones de inversión requieren del estudio de cuestiones relacionadas con la utilidad marginal decreciente, como la prudencia, que utiliza la utilidad marginal convexa.

Hay centenares de aplicaciones más, como que esta exposición de cuantificación de utilidad abrió paso a la aparición de software analítico que aun hoy día se sigue ampliando y refinando (queda mucho por hacer, eso sí). Se pudo “empezar a meter la utilidad humana” en las tripas de un ordenador como quien dice, y a simularla de una forma cada vez más útil y práctica.

Unos ejemplos:

http://www.palisade-lta.com/decisiontools_suite/

http://www.europapress.es/economia/noticia-robots-depredadores-mercados-controlan-economia-mundial-20150201080711.html

http://www.elmundo.es/ciencia/2014/04/13/5348544ae2704e4c568b4587.html

Una última nota de humor… y, mientras tanto, la escuela austríaca, al margen de los gigantescos avances matemáticos de la Teoría de Juegos, continúa intentando desarrollar sus nociones ordinales de análisis de la utilidad marginal decreciente…

Joder…
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4.3. Desde la Biología (etología).

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Ya hemos visto las exposiciones y cuantificaciones “numéricas” que las Matemáticas, la Economía y la Estadística han podido realizar de la utilidad y las percepciones de valor diferenciadas de las personas.

Obviamente, deberíais poder deducir ya a estas alturas al menos intuitivamente que si las ciencias “de números” han podido constatar ese fenómeno es porque ese fenómeno existe y proviene de algo más profundo, de una raíz… biológica.

Puede parecer una soberana estupidez, pero los autores marxistas no han caído en eso: que todo este fenómeno de la percepción diferenciada y particular del valor de las cosas no tiene exactamente su origen más básico en el aprendizaje o en la constatación (¿por ciencia infusa?) del trabajo socialmente necesario que ha costado producir u obtener un algo, sino que su origen más básico es biológico: la utilidad, lo que a alguien le parezca de valor. Algo relacionado con el mero y simple hecho de estar vivos y no ser autómatas.

Repetimos: ni los seres humanos ni ningún ser vivo perciben el valor como decía Marx.

Empecemos por el principio: analizando a un nivel muy básico, observaremos que los seres inertes no tienen percepciones de valor, obvio, pero… ¿y los demás seres vivos? ¿Sólo los seres humanos tienen percepciones de valor?

No, los demás seres vivos, desde un microorganismo hasta los animales multicelulares más complejos, pasando por los vegetales, tienen percepciones de valor. La Biología (y sus ramas afines) han dejado constancia científicamente de que todos, absolutamente todos los seres vivos tienen percepciones de valor y a través de sus sentidos interaccionan con el medio y la realidad que les rodea en busca de lo que para ellos más utilidad tiene. Es más, la percepción de valor es una característica que define al ser vivo.

Ahora bien… ¿cómo perciben esos seres vivos que no son humanos el valor? ¿Cuál es la “sustancia generadora del valor” para una ameba, un koala o un alcornoque (sin ofender)? ¿Cómo podemos constatar eso?

Pues observando y analizando científicamente el comportamiento de los seres vivos.

Y observando notamos que los organismos unicelulares, plantas y animales actúan, se mueven (de manera trófica o mediante aparato locomotor), se desarrollan buscando aquello que para ellos es de valor, principalmente lo relacionado con funciones básicas vitales como su subsistencia, reproducción, etc. Incluso desarrollan estrategias evolutivas de adaptación. Para ello utilizan sus sentidos (órganos desarrollados a través del proceso evolutivo, de hecho), a través de los cuales se interrelacionan con el entorno. Tenemos pues, constancia de que los seres vivos perciben valor: una ameba se desplazará en busca de alimento (bacterias, detritus…) de la misma forma que un koala se desplaza buscando su alimento (hojas de eucalipto) e incluso un alcornoque hace crecer sus raíces buscando agua y nutrientes, y sus hojas y ramas en dirección a la luz solar. Los seres vivos perciben valor, valoran algunas cosas y lo manifiestan de manera evidente y continua. La cuestión está más que demostrada.

Profundicemos: ¿qué es lo que subyace tras la percepción del valor de un ser vivo? ¿Es “el trabajo socialmente necesario”, como decía Marx?

Pues va a ser que no. Los seres vivos perciben valor en función de la utilidad que tienen para ellos los “bienes y servicios”.

La utilidad, lo que a un ser vivo (no ya sólo a los humanos) le parece que le es más útil ya, de base, es mejor explicación para el por qué valoran las cosas que no un concepto relacionado con el trabajo.

Veámoslo.

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Amoeba proteus, envolviendo lentamente con sus seudópodos a una pequeña alga Staurastrum del orden de los desmidiales. Fotografía de Wim van Egmond, articulista en Micscape Magazine (Reino Unido). Todos los seres vivos tienen comportamientos de valor según características marginales: incluso un microorganismo valora su alimento de unidad en unidad, no por el total disponible. Su comportamiento en la naturaleza lo demuestra.

¿Qué podría ser un “bien o servicio” para una ameba? Su entorno, su alimento. Una ameba se desplaza buscando los mejores entornos para su desarrollo (temperatura, humedad, disponibilidad de alimento, salinidad). Dados dos entornos diferentes, la ameba tenderá a desplazarse al que se adapte a sus necesidades si es capaz de percibirlo aunque tenga un entorno más cercano pero menos apto para su supervivencia. Se desplazará hacia “el que le guste más”, el que le sea más útil para ella. Es más, en entornos que son potencialmente letales para este ser unicelular, una ameba puede entrar en estado letárgico o de animación suspendida haciéndose una bola y secretando una membrana protectora, convirtiéndose en un quiste. La célula permanecerá en este estado hasta que encuentre condiciones más favorables. Es decir, la ameba desarrolla estrategias de adaptación buscando aquello que desea. Elige (toma decisiones de valor) dentro de las medidas de sus posibilidades, de su configuración morfológica, genética, etc., y entre las opciones a su escaso alcance (escaso comparándolo con nosotros, los humanos, se entiende) y esas decisiones las “cuantifica” el científico de turno a través de la medición de variables físicas tales como la velocidad y dirección de desplazamiento, tiempo de permanencia, longevidad, velocidad de reproducción, reacciones bioquímicas, etc.

Y no debe dejar de notarse lo que en definitiva es decisivo: ni tan siquiera una ameba valora las cosas, p.e., su alimento (otros microorganismos) por el valor total de la existencia de éstos. Una ameba valora su alimento de una en una unidad, tal y como afirma la teoría de la utilidad marginal. ¿Cómo lo podemos saber? Porque la ameba modifica su conducta: una ameba se sacia, por ejemplo. Se detiene o ralentiza su actividad, no busca alimento de la misma manera si está saciada que si está hambrienta. De la misma forma que un ser humano, que no valora de igual manera el primer filete de ternera que el décimo octavo, una ameba no valora igual su primera alga que la décimo octava si se la suministramos consecutivamente de una en una.

Fuente.

Aquí tenéis un paper sobre cómo reconstruir redes de interacción bioquímica a través del análisis del comportamiento celular. De especial interés es cómo se puede realizar a través de la medición de la intensidad de las respuestas celulares ante diferentes estímulos (principalmente bioquímicos).

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Para un koala, su alimento es la hoja de eucalipto. Pero hay especies de eucalipto que prefiere antes que otras. ¿Cómo lo sabemos? Porque los biólogos y etólogos estudian el comportamiento del koala y observan que éste se desplaza y muestra más interés por alimentarse de algunas especies de eucalipto que por otras. Aunque el koala esté asentado en un eucaliptal y tenga asegurada su supervivencia, se desplazará en busca de otros árboles si éstos son más de su agrado. Se ha comprobado científicamente que el koala los prefiere en base a la menor toxicidad de las hojas de esos árboles en concreto o por su diferente composición química (le “saben” mejor). Un koala… tiene gustos diferenciados independientemente del trabajo que le cueste conseguir uno u otro alimento. Tiene preferencias de valor no basadas necesariamente en cuánto trabajo le va a costar obtener lo que desea.

Los koalas son comensales muy quisquillosos y muestran marcadas preferencias entre diferentes tipos de hojas de eucalipto. En Australia existen más de 600 tipos de eucaliptos, pero los koalas no se alimentan de buena parte de esta variedad. Dentro de un área particular, los koalas exploran en busca de tan sólo una o como mucho, dos o tres especies de eucalipto (los llamamos “árboles principales de búsqueda”) mientras que otras especies las buscan muy ocasionalmente o se utilizan tan sólo para sentarse o dormir.

Fuente.

Y no sólo eso. Los koalas huelen muy detenidamente buscando qué hojas en concreto de un mismo árbol se van a comer. No se las comen todas indistintamente. Seleccionan mostrando gustos de preferencia particular de índole subjetiva. Y todos los koalas no consumen los mismos tipos de eucalipto. Los koalas de Queensland, por ejemplo, prefieren unos eucaliptos distintos a los que prefieren los koalas de buena parte de Victoria. Es más, a algunos koalas incluso, les gusta el sabor de árboles que no son eucaliptos, como la acacia australiana o el árbol de té blanco (Kunzea ericoides).

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Koala (Phascolarctos cinereus) hembra comiendo hojas de eucalipto. Los koalas seleccionan muy cuidadosamente cuáles hojas y de qué árboles (generalmente eucaliptos, pero no siempre) se van a alimentar. Esto es, realizan distinciones de valor subjetivo. Incluso dentro de un mismo árbol seleccionan las hojas, no se las comen todas indistintamente. Si no les gustan las hojas de un árbol, aunque éste sea comestible, se desplazarán en busca de otro que les guste más aunque eso «les cueste más trabajo».

De la misma forma que un animal, un alcornoque muestra sus percepciones de valor directamente dirigiendo el crecimiento de sus raíces hacia donde hay más agua o tierra con más nutrientes aunque eso le implique un esfuerzo… e indirectamente no creciendo o desarrollándose por debajo de su potencial dependiendo de cuestiones como la acidez del suelo (por eso se dice en jardinería y horticultura que “según la planta que sea preferirá un tipo de suelo a otro”: las hay que prefieren suelos calizos, suelos arcillosos, etc.). Si plantamos un alcornoque en un hoyo y la mitad la llenamos de tierra normal y la otra, de mantillo o suelo fertilizante, al tiempo podremos comprobar que tiene más raíces y más desarrolladas en el lado del mantillo que en el otro. Lo mismo observamos que sucede con el crecimiento de la raíz hacia las zonas con más agua.

Fuente.

Como nota anecdótica pero culturalmente muy interesante, un paper sobre cómo las plantas tienen lo que en Neurociencia se define como “inteligencia básica”.

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Profundizando sobre la base de que los seres vivos tienen percepciones de valor nos encontramos con más cuestiones, muchas más. La literatura científica en Biología está repleta de papers e investigaciones sobre las percepciones diferenciadas de valor en animales (los seres vivos más estudiados, a fin de cuentas el ser humano no es sino otro animal más). Se ha estudiado mucho, por ejemplo, los cambios de la percepción del valor en animales domésticos ante la presencia de otros animales domésticos (estrés, ritmo cardiovascular, cambios en la alimentación, muda de pelaje, comportamiento errático, aparición de conductas similares a los celos, aumento o disminución de la agresividad, etc.) y las relaciones entre diferentes especies. Algo que no está directamente relacionado con nada parecido al concepto de trabajo.

Aquí, un estudio acerca de cómo se toman los animales los cambios en la voz humana (por ejemplo, los gatos valoran muchísimo más los sonidos agudos que los graves)…

También se han estudiado las relaciones de valor entre eficiencia, percepción, domesticación y convivencia con animales (y su aplicación en la reconstrucción cibernética). Esas conductas son reproducibles, como vimos en el caso humano tras los inicios de la cuantificación de la utilidad.

Aquí, un estudio científico muy interesante que demuestra la existencia de selección de alimentos por mero placer gustativo (hedonic en inglés) en los rumiantes. Que las vacas son, como los gatos y perros, “tiquismiquis” a la hora de comer, vaya.

Sobre análisis de procesos de comportamiento emocional animal.

Un muy interesante paper sobre el contenido subjetivo de la atracción de animales mediante recompensas a través del sonido.

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Desarrollemos eso último un poco más y en un tono más humorístico, para que podáis notar que los animales no sólo tienen gustos globales como especie (todos los gatos son carnívoros), sino que tienen gustos personales, lo cual revela aún más el hecho de que es la utilidad y no algo necesariamente con el trabajo lo que está tras el valor que estos seres le otorgan a las cosas. En líneas generales, cuanto más evolucionado y complejo es un organismo, tanto más muestra claramente preferencias en base a la utilidad o la subjetividad. Lo que corrobora la investigación del programa del economista Roemer sobre sociedades humanas (cuanto más compleja una sociedad, tanto más se muestra claramente que no es el trabajo lo único que está tras el valor de las cosas).

¿Habéis tenido animales domésticos? Mi mujer y yo convivimos con tres gatos, por ejemplo.

Celeste, nuestra gata mayor:

Celes, nuestra gata mayor: «¿Que los marxistas dicen que el valor no es subjetivooooo? Estos marxistas son unos loquillos.»

Dados dos piensos que haya costado el mismo trabajo socialmente necesario producirlos, observad si un gato es indiferente o no a la hora de comérselos. Os puedo asegurar que si existen diferentes marcas de pienso para gatos (y perros) en el mercado es por algo: los muy cabrones tienen preferencias de utilidad manifiestas. Probad a cambiarles el pienso (la última vez que se lo cambiamos, se negaron en redondo a comérselo durante cinco días: tuvimos que comprarles el antiguo, ¡preferían pasar hambre de tan poco que les gustaba el nuevo!). Cualquier dueño de gatos o de perros veterano sabe de sobra que el animal prefiere unos piensos a otros (y que esas preferencias no se deben necesariamente a la cantidad de trabajo socialmente necesario que ha costado crear esos piensos). O la comida humana al pienso. Si tenéis dos o más gatos… o perros (que son más sociables y no les importa tanto compartir el mismo plato), haced una prueba más: poned cuencos con diferentes piensos a la vez uno para cada animal a la misma distancia, etc. A ver si cada animal escoge uno para sí o si la mayoría escoge el mismo pienso. O probad a darle a cada uno una comida distinta al mismo tiempo. A ver si todos se comportan igual o se lo comen todo indiferentemente… o con las mismas ganas.

Un gato o un perro no tiene ni maldita idea de cuál pienso ha costado más o menos trabajo socialmente necesario producirlo. O cuánto dinero te ha costado a ti conseguírselo, ya puestos.

Podríamos poner miles de ejemplos como… ¿os habéis parado a pensar por qué los mosquitos “pican” más a unas personas que a otras aun a pesar de estar durmiendo en la misma habitación? A un mosquito (mosquito hembra, en realidad, que son las que se alimentan de sangre) le cuesta el mismo “trabajo socialmente necesario” picar a una persona que a otra (dada una igualdad de condiciones, se entiende). ¿Por qué los mosquitos prefieren entonces a unas personas sobre otras como fuente de alimento?

¿Por qué algunos animales prefieren unos colores a otros? ¿O unos sonidos a otros?

http://jee.oxfordjournals.org/content/57/3/371.abstract
http://www.amsciepub.com/doi/pdf/10.2466/pr0.1956.2.3.477
http://www.neurobiologie.fu-berlin.de/menzel/pub_agmenzel/gumbert_behavecolsocio_2000.pdf

Ya que estamos hablando de “marxismo” y de “animales”, no puedo sino evitar traer al caso el ejemplo de los insectos sociales, como las hormigas, cuya sociedad es lo más parecido a un socialismo en el mundo animal. Es más, decía Edward Osborne Wilson, el mayor mirmecólogo (experto en hormigas) del mundo, que:

Karl Marx tenía razón, el socialismo funciona, es tan sólo que se equivocó de especie.

Con ello, Wilson se refería a que las hormigas y otros insectos eusociales aparentan vivir en una especie de sociedades comunistas, donde sólo hacen lo que se les ordena porque están obligadas desde su biología más básica ya que incluso están privadas de capacidad reproductiva: un hormiguero es una sociedad centralizada, coordinada, todo está organizado férreamente, etc. Incluso se sacrifican en pos de la supervivencia de la colonia y la especie (pero por motivos biológicos, “forzados”: una hormiga no combate con otra o con un enemigo como una termita por altruismo). Los humanos, decía Wilson, no tienen esas características, ya que son mucho más libres e innovadores para poder decidir o tomar iniciativas y así dejar de ser explotado o dirigido. Es más, los humanos pueden decidir sobre su reproducción, afirmaba.

Ya por ahí debería haber quedado claro (al menos biológicamente hablando) que los humanos no tienen un concepto de trabajo como fundamento del valor, pero ahora bien… ¿está ausente por ello el concepto de utilidad como la “sustancia detrás de lo que hay valor” en las hormigas?

Para nada.

Las hormigas también valoran subjetivamente, muestran preferencias de valor no basadas en el trabajo socialmente necesario que les cuesta obtener un producto. Por ejemplo, algunos alimentos.

Es muy conocido este experimento entre los aficionados a la mirmecología y ha sido muy estudiado en Biología: la preferencia de las hormigas por el azúcar (y entre varios tipos de azúcar). De hecho, es un experimento estandarizado muy habitual para los estudiantes de Biología, Etología, Entomología y Mirmecología.

Dada la presencia de varios tipos de alimento, las hormigas prefieren el azúcar (aunque haya más cantidad de ese otro alimento, el azúcar esté más lejos o se encuentre en un lugar mucho menos accesible que las otras opciones, etc.). A las hormigas les gusta (generalmente, hay especies que prefieren… ¡la sal!) más el azúcar. Y no es por la cantidad de trabajo socialmente necesario para obtenerlo. Ni los animales “socialistas por excelencia” como son las hormigas dejan de tener preferencias de utilidad.

Un experimento colegial sobre preferencias de alimentos en las hormigas (en inglés).

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Es enternecedor constatar que los seres humanos no somos tan diferentes de otros seres vivos, especialmente otros animales. Una auténtica lección para todo aquel que se empeña en estudiar ciencias sociales sin acabar de entender que somos entes con necesidades y circunstancias de índole biológica y una trayectoria evolutiva (un guiño a los marxistas que no admiten la importancia de la genética y la evolución). Somos diferentes, sí, pero… no tanto.
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4.4. Desde la Psicología y la Neurología (neuroeconomía).

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Volvamos a los humanos, que son los animales objeto de este artículo.

Ya debería haber quedado más que absolutamente claro que la Teoría Laboral del Valor es falsa después de todo lo que hemos visto que demuestran diferentes campos académicos, pero si hay un área que muestra definitivamente esto es, ni más ni menos, que el estudio científico directo de la mente humana.

Los marxistas más acérrimos se han mostrado totalmente incapaces de asimilar que la TLV falla porque aunque la modelización matemática, la estadística, la medición de valores subjetivos, el análisis comparativo biológico y etológico, e incluso el mero y simple hecho de observar la economía del día a día confirmaran ese hecho, “no se puede demostrar que la TLV falle porque no podemos meternos en la mente de las personas para comprobarlo sin posibilidad de discusión así que la TLV es, como mínimo, una explicación tan buena como la teoría de la utilidad marginal para explicar el por qué del valor de las cosas”.

Lamentablemente para ellos sí que podemos “meternos en la mente de las personas”.

Ni por ahí se pueden escapar.

Y, efectivamente, podemos comprobar sin lugar a dudas, una vez más, que la TLV falla porque las personas tienen percepciones de valor subjetivas basadas en la utilidad y no en el trabajo socialmente necesario para crear aquello que desean.

Los marxistas se han estado escudando en esta excusa porque hasta no hace mucho tiempo, la Neurología (más concretamente, la neuroradiología) no disponía de las tremendas herramientas y avances que en este campo se han ido produciendo desde mediados y finales del siglo XX tales como:

-La tomografía axial computerizada (TC o TAC) también denominada escáner, que es una técnica de imagen médica que utiliza radiación X para obtener cortes o secciones de objetos anatómicos con fines diagnósticos. En lugar de obtener una imagen de proyección, como la radiografía convencional, la TC obtiene múltiples imágenes cuando tanto la fuente de rayos X como los detectores de radiación efectúan movimientos de rotación alrededor del cuerpo. La representación final de la imagen tomográfica se obtiene mediante la captura de las señales por los detectores y su posterior proceso mediante algoritmos de reconstrucción.

-La obtención de imágenes por resonancia magnética (tomografía por resonancia magnética o TRM), que es una técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética nuclear para obtener información sobre la estructura y composición del cuerpo que queremos analizar. Esta información es procesada por ordenadores y transformada en imágenes del interior de lo que se ha analizado. Es utilizada principalmente en medicina para observar alteraciones en los tejidos y detectar cáncer y otras patologías. También es utilizada industrialmente para analizar la estructura de materiales tanto orgánicos como inorgánicos.

-Las interfaces cerebro-ordenador (en inglés Brain Computer Interfaces o BCI) que consisten en una tecnología que se basa en la adquisición de ondas cerebrales para luego ser procesadas e interpretadas por una máquina u ordenador. Estas interfaces establecen un medio para interactuar con el exterior mediante nuestro pensamiento y se basan a su vez en el descubrimiento allá por 1875 de que el cerebro tiene una naturaleza de conducción eléctrica. Las interfaces cerebro-ordenador lo que hacen, básicamente, es medir la actividad de las neuronas para obtener la señal que luego se procesará. Existen dos tipos principales de dispositivos según el método de obtención de la señal:

a) Dispositivos invasivos: la medición se realiza directamente desde el cerebro del usuario, con lo que es necesario realizar una intervención quirúrgica. El sensor puede penetrar la corteza cerebral de forma que mide la actividad eléctrica de neuronas individuales, o bien, puede colocarse en la superficie del córtex para medir la actividad eléctrica de grupos de neuronas. La señal obtenida es muy nítida como consecuencia de tomar las medidas directamente desde el cerebro aunque debido a los riesgos que supone la intervención y también a consideraciones éticas, la mayor parte de las investigaciones con aplicaciones en rehabilitación se realizan con animales.

b) Dispositivos no invasivos: el sensor se coloca de manera que no se realiza una intrusión sobre el cuerpo humano. Son los dispositivos más utilizados en la tecnología BCI y claramente con menos riesgos para el usuario que en los métodos invasivos debido a que no es necesario realizar ninguna intervención quirúrgica. La actividad eléctrica se mide en la superficie del cuero cabelludo (electroencefalografía EEG). La señal obtenida es la superposición de todas las neuronas del cerebro (no de neuronas individuales o grupos localizados) y tiene una resolución más pobre debido a que el cráneo del usuario debilita y distorsiona las señales generadas por las neuronas. Existen otras técnicas no invasivas como la magnetoencefalografía MEG, la tomografía por emisión de positrones (PET), la imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) y la imagen óptica cercana al infrarrojo (fNRI). Aunque estas últimas son técnicas muy caras y requieren una gran preparación técnica.

Las aplicaciones de todas estas técnicas y herramientas son, principalmente, de ámbito médico (especialmente la obtención de neuroimágenes y el mapeado cerebral), pero han encontrado un cada vez mayor uso en áreas tan dispares como la mecanización (por ejemplo, el uso de sillas de ruedas dirigidas por ondas cerebrales), la comunicación (conversión y reconocimiento de órdenes verbales y emocionales) e incluso los videojuegos (realidades virtuales y videojuegos dirigidos por interfaz cerebral como el Mindball).

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Y, ahora, veamos la aplicación de esas técnicas y herramientas con respecto al tema que nos ha traído aquí. La teoría marginal describe la relación entre la propiedad objetiva de la magnitud de la recompensa con respecto a su valor subjetivo. Es decir, que para nosotros, algo es valioso porque nos satisface a nosotros. A pesar de que eso se ha demostrado como cierto en otras áreas académicas, como la Economía o las Matemáticas, no ha existido hasta hace poco tiempo evidencia directa empírica para esa teoría del valor, especialmente teniendo en cuenta que debería tener una base neurobiológica (se ha demostrado en términos biológicos y de análisis comparativo etológico, pero no directamente en laboratorio neurológico). Desde la aparición de las técnicas neuroradiológicas se ha podido ir comprobando cada vez más y más, en términos neurológicos (especialmente desde principios del siglo XXI), que las preferencias humanas entre elecciones intertemporales son mejor descritas a través de una teoría del decrecimiento marginal más que con respecto a posiciones que aseguran (como la TLV marxista) que las percepciones de valor son objetivas y rígidas. Es decir, que la teoría marginal del valor se haya refrendada por su comprobación en condiciones de laboratorio: el margen de aumento en la satisfacción conforme se va añadiendo una unidad de producto llega a un punto de saturación a partir del cual, va en disminución.

En esta investigación, por ejemplo, se han utilizado imágenes obtenidas mediante resonancia magnética que muestran cómo la sensación de recompensa se manifiesta en la actividad del núcleo estriado del prosencéfalo, pudiendo codificar la actividad de la recompensa de la utilidad marginal… y la disminución de ésta con su incremento conforme pasa el tiempo y se incrementa el número de productos unidad a unidad. Es decir, las áreas del cerebro muestran diferentes intensidades que se modifican con la percepción del valor, con lo cual queda demostrado que la percepción del valor es subjetiva, varía, no es estática ni rígida. Es más, el mismo paper muestra y demuestra que es el núcleo estriado la zona cerebral donde se da la integración de sistemas de valoración subjetiva inherentes a tiempo y magnitud, con lo cual se pueden sentar las bases de un sistema métrico de medición del valor que pueda servir de guía para estudiar la conducta humana de la elección (más concretamente, muestra cómo la actividad del cíngulo se corresponde con un grado de dificultad asociado a la disonancia entre valor y tiempo, todo ello evidencia de que existe una arquitectura cerebral integral para la toma de decisiones, incluidas muestras de subcomponentes del valor que contribuyen a cuestiones como la impulsividad y la seguridad).

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Una de las imágenes de la investigación sobre constatación empírica de la utilidad marginal del equipo de neurólogos dirigidos por Alex Pine para el University College London. Se muestran las regiones cerebrales afectadas que se correlacionan con la administración progresiva de unidades de recompensa. Obsérvese la actividad en el complejo amigdalino.

Simplemente maravilloso.

Y decisivo.

Demostrado científicamente en laboratorio: los seres humanos tienen percepciones de valor subjetivas basadas en la utilidad.

Y ése sería el fin de la historia si no fuera porque todo esto se enmarca dentro de la psicología cognitiva, el área académica de estudio científico cuyo foco de estudio son los procesos mentales que afectan al comportamiento (humano), tales como la atención, la memoria, la percepción, el lenguaje, metacognición, elección, toma de decisiones, etc. Dentro de estos procesos se encuentra, como os podréis imaginar, el valor.

Grandes nombres dentro de esta área los hay a patadas, pero me centraré principalmente en gente que ha conjugado las áreas de Economía y Psicología como Jonathan Haidt, Frederic Bartlett, Ed Diener, Albert Bandura, Gerd Gigerenzer, George Katona, Drazen Prelec, Paul Slovic, John Robert Anderson, Amos Tversky, y por supuesto, el psicólogo y economista Daniel Kahneman. No me detendré mucho en la psicología del valor porque la Neurología se encargó de dar el mazazo definitivo a algo que ya estaba bien apuntillado. Cito la obra de estos profesionales simplemente porque corroboran lo demostrado por la Neurología: que las personas tienen percepciones de valor subjetivas y basadas en la utilidad, no en la percepción del trabajo socialmente necesario para crear aquello que desean. Es más, si la Neurología acabó por confirmar cómo perciben el valor los humanos fue porque los psicólogos “empujaban desde atrás” sin tregua. Hay que darle a cada área el crédito que se merece. La inmensa mayoría de psicólogos de renombre (yo no conozco ni uno que no lo haga) tiene como base del estudio en sus obras el hecho de que los seres humanos perciben el valor subjetivamente.

Los trabajos de Kahneman sobre psicología cognitiva, toma de decisiones, economía del comportamiento y la psicología de la satisfacción, en concreto, son demoledores. Para el que quiera saber más, puede encontrar en su obra Pensar rápido, pensar despacio (Thinking, Fast and Slow), de 2011, un resumen de todas estas aportaciones que Kahneman (Tversky y muchos otros psicólogos cognitivos) realizaron a la Teoría del valor, especialmente en lo concerniente a la aversión a la pérdida, una de las mayores muestras de la subjetividad en la valoración, que luego corroborarían neurólogos como Robert Malach.

Fue precisamente a raíz de todas estas aportaciones y descubrimientos que nació un área muy especializada de la Economía, la Neuroeconomía, un área interdisciplinar que busca explicar la toma de decisión humana, esto es, la habilidad para procesar múltiples alternativas y seguir un curso de acción. La Neuroeconomía estudia cómo el comportamiento económico puede ayudar a comprender el funcionamiento del cerebro y un aspecto particular que me encanta reseñar: la Neuroeconomía puede ayudar a guiar (y comprobar) los modelos económicos.

Esta área de estudio científico, abanderada por Paul J.Zak, Vernon Lomax Smith y al ya tratado Daniel Kahneman (por cierto, “premio Nobel de Economía”) utiliza métodos y herramientas de la Neurología, la economía experimental, la economía conductual, y la psicología social y cognitiva. Dado que la investigación en la toma de decisiones recurre cada vez más a los ordenadores, también incorpora nuevas aproximaciones desde la Biología teórica, la Informática y las Matemáticas. La Neuroeconomía estudia la toma de decisiones con las herramientas de todas estas disciplinas no por gusto sino para evitar las limitaciones que surgen de utilizar una sola perspectiva. Por ejemplo, la Economía tradicional utiliza elementos base de estudio como los agentes racionales (que tanto se critican desde fuera del ámbito de la Economía como una asunción falsa o generalista) y la hipótesis de la subjetividad esperada de von Neumann-Morgenstern, que ya vimos en otro apartado, pero con la Neuroeconomía intentamos incluir un estudio científico menos rígido de la subjetividad en Economía, como los heurísticos y el esquema de interpretación del encuadre. Junto con la economía conductual, la Neuroeconomía surgió para integrar los factores emocionales, cognitivos y sociales de estas supuestas anomalías en el estudio científico de la toma de decisiones a través de la demostrada relación entre conducta económica y mecanismos neuronales. Al utilizar herramientas de todos estos campos, la Neuroeconomía ofrece un modo mucho más integrador de comprender la toma de decisiones, y se abre paso cada vez más en el ámbito científico como un área de precisión más pragmática y menos teórica.

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Daniel Kahneman, «premio Nobel de Economía» de 2002 junto a la portada de su libro Thinking Fast and Slow, que condensa gran parte de su obra (especialmente centrada en el estudio de la aversión al riesgo humana). Kahneman es uno de los psicólogos más influyentes del mundo. Su obra, netamente científica, ha resultado revolucionaria por la integración de análisis científicos procedentes de la Psicología, la Economía y la Neurología. Es uno de los padres de la Neuroeconomía.

Más ciencia pragmática y menos teoría, especialmente si esta última es de origen ideológico (ejem, como el marxismo).

Os pongo como ejemplo una investigación neuroeconómica muy curiosa que logró demostrar que el daño físico a áreas concretas del cerebro (más concretamente, el complejo amigdalino) eliminaban o disminuían la aversión a perder dinero.

Más de un economista neoclásico (y marxista, y austríaco) asentado en su cátedra en la facultad de Económicas está temblando ante la perspectiva de que la Neuroeconomía se acabe imponiendo.

Bueno, dicho todo esto, pasamos a tratar en un formato más libre, ensayístico, algunas de las cuestiones que seguro que todos los lectores (o la mayoría) están deseando preguntar.
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5. “Bueno, de acuerdo, la Teoría del Valor-trabajo marxista es falsa pero, ¿qué más da? ¿Tan importante es que lo sea?” Efectos en la aplicación de economías marxistas.

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Quiero que entendáis que en realidad lo verdaderamente importante es haber logrado saber (no ya suponer, sino saber e incluso saber científicamente) por qué valen las cosas.

Eso es lo que nos interesaba saber como especie para conocernos a nosotros mismos y saber hacia dónde debemos dirigirnos para implementar tomas de decisiones adecuadas en la gestión de nuestros recursos. Para saber manejar mejor nuestra economía, en suma.

Y es precisamente por eso que sí, es muy importante haber logrado demostrar también que la TLV de Marx es falsa porque con ello logramos saber que NO es una opción adecuada para fundamentar en ella la economía de una sociedad, por más que insistan sus partidarios en que sí. Porque con esa teoría en mente o aplicada no vamos a manejar tan bien nuestra economía como podríamos hacerlo de otra forma.

Pretendo que lo veáis lo más claro posible antes de continuar, por favor:

El debate acerca de si la TLV de Marx es cierta o no, está total y absolutamente zanjado.

No hay debate: la TLV marxista es falsa. Punto.

Y no es que lo haya demostrado un área académica, sino todas las que entran en el análisis científico del valor.

Y no lo hacen sólo de manera aislada sino que las conclusiones de todas las ciencias se corroboran y complementan entre sí.

Y no lo hacen sólo en la teoría sino en la práctica.

Y no es sólo perceptible en un frío análisis de laboratorio sino también en la realidad económica del día a día.

Y no es sólo porque la utilidad marginal sea más cierta sino porque la TLV es falsa en sí misma. Las dos cosas a la vez.

Señores marxistas y/o defensores del marxismo…

Basta ya.

Se acabó.

La Teoría Laboral del Valor de Karl Marx (y toda teoría objetiva del valor) es falsa y está científicamente demostrado de manera rotunda. Total. Demoledora.

Dejen ustedes de molestar insistiendo en algo que es rotundamente falso.

Y lamento decir esto, pero se veía que era falsa de manera evidente. Desde el primer momento… hace ya la friolera de ciento cincuenta años (ahora trataremos eso de cómo es bastante posible que Marx no se quiso dar cuenta en un apartado específico).

Lo que deberían hacer si tuvieran honradez y sentido del ridículo racional y científico es reconocerlo, agachar las orejas y pasar capítulo. No sucede nada por admitirlo. Todos nos equivocamos, nadie nace sabiendo.

Lo que no se puede es estar todo el día empeñados en defender algo que es falso y los demás no podemos estar explicándole a gente que sigue insistiendo en la viabilidad de esa teoría… que es falsa. Tenemos miles de mejores cosas que hacer e implementar en nuestra economía. Y en las que emplear nuestro tiempo, ya puestos. Es del todo inadmisible que continúen existiendo partidos políticos y asociaciones que defiendan teorías económicas que están demostradas científicamente como fallidas… y dañinas.

Sí, dañinas. Perjudiciales. Desastrosas.

¿Por qué os creéis que en países que han aplicado esta teoría como base económica sus economías han tenido un mal desarrollo o directamente se han ido al garete? ¿Por qué hay escasez en Corea del Norte? ¿Por qué hay tanta inflación en Venezuela? ¿Por qué no han funcionado los planes quinquenales de desarrollo de la Unión Soviética?

Pues no es sólo por motivos circunstanciales más o menos ciertos como una mala planificación, la corrupción, el sabotaje de fuerzas exteriores, plagas o malas cosechas, o la poca educación de la gente… sino ante todo y sobre todo porque una sociedad no puede tener como base de su economía la implementación de la idea de que los seres humanos percibimos el valor de las cosas (bienes y servicios) en función del trabajo socialmente necesario para producirlos.

No podemos tener una “dictadura económica del valor”.

Todo lo demás son, al fin y al cabo, excusas. Uno puede asegurar que la causa de que la economía cubana vaya fatal es por culpa del bloqueo estadounidense, pero obsérvese que absolutamente todas las sociedades que han implementado una economía cuya base no admita para nada la libertad subjetiva que del valor tienen los humanos… va a irse al carajo más tarde o más temprano o, como máximo, no se va a desarrollar plenamente. Y eso le ha pasado no sólo a los países llamados “comunistas”. Le ha pasado también a toda sociedad, nación, monopolio político o dictadura que haya intentado controlar férreamente su economía, especialmente en el apartado de la percepción del valor.

Porque ése es el fondo de la cuestión: los seres humanos tenemos que admitir que nuestra percepción del valor varía. Nuestros valores son subjetivos. Cada uno de nosotros valoramos las cosas de un modo. A mí me gusta el pan más blanco, mi hermana es más de gatos que de perros, a mi amigo Miguel no le gustan los videojuegos, a otro le gustan los deportivos rojos, a otro, el café del Starbucks y a aquel de allí le gustan los teléfonos móviles con la carcasa de color azul. Y eso es lo que hay. “Nos guste o no”. Cada uno de nosotros percibimos el valor de algo por la utilidad particular que para nosotros tiene ese algo, y obsérvese incluso que el valor varía a lo largo del tiempo (hay cosas que hoy nos gustan y en un futuro no lo harán, lo harán más o lo harán menos)… el valor se puede modificar. Es por eso que se puede convencer a alguien de que compre algo (o que deje de ser marxista, je, je…) y existen incluso áreas como el marketing que se especializan en estudiar esas posibilidades. Es más, los marxistas o defensores del marxismo bien que han utilizado tradicionalmente de manera masiva la propaganda (por ejemplo, la famosísima propaganda soviética) que, como el marketing, tiene la función de intentar cambiar o influenciar las percepciones de valor de aquellos a quienes va dirigido… es decir, que (irónicamente) los marxistas son más que conscientes de que la percepción del valor no es rígida: se puede cambiar o puede variar a lo largo del tiempo, está sujeta a valores subjetivos, creencias, etc. Como ya vimos en el apartado 4.4. a uno le pueden incluso cambiar las apreciaciones de valor tan sólo con haberse dado un golpe que afecte a determinadas partes del cerebro.

En resumen, debe existir libertad general básica de poder elegir, de poder manejar nuestra economía, de poder adquirir bienes, productos y servicios según nosotros los percibimos si queremos manejarnos bien. Puede haber controles y limitaciones circunstanciales y temporales como cuando un gobierno subsidia los alimentos básicos durante una sequía o una escasez, becas, ayudas a sectores concretos como el I+D, etc., pero la base indiscutible es que, en general, debe existir una libertad económica. Y científicamente demostrado. Punto.

Y es sobre esa base de libertad sobre la que debemos trabajar e intentar las posibles medidas de control, no al revés.

Por si acaso me leen a saltos (me han confesado en los comentarios que me leen así), vuelvo a especificar lo ya dicho en anteriores apartados por si me vienen con los mismos «argumentos»:

  1. “Pero es que en el marxismo no se establecen precios rígidos por defecto”.

Los cojones.

Aquí, un ejemplo en Venezuela por parte de un marxista declarado, abogando (¡más aún!) por ellos. Cito el texto porque no tiene desperdicio para poder ejemplificar cómo pretenden aplicar una Teoría del Labor marxista a una sociedad actual. Observad cómo se encuentra, punto por punto, lo que iremos advirtiendo en apartados posteriores sobre la implementación de una TLV a una economía (para que luego digan que me lo invento):

creemos conveniente enfocarnos no en una ley punitiva de precios justos, sino en la implementación de un nuevo sistema justo de Valor-Trabajo. Este sistema si abriría las compuertas hacia una verdadera transición de un sistema pre capitalista de precio-mercancía-trabajo, a uno socialista donde exista un verdadero equilibrio sobre el trabajo necesario y bien remunerado, el valor y no el precio de la mercancía.

Pero para esto debemos comenzar con un estricto estudio de todo nuestro sistema económico productivo. No podemos improvisar, este asunto seria prioritario para la nueva y revolucionaria AN que empezará a legislar en enero próximo.

Como todos sabemos cuándo hablamos de “Precio”, que es una medida económica capitalista, nos referimos a la cantidad en unidades monetarias que intercambiamos por bienes y servicios en un tiempo determinado. No así el “Valor”, este concepto es mucho más amplio y contiene el esfuerzo o fuerza de trabajo que realizan nuestros trabajadores en las diferentes ramas del aparato industrial nacional y privado, también incluye de manera subjetiva la necesidad del consumidor para satisfacer sus necesidades prioritarias del buen vivir. Podemos decir que el ciudadano consumidor no compra un producto, compra la satisfacción de una necesidad, por lo tanto, el “Valor” no es el “Precio”. Existe un “Valor” intrínseco que el ciudadano le asigna al producto para satisfacer un requerimiento de vida.

En una economía de mercado toda mercancía o servicio tiene “Precio”, pero realmente lo que paga el ciudadano es el “Valor” que tiene el producto. El “Valor” de un producto puede ser cuantificable allí interviene el trabajo necesario de los obreros, operarios, empleados, el capital, la infraestructura, maquinarias etcétera, como lo dice la teoría clásica, y como dice Marx…” El valor de las cosas reside únicamente en el tiempo de trabajo dedicado a producirlas incluyendo en el mismo los factores que requiere esa producción”… Por consiguiente el “Valor” se mide en “unidades” de trabajo con la condición de que este trabajo sea “Socialmente Necesario”. Podemos decir con Marx:.. “El Precio es la medida del Valor”… En el sistema de economía de mercado o capitalismo puro, hay un tiempo en horas de trabajo que el trabajador realiza gratuitamente para el beneficio exclusivo del empresario capitalista, y otro tiempo en horas que trabaja para sí mismo recibiendo una retribución en dinero o especies. La diferencia entre el “Valor” del producto fabricado por el trabajador y su consiguiente “Valor” de venta al mercado es denominado plus valor. La mercancía fabricada por el trabajador venezolano tiene un “Valor de Uso” y también tiene un “Valor de Cambio” es decir alguien está dispuesto a pagar un “Precio” por esa mercancía, el empresario capitalista para maximizar su ganancia lo vende en el mercado a un valor mayor de lo que ha costado su propia producción, incluido gastos de materia prima, herramientas, salarios, etc. Esta diferencia es lo que denomina Marx Plus valor.

Más claro lo que piensan los marxistas, agua que baja del monte. ¿Que el marxismo no predica precios rígidos? Me voy a tener que acordar de vuestra madre.

2. “Bueno, vale, lo reconozco, los marxistas (o la mayoría de ellos) predican el utilizar precios rígidos o más o menos predeterminados, pero Marx no dijo nunca eso. Marx nunca dijo cuál debería ser un precio ideal”.

Una vez más, los cojones.

Aparte de que aplicando una TLV te sale implícitamente un sistema de precios rígidos ya de por sí (obvio, si para su creador las cosas tienen un valor objetivo, es más que lógico que si se aplica en la práctica su teoría en la cual las cosas deban tener un precio más o menos en relación a ese valor objetivo te va a salir un sistema de precios que no se mueve precisamente mucho)… aparte, insisto, POR SUPUESTO que lo dijo y bien clarito lo que debían ser los precios ideales según él:

The hazy notion about the ideal measure of money fades away in the last words and its real mental content becomes clear. Pound, shilling, etc., the names of account of gold, are said to be names representing definite quantities of labour-time. Since labour-time is the substance and the inherent measure of value, the names thus indeed express the value relations themselves. In other words it is asserted that labour-time is the real standard of money.

La última frase: “En otras palabras, queda demostrado que el tiempo-trabajo es el auténtico patrón del dinero”.

Punto y final y zas en toda la boca, marxistas: el estándar del dinero, de la medida con la que se compran las cosas debería ser el tiempo-trabajo según Marx. ¿Eso no es rígido? No, qué va, qué va.

Más de uno se habrá quedado de piedra al leer eso. Es lógico. Aquí el personal se cree que Marx es sólo Das Kapital y se “olvida” de que existen textos como La Crítica de la Economía Política.

Que algunos de vosotros penséis o creáis algo diferente, es otra cosa y a los economistas sensatos ya nos importa poco. De todas formas no hacía ni falta que lo dejara tan claro… ¡canta por sí mismo! Insisto: ya tan sólo hablando que el valor proviene de una sustancia generadora que es de carácter objetivo (en su caso, el trabajo socialmente necesario) Marx ya está afirmando implícitamente que podrían existir precios acordes a ese valor objetivo especialmente en la fase socialista de la sociedad, esto es, la pre-comunista.

Seguimos.

El control absoluto o prácticamente general de una economía por parte del Estado o de quien sea (por ejemplo, los precios en una economía socialista o las mismas asociaciones de productores de las que hablaba Marx) es perjudicial. Veámoslo para que podáis comprobar que estas afirmaciones no sólo no son baladíes sino que vienen respaldadas, una vez más, por el análisis científico. La forma más clara de verlo es a través del comportamiento de los precios que, como ya vimos anteriormente en otros apartados, están relacionados con el valor. Repetimos: Marx llegó a afirmar textualmente que el precio es la expresión monetaria del valor.

¿Por qué los países que aplican líneas de actuación económica basadas en la Teoría Laboral de Marx (o cualquier teoría del valor objetiva) muestran un consistente efecto negativo de la inflación (subida de precios) y gigantescos problemas de escasez y abastecimiento?

Los efectos de esa aplicación son más visibles sobre todo en los precios de los productos y servicios. Los gobiernos de estos países efectúan controles masivos de precios (salarios, etc.) porque la teoría económica de influencia marxista dice que el precio de las cosas debe ser objetivo. ¿Y quién decide cuándo es algo objetivo? En este caso, el Estado (más concretamente, el gobierno o las instituciones a su cargo) .

Tienda del Estado prácticamente vacía en la Varsovia del periodo comunista (años ochenta).

Efectos del control de precios en una economía de influencia marxista (en este caso, Polonia). Tienda del Estado (en concreto, una carnicería) prácticamente vacía en la Varsovia del periodo comunista (año 1982). Fotografía ítem # 23 titulada  «La Carnicería, Varsovia», de la obra Making the History of 1989, de Chris Niedenthal.  Fuente.

Los problemas vienen porque los planificadores gubernamentales generan esos precios conforme a lo que ellos creen… no conforme los vendedores, consumidores, etc., creen que deban valer las cosas. No hay regateo, no hay intercambio de información, los agentes económicos (vendedores, compradores), no pueden decir mucho (o más bien, nada) al respecto.

Los precios son prefijados (centralizados) por el Estado o una entidad reguladora.

¿Cuáles son los efectos de todo esto?

Varios y no muy buenos.

Para empezar, la economía se vuelve rígida, ya no es dinámica. Aparte de que la tarea administrativa en sí (el control de precios y todos los factores que rodean a éstos) es gigantesca, los ajustes de ensayo y error de los precios en cada mercado requieren que los planificadores sepan cómo se van a ver afectados por los cambios en la demanda de ese mercado en concreto. Esto es… si los inspectores estatales del Ministerio de Agricultura prefijan el precio de kilogramo de patatas en nueve rublos… ¿saben cómo va a afectar eso a la producción de un alimento complementario o sustitutivo como es el pan? ¿Es ese precio justo para el proveedor, le permitirá obtener beneficio? Si lo encuentra demasiado barato, el agricultor va a decir que no le interesa producirla y o deja de cultivar o cultiva con menos ganas o no investiga mejores medios o nuevos tipos de patatas más sabrosas o más grandes (total, le van a dar lo mismo por el kilo de patatas haga lo que haga). Se dice que “tiene menos incentivos para producir”. ¿Es demasiado caro para el comprador? Si es demasiado caro se irá a comprar alternativas (si las hay) y si es demasiado barato puede acaparar el producto. ¿Han tenido en cuenta los planificadores todo esto?

[Nota por si alguno me lo pregunta: “¿eso significa que debemos dejar libertad total de precios en todos lados y que no debería haber intervención en la economía?” No, hijo, no… Ni tanto, ni tan calvo. Eso es lo que pretenden los ultracapitalistas y radicales del laissez-faire. Todos los extremos son malos. Hay que tener un equilibrio, más correctamente habría que decir que hay que intervenir en economía cuando haga falta, esto es, para acometer infraestructuras que la iniciativa privada no puede, regular los precios de la alimentación básica durante un desastre natural, dictaminar controles de productos estratégicos, etc. No puede haber ni una tiranía económica ni un despiporre y sálvese quien pueda. Ambas posturas son muy ineficientes económicamente hablando. Repetimos por si no ha quedado claro: sobre una base de libertad económica, se producen los controles e intervenciones pertinentes. Ésa es la postura más eficiente.]

Ford Anglia circulando por una desolada calle de La Habana, Cuba. Fotografía tomada el 7 de agosto de 2006. Cuba es muy conocida por tener una flota de automóviles compuesta en su mayoría por vehículos antiquísimos, propios de los años cincuenta (

Ford Anglia circulando por una desolada calle de La Habana, Cuba. Fotografía tomada el 7 de agosto de 2006. Cuba es muy conocida por tener una flota de automóviles compuesta en su mayoría por vehículos antiquísimos, propios de los años cincuenta (yank tanks, «máquinas» o «coches yanquis», se les llama popularmente muchas veces independientemente de su origen). Existe un importante mercado de piezas de segunda mano en la isla: los automóviles se reparan continuamente ya que el consumidor cubano medio o no puede comprar o no se le permite importar vehículos más modernos (los aranceles son muy elevados).

Todo esto de la centralización de precios (hacerlos “objetivos a la fuerza”) distorsiona los mercados de manera artificial… y masiva. Durante mucho tiempo.

En una ocasión en la facultad un compañero le preguntó al profesor: “¿Se podría informatizar este proceso?” Como poder, se puede en teoría. De hecho, hoy en día disponemos de ordenadores con una gran capacidad que podrían recalcular los precios de los mercados en tiempo real y, es más, se hace en sectores muy concretos como los precios de las materias primas minerales, pero nótese que aunque se lograra la capacidad de cómputo constantemente actualizada de la inmensidad de todo un mercado global… el efecto sería el mismo: los precios recalculados por ordenadores simplemente reflejarían los deseos de los agentes económicos conforme a la utilidad. Es decir que, en última instancia, es una prueba más de que no se deben centralizar todos los precios (y de que los seres humanos siguen eligiendo subjetivamente). Administrativamente, sería más eficiente, eso sí. Las transacciones serían más rápidas. Ya vimos que eso no funciona ni tan siquiera en las ideas del neomarxismo como la Rosa de Peters.

Sigamos.

El marxismo no contempla bien (por no decir que hay veces que no lo contempla en absoluto) la negociación del precio entre el que oferta y el que demanda. Ésa es una de las razones si no la principal, por la cual el marxismo es especialmente nefasto a la hora de intentar aplicarlo a gran escala en una economía nacional.

Una sociedad que implementa centralización de precios (“objetivización” del valor) es mucho, mucho menos capaz de enfrentarse a externalidades. Por ejemplo, la contaminación que generan las industrias. Siempre se ha señalado que los movimientos ecologistas y la concienciación medioambiental no nacieron precisamente en los “países comunistas” (donde, de hecho, estuvieron perseguidos durante muchísimo tiempo), sino en los capitalistas e incluso países del Tercer Mundo que no han sido tradicionalmente capitalistas, como la India. El precio de las cosas debe incluir el coste de externalidades… si es que uno las quiere tener en cuenta y las quiere acabar solucionando. Es por ello que la concienciación y el valor del medio ambiente han hecho «mover el culo» a las empresas hacia una mayor eficiencia energética, limpieza, auge de nuevas formas de energía limpia y renovables, aparición de productos como filtros y motores más eficientes, turismo ecológico, e incluso la aparición de impuestos medioambientales, multas por contaminación, etc. Los precios deben recoger las externalidades. Y rapidito. O si no pasará como en China donde la gente en las zonas industriales van con mascarilla por la calle y se forman smogs donde no se ve a más de treinta metros, aumentan las enfermedades respiratorias e infecciosas, disminuye la calidad de vida, la esperanza de vida, etc. Y el gobierno chino no se puso a intentar remediarlo hasta que llegaron las olimpiadas de Pekín, esto es, por el prestigio personal… no porque tuviera muy en cuenta precisamente las necesidades de sus ciudadanos. La situación medioambiental en la Unión Soviética sólo puede tildarse de prácticamente apocalíptica. En sociedades de economías rígidas planificadas centralizadamente esto de asumir las externalidades es muy difícil de hacer básicamente porque no son dinámicas… si es que los planificadores asumen (rara vez lo hacen) u obligan a asumir de manera automática los costes de las externalidades porque complican sus cálculos de precios, los que esperaban (o simple y llanamente porque no les interesa incluirlos). Los precios deben ser flexibles e irse actualizando rápidamente (por ejemplo, en los países concienciados, no comprando los productos de empresas contaminantes o productos que se demuestren como perjudiciales contra la salud).

Chernobyl_Disaster

Tres de los mayores desastres medioambientales heredados de las nefastas políticas económicas de la antigua Unión Soviética: el desastre de la central nuclear de Chernobyl, Ucrania (imagen de la izquierda, tomada en 1986 por las mismas autoridades soviéticas); el desecado del mar de Aral (imagen central, tomada en Uzbekistán, octubre de 2008 por George Kouronis); y la impresionante magnitud de la contaminación del aire (a la derecha, factoría siderúrgica Lenin en Magnitogorsk, Unión Soviética, foto tomada en 1991).

En resumidas cuentas, uno de los problemas principales de los precios establecidos centralizadamente… es que los planificadores (el Estado o quien sea) debe calcularlos a priori y después dejarlos fijos durante largos periodos de tiempo cuando lo ideal es ver cómo se van desarrollando conforme “van entrando inputs en el precio”. Yo no puedo, por ejemplo, poner el 1 de enero de 1956 que el kilo de trigo va a estar a siete rublos durante todo el año… y que después me venga una sequía devastadora que me haga que la producción del cereal sea un 35% con respecto al año anterior… ¡¡¡y pretender que siga costando siete rublos por kilo durante todo el año!!! Eso va a producir acaparamiento, después el gobierno se verá obligado al racionamiento… y después vendrá el mercado negro como respuesta a éste.

Por si nos habéis dado cuenta lo que sucede es que no hay una buena transmisión de información que a fin de cuentas es lo que es un precio. Los precios en una economía planificada están desvirtuados, no sirven como herramienta de aviso o adaptación. Los precios deben recoger nuestras percepciones de valor, no las percepciones de valor efectuadas dictatorialmente por alguien. Las externalidades son señales económicas que hay que atender, pero también hay que atender cuestiones como particularidades locales o sectoriales… Por ejemplo, prefijar precios centralizados para productos que no se consumen igual en todo el país. Si pones el precio de la leche a siete rublos el litro pensando que haces un bien porque lo pones igual para todo el país, habrá zonas de tu país donde la gente tome por motivos culturales o simplemente gustos particulares más leche, y la vea muy cara. Por el contrario, un precio que sea percibido muy caro donde apenas la consumen y tú no lo modifiques con la ineludible señal de “no te la compran”… te dejará los productos acumulando polvo en las estanterías mientras al otro lado del país berrean porque no la pueden comprar ya que no hay. Las acciones que te quedan como planificador es ponerte la cara colorada de vergüenza ante tamaño fallo y molestar a otras instituciones para que aparezcan transportes que se lleven la leche a esos otros mercados locales con el consiguiente trastorno… y sobrecoste. Cuando todo eso se podría haber resuelto dejando hablar a los precios y haciendo constar en ellos las preferencias subjetivas del consumidor.

Y ésa es otra… Los países de economías basadas en el marxismo económico siempre han presumido de alcanzar una mayor coordinación al estar todo centralizado y unificado. Pues se daba lo contrario muchas veces. Para establecer precios objetivos en muchas ocasiones esos estados se adueñan de los medios de producción. Por ejemplo, las famosas granjas colectivas soviéticas… que no se coordinaban bien con las logísticas (transporte) aun a pesar de estar coordinadas bajo el mismo mando. ¿Por qué? Porque no tenían en cuenta los movimientos del mercado: la producción no es lineal muchas veces; no se vende igual en navidades que en mitad de julio, por ejemplo (tienes que tener previstos cambios masivos en la rotación del personal). No se estudian (o no se hace bien) los hábitos y gustos del consumidor. Ni las modas. No se tienen en cuenta las necesidades particulares ni se dejan esas decisiones en mano de los agentes que están en la misma escena (se toman las decisiones desde centros de control alejadísimos de la zona o del mismísimo segmento social, con lo cual no se toman medidas adecuadas). O no se pueden tener en cuenta a priori. El marketing es desconocido en estas economías (los marxistas irredentos odian la presencia del marketing, como ya vimos: hace evidente que las personas tienen preferencias de valor subjetivas y lo ven como “una cosa del capitalismo”, sin saber que está “inventado” desde la China de la Edad de los Estados Combatientes).

Estas economías no son flexibles ni adaptables: asumen que todos los consumidores tienen gustos y hábitos uniformes de consumo, que son poco más que autómatas económicos (irónicamente el marxismo acusaba al capitalismo de “deshumanizar a la sociedad”). Es por eso que sólo se ven en los escaparates de países de economías planificadas como la URSS nada más que unos pocos modelos del mismo producto: sólo un tipo de olla, nada más que dos o tres marcas de yogur, pocos modelos de automóviles circulando, etc.

En una economía más libre, se deja la posibilidad de elección al consumidor: si no me gusta esta olla, por lo que sea (no me gusta la forma o el color o el metal me parece de mala calidad), no la compro y me pongo a buscar alternativas. El equivalente a decir: “te vas a meter la olla por el culo porque lo que es yo no la pienso comprar”. El vendedor se las tiene que ingeniar para hacer mejor su producto, bajar el precio o investigar nuevos productos con las características que el consumidor desea o entiende como atractivos… y así progresan tanto la economía como el avance tecnológico, las condiciones de vida, etc. En las economías dirigidas me tengo que joder con lo que me han prefijado que puedo comprar con el precio y las características que el ente regulador quiera: los productores no innovan o lo hacen muy poco (porque no tienen incentivos para mejorar o investigar: se lo ordenan vender o se les prefija el precio) y yo como consumidor tengo que comprar por narices de entre lo poco que me ofertan. Se producen productos y servicios “subóptimos” y la tecnología no avanza o avanza muy poco (especialmente con respecto a otras sociedades). Una de las grandes razones del porqué del contrabando y del mercado negro masivos en esos países: si no encuentran lo que buscan legalmente, lo buscarán ilegalmente.

De la misma forma, las planificaciones estatales tienden a no funcionar porque no estudian o tienen en cuenta las percepciones de valor de los consumidores. Son muy conocidas las grandes obras de infraestructura que luego no utilizaba nadie o no se utilizaban al punto de hacerlas rentables, como sucedió con el hincapié que se hizo en los ferrocarriles en países como la URSS o Corea del Norte. Cuando aparecieron los automóviles, los gobiernos de esos países notaron que la gente incrementaba el deseo de utilizar carreteras (cada vez se prefería más el uso del automóvil o el camión), pero se empeñaron en obligar a utilizar el ferrocarril a la fuerza… porque ya estaba construido y por motivos más absurdos y políticos como el hecho de limitar los movimientos poblacionales. El resultado fue que tardó muchísimo en desarrollarse una red de carreteras, que éstas estaban permanentemente en mal estado y que el ferrocarril llegaba hasta aldeas remotas de Siberia pero eran líneas costosísimas tanto en construcción como en mantenimiento y al final sólo las usaban cuatro gatos.

Otros efectos más indirectos de todo esto fue que el monopolio de los medios de producción y la ausencia de manifestación de valores por parte de los consumidores implicó que como no se podían tener alternativas (no había competencia entre empresas suministradoras ni se podía protestar o reclamar o directamente no se atendían esas reclamaciones) se emplearon durante muchísimo tiempo técnicas, sistemas, herramientas y materias primas que se iban quedando obsoletas y se buscaron medidas de ahorro en costes para paliar desgastes en vez de aumentar la eficiencia tecnológica (porque no había incentivos para mejorar): de ahí, por ejemplo, los frecuentes cortes de luz eléctrica en varios de estos países debido al ahorro en reparaciones y mantenimiento de la red o la cada vez mayor escasez de repuestos. Todavía hoy China utiliza el carbón masivamente como fuente de energía. Corea del Norte tiene apagones de hasta doce horas al día en muchas zonas.

Imagen nocturna de infrarrojos visibles de la península coreana tomada con el Visible Infrared Imaging Radiometer Suite, o VIIRS, instalado en el satélite finlandés Suomi NPP . 24 de septiembre de 2012. Nótese cómo Corea del Norte (

Imagen nocturna de infrarrojos visibles de la península coreana tomada con el Visible Infrared Imaging Radiometer Suite, o VIIRS, instalado en el satélite finlandés Suomi NPP. 24 de septiembre de 2012. Nótese cómo Corea del Norte («socialista» o «juche») está a oscuras con respecto a la capitalista Corea del Sur. La imagen habla por sí sola.

[Nota: Parece ser que hay mucho «fan» del comunismo y de Corea del Norte al que le ha fastidiado que yo haya puesto esa imagen. Por lo visto, circula el rumor entre los pro-comunistas de que esa fotografía es falsa. lamento darles esta patada en la boca que les voy a dar… pero es rotundamente cierta. Es más… copio y pego la respuesta que le di en su día a un payaso en los comentarios:

Estoy HASTA LOS COJONES de que me vengais con mentiras (y más aún, mentiras de propaganda comunista y justificadoras de dictaduras), máxime cuando ya deberíais saber lo MUCHO que ratifico mi material. Un solo ejemplo: la foto de Corea del Norte de noche.

Es ABSOLUTAMENTE CIERTA. Eres TAN TONTO que ni te has parado a cruzar referencias. Es cierto que existe una foto pero no de la NASA estrictamente sobre la península coreana de noche. ¿Te has leído el pie de foto? No, ¿verdad?

Imagen nocturna de infrarrojos visibles de la península coreana tomada con el Visible Infrared Imaging Radiometer Suite, o VIIRS, instalado en el satélite finlandés Suomi NPP. 24 de septiembre de 2012.

EL SATÉLITE ES DE FABRICACIÓN FINLANDESA Y DE USO METEOROLÓGICO, Y DE UTILIZACIÓN CONJUNTA americano-finlandesa.

NO ES FAKE. Es absolutamente CIERTA.

Pero vamos, ¿que no te gusta esa fotografía o no te fías de ella? Bueno, PUES PODEMOS UTILIZAR LA QUE TOMÓ LA ESTACIÓN ESPACIAL INTERNACIONAL (EN LA QUE PARTICIPAN CHINOS Y RUSOS).

O, mejor aún…

COMPROBAMOS CÓMO EL MISMO GOBIERNO NORCOREANO ADMITIÓ QUE ES CIERTA,

…QUE ERES TAN TONTO DEL BOTE QUE NI TE HAS PARADO A COMPROBAR ESO:

http://gizmodo.com/north-korea-justifies-why-it-shuns-light-at-night-1684618791

http://www.theverge.com/2015/2/9/8003637/north-korea-satellite-photos-night

http://www.theguardian.com/world/2014/apr/23/north-korea-by-night-satellite-images-shed-new-light-on-the-secretive-state

http://news.nationalgeographic.com/news/2014/02/140226-north-korea-satellite-photos-darkness-energy/

O PODEMOS USAR NOSOTROS MISMOS, EL GOOGLE MAPS EN VISTA DE SATÉLITE, ¿NO?

http://www.thewire.com/technology/2012/12/new-google-maps-night-feature-pretty-breathtaking/59816/

Te puedo traer las mil y quinientas sobre el resto de cuestiones, pero aquí me planto porque no te mereces de mi tiempo (ni mi esfuerzo) más que este ZAS EN TODA LA BOCA.

¿Ha quedado clarito lo muy bien que investigo y cómo las gasto con el que me venga mintiendo? Pues ea, sigamos con lo nuestro.

Aparte de que tiene unos efectos extremadamente dañinos, el logro de una absoluta centralización en una economía planificada se ha demostrado como imposible.

Una sociedad no puede interpretar que sus habitantes tienen que percibir el valor a través de tan sólo una variable (la que sea, en el caso del marxismo, el trabajo abstracto socialmente necesario). Variable que, para colmo, es falsa. El valor es muy complejo. Tanto… que no hay una única variable tras él, sino multitud de ellas. Las cosas valen porque a nosotros nos valen, por nuestras circunstancias (lo que puede incluir el trabajo que haya costado producirlas, pero también muchísimas cosas más). Un ordenador, un masaje o una botella de refresco no tienen el mismo valor para todos nosotros por igual, no todos estamos dispuestos a pagar lo mismo por cada uno de esos bienes. Y se nos tiene que poder permitir la libertad de valorar según nuestras circunstancias, según nuestros gustos… y se nos tiene que permitir interaccionar económicamente como seres vivos. Si todos tuviéramos la misma apreciación por algo, no innovaríamos o no adaptaríamos las cosas a nuestras valoraciones. Las cosas ni cambiarían ni, especialmente, mejorarían. Porque a fin de cuentas es lo “natural” el tener percepciones de valor subjetivas. Las dictaduras no funcionan ni tan siquiera en economía. O, en un lenguaje riguroso, deberíamos decir que las economías planificadas no son eficientes. No imposibles, que es la crítica falsa que se hace al marxismo desde las vertientes ultracapitalistas como la escuela austríaca (Hayek, Mises), sino, repetimos… ineficientes, como bien señalan Stiglitz y Krugman.

Otra cuestión que podría parecer indirecta pero que está directamente relacionada con la percepción de valor es el hecho de que una economía marxista o planificada desvirtúan esa mismísima apreciación del valor. Porque interviene en ella a una gran escala, principalmente a través de la propaganda (“nuestro país es el mejor, nuestros productos son los mejores, son productos nacionales”, etc.), pero esta intromisión artificial en las percepciones de valor también afectan a una cuestión mucho más insidiosa en materia social: el auge de la mediocridad y la incompetencia. Debido al hecho de que el valor está “objetivizado” a la fuerza y que no se puede emitir mucho juicio de opinión crítico, en estas sociedades de economía planificada se desarrolla mucho la inercia, la desidia, la mediocridad… todo ello debido a la ausencia de competitividad y posibilidad de comparación. Es una cuestión casi más sociológica que puramente económica, pero lo cierto es que dado que no hay interés en mejorar (¿para qué?), no hay recompensa, no hay asunción de responsabilidad porque ésta se diluye entre todo el “ente objetivizador del valor”, la moral escasea, abunda lo “gris” y se desarrolla una “ética del cinismo” donde no tiene mucho sentido avanzar ni moral ni tecnológicamente. En líneas generales, en los países con economía planificada se combatía esto con más propaganda, aludiendo al carisma del líder, al celo ideológico, a la lucha contra el enemigo exterior y el saboteador interior, etc., pero esa propaganda, sin perspectiva de cambio, acaba por perder su efecto a lo largo del tiempo cuando se observa por parte del ente que valora (el ser humano) que no se va a mejor.

Efectos delamescasez en una economía planificada. Una de las imágenes más crudas que he incluido jamás en mi bitácora. Esta fotografía fue tomada por el médico alemán Dr. Norbert Vollersten, que trabajó en Corea del Norte durante dieciocho meses con una ONG y fue expulsado en diciembre del 2000 por el gobierno de la república por exponer ante el público mundial las hambrunas masivas en el país. Una de las pocas imágenes que pudieron salir de Corea del Norte. El bebé que muestra esta foto murió al día siguiente de ser tomada. Orfanato de Hae-Joo, provincia de Hwang-hae-doh. Propiedad de la ONG NK Now.

Efectos de la escasez en una economía planificada. Una de las imágenes más crudas que he incluido jamás en mi bitácora. Esta fotografía fue tomada por el médico alemán Dr. Norbert Vollersten, que trabajó en Corea del Norte durante dieciocho meses con una ONG y fue expulsado en diciembre del 2000 por el gobierno de la república comunista por exponer ante el público mundial las hambrunas masivas en el país. Una de las pocas imágenes que pudieron salir de Corea del Norte. El bebé que muestra esta foto murió al día siguiente de ser tomada. Orfanato de Hae-Joo, provincia de Hwang-hae-doh. Propiedad de la ONG NK Now.

Otro gran efecto y uno de los más perniciosos derivado de hacer valer a la fuerza valores es la presencia de una inflación (subida de precios) elevada. Un ejemplo muy claro y actual podemos verlo en la Venezuela chavista, cuyo gobierno aplica teorías inspiradas en el control de precios marxista. Al dictar los precios y salarios (generalmente a favor de una serie de sectores poblacionales), el gobierno desvirtúa los intercambios. Los productores no están de acuerdo con el precio que les fijan obligatoriamente mientras que los asalariados (generalmente gubernamentales) sí ven aumentados sus sueldos. Como los asalariados sí tienen más dinero, compran más… pero los productores siguen produciendo lo mismo (o menos) porque ellos no ganan proporcionalmente. Resultado: desabastecimiento… y subida de precios. ¿Solución gubernamental? Intervención estatal masiva, control de los medios de producción (“nacionalización”) que conlleva una espiral de subida continua de salarios y más control de precios que genera a su vez más inflación.

Un estudio de la evolución de la inflación en la Unión Soviética.

…y un vídeo humorístico venezolano sobre la situación actual económica en el país, centrándose en la inflación, como ejemplo:

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  1. «Pero es que todo eso que tú dices se da en economías de países marxistas, pero no aplicaron lo que realmente dijo Marx que había que hacer.»

Sí, claro, claro… el consabido «la teoría en papel es muy bonita, es tan sólo que falla cuando se aplica».

¡Pues hijo mío, entonces en ningún país se aplicó bien! Qué gracia me hacen con la excusa de «es que lo que dijo Marx sí estaba bien es que no lo aplicaron bien». O la consabida «sí, vale, en la Unión Soviética la cagaron, pero es que la URSS no es un ejemplo de cómo debería ser una TLV aplicada». Ya. Ni en la URSS. Ni en Cuba. Ni en Vietnam. Ni en China. Ni en Corea del Norte. Ni en Nicaragua. Ni en Venezuela. Ni en Angola. Ni en la Alemania del Este. Ni en Hungría. Ni en Rumanía. Ni en Yugoslavia. Ni en Albania… Qué «curioso». En NINGUNA parte se aplicó «bien» una Teoría Laboral del Valor marxista. En ninguna. Y mira que se aplicó en multitud de países diferentes. Digo yo y cualquier econometrista que la TLV ha tenido oportunidades de sobra para implementarse y experimentarse. Y durante décadas. Ya quisieran las diferentes ramas del anarquismo tener la misma oportunidad de poder aplicarse en tantos lugares y durante tanto tiempo como el socialismo de inspiración marxista.

Venga, dejaos de cuentos. Es más que obvio que si la implementación falla tanto es porque, como mínimo, la teoría sobre la que se sustenta falla. No es por nada, es que es un hecho sistemático, medible y comprobable empíricamente: son demasiados casos (todos, de hecho) durante demasiado tiempo… y que comparten las mismas características de fallo. Es decir, la economía cubana ha fallado (o hablando en términos más técnicos, se ha desarrollado muy por debajo de su potencial) mostrando las mismas o muy parecidas características de ineficiencia que la URSS o que Venezuela (aquí, una comparativa econométrica de los sistemas bancarios  de quince países social-comunistas). Cualquier científico social os va a decir que está más que cantado cuál es el problema: que falla la mismísima base.

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Seguramente algún lector ansioso me querrá preguntar si las economías planificadas marxistas no tienen absolutamente ningún elemento positivo. El único elemento positivo que se ha encontrado que es bastante posible pero se discute muchísimo en términos científicos porque los datos estadísticos no son concluyentes es que esas políticas pueden producir que la pobreza extrema se reduzca entre la población, especialmente si se la compara con un capitalismo más salvaje. A costa, eso sí, de empobrecer a la población en general. Esto es, los más pobres entre los habitantes de una sociedad con economía planificada de inspiración marxista suelen estar mejor atendidos que los más pobres de un país capitalista de similares características (por ejemplo, los pobres extremos en la Rusia actual con respecto a los pobres extremos en la antigua Unión Soviética). Seguro que algún «listo» estaba esperando leer un vapuleo total del marxismo económico y se habrá llevado una sorpresa… Pues lo siento. Ya he dicho que yo soy un economista científico, no un ideólogo anti-marxista. Si algo tiene de positivo, lo diré: en una investigación científica, especialmente las de índole divulgativa, hay que dar todos los datos, los en contra y los a favor.

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En resumen, los problemas que conlleva el adoptar una economía basada en la imposición objetiva del valor (como la marxista):

-Rigidez, ausencia de flexibilidad ante los problemas. Esa economía no se adapta bien a las circunstancias (vulnerabilidad ante las externalidades como la contaminación medioambiental).

-No se distribuye bien la información entre los agentes económicos (precios).

-Desaparece el incentivo y con él, mejora tecnológica.

-No se obtiene el máximo de beneficio posible de la gestión de recursos (trabajo, capital, formación).

-Vulnerabilidad ante la inflación (subida de precios).

-Se genera ineficiencia y pobreza o desarrollo por debajo del potencial. La economía crece poco o muy lentamente (no que no crezca, sino que lo hace mal).

-Se genera mediocridad, falta de entusiasmo, pérdida de iniciativa y oportunidades tanto en las personas como en las diferentes áreas económicas.

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Como habréis comprobado, no me he parado en mucho detalle en cómo fue la economía de los países llamados «comunistas». Es más, hay muchísimos más factores y variables que podríamos estudiar al tratar la aplicación de políticas económicas marxistas, pero todo ello se sale del tema de estudio concreto de este artículo (la teoría del valor de Marx como ejemplo del pseudocientificismo del marxismo), ya que muchas de estas “cuestiones” son de índole política, social e ideológica… con todo el margen para el debate y la palabrería que ello conlleva (y narrar todos los desastres económicos que sucedieron me llevaría no ya un artículo o una serie sino que sería para hacer un blog dedicado a ello nada más). Así que si me perdonan, me ciño al asunto ya que he venido aquí a hablar de Ciencia, de Economía, de dato duro y no de “filosofismos” ni de hacer leña del árbol caído con la evaluación de las economías comunistas (que ya deberíais saber si habéis estudiado Historia que fue muy negativa) y no tengo tiempo ni ganas como para hacer una enciclopedia sobre el tema, que ya voy por las cien páginas de artículo. Yo creo que ya hemos tratado bastante el tema en profundidad, ¿no?

[Nota: Seguramente algún lector me querrá preguntar (aunque no sea el tema de este artículo, así es la gente y sé de sobra cómo se comporta la peña por internet, que cuando encuentra una gran crítica a aquello que le gusta se enfada y empieza a preguntar «¿por qué no criticas igual a su oponente, en este caso el capitalismo?») si el capitalismo no tiene críticas. Las tiene y bien sólidas. Para más detalle, os leéis el anterior artículo a éste, que versa sobre los efectos más crudos del ultracapitalismo y el neoliberalismo, así que no intentéis desviar el tema. Sí, soy perro viejo y así de preparado vengo.]

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5.1. ¿Por qué los marxistas no aceptan que la Teoría Laboral del Valor o del Valor-trabajo es falsa?

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¡¡¡Pues porque les gusta!!!

Porque se han asociado emocional e ideológicamente con ella.

Sí, es irónico que una vez más aparezca la subjetividad en la apreciación de valores, pero así es: es el mismo razonamiento que hay tras el estar con un equipo de fútbol u otro, con una religión u otra o con un partido político u otro (o la respectiva ausencia de éstos). Cada uno se asocia con lo que más utilidad para él (o ella) tiene.

Como ya dijimos anteriormente hablando de la utilidad marginal, de entre dos libros creados con el mismo trabajo socialmente necesario, seguro que los marxistas escogerían comprar el que más se acerca a sus gustos ideológicos “y lo que es peor, que ellos saben por qué”.

Ironías ciertas aparte, el hecho es que los marxistas ven el ataque a la Teoría Laboral del Valor de Marx como una afrenta porque es un ataque a la línea de flotación de toda su teoría económica. De hecho, es que la TLV constituye la piedra angular sobre la que se sustenta la teoría social marxista.

Y en esto no se equivocan.

Al fallar la TLV falla la base sobre la que se sustenta su teoría económica y falla en gran medida también su visión de la realidad.

Repetimos lo que ya vimos en 3.2:

“En realidad a Marx lo que le interesaba a la hora de exponer su Teoría del valor-trabajo no era su cuantificación sino “rendodear” su visión de la realidad llegando a través de esta teoría a la conclusión de que el capitalismo es una estructura institucional en la cual una pequeña minoría (los capitalistas) oligopolizan (dominan entre todos ellos) los medios de producción. Así, los trabajadores no pueden sobrevivir excepto trabajando para los capitalistas mientras que el Estado preserva esta desigualdad de poder (a la fuerza). El “ejército de reserva” de los desempleados amenaza continuamente a los trabajadores empleados, empujándoles a trabajar duro para producir para los capitalistas (“o trabajas o tengo otro dispuesto a hacerlo por ti”).

El hombre, en cuanto hombre, se hace más pobre, necesita más del dinero para adueñarse del ser enemigo, y el poder de su dinero disminuye en relación inversa a la masa de la producción, es decir; su menesterosidad crece cuando el poder del dinero aumenta. La necesidad de dinero es así la verdadera necesidad producida por la Economía Política y la única necesidad que ella produce. La cantidad de dinero es cada vez más su única propiedad importante. Así como él reduce todo ser a su abstracción, así se reduce él en su propio movimiento a ser cuantitativo. La desmesura y el exceso es su verdadera medida.

Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 (también llamados Cuadernos de París). Karl Marx.

En resumidas cuentas, Marx utiliza su TLV para derivar de ella la teoría de la explotación bajo el capitalismo: dado que, según él, tras el “por qué las cosas valen” está el trabajo (“abstracto socialmente necesario”), los capitalistas, al dominar y controlar el trabajo (los medios de producción y a los trabajadores, que son los que crean el valor-trabajo), controlan todo el valor de la sociedad y, por ende, controlan a la sociedad.

Ahí tenéis el por qué se inventó Karl Marx su teoría del valor (y por qué se la llama “laboral” o “del valor-trabajo”).”

Es decir, que al no ser cierta la teoría laboral del valor de Marx porque, como hemos visto, está demostrado científicamente y sin lugar a dudas que los seres humanos percibimos el valor no conforme al trabajo socialmente necesario como decía Marx, sino conforme a la utilidad particular que nosotros le demos a las cosas, que no se deduce obligatoriamente que aquel que posea los medios de producción de trabajo o incluso controle a los trabajadores posea a su vez todo el valor y lo posea todo irremisiblemente.»

Ya puede haber sólo doscientos tiranos muy malvados dominando los medios de producción del trabajo de todo el mundo que eso no implica que posean todo el valor de la Humanidad y que la explotación del ser humano sea inevitable.

Es más, al demostrarse que el valor es subjetivo, que reside en nosotros, también se demuestra que el beneficio del capitalista (la obtención de valor) no le viene sólo de explotar al trabajador y que no necesita explotar al trabajador obligatoriamente para obtener valor (si explota al trabajador es porque quiere más beneficio, no porque sólo lo pueda obtener sacándoselo a él).

Nótese que eso último… es un argumento contra el capitalismo salvaje que dice que siempre es necesario el recorte y exprimir al trabajador si se quiere obtener beneficio. Al final ha resultado que la teoría subjetiva del valor… le da la razón moral al explotado. Y científicamente demostrado, encima.

En una sociedad libre económicamente siempre surgirá, mediante iniciativa, mejora tecnológica o apreciación de otros valores sustitutivos, alternativas al medio de producción, variedad en suma. El ser humano dispone de recursos propios como la inventiva que no están sujetos al dominio de una fuerza externa. Por ejemplo, puedo crear mi propia empresa, mis propios productos e incluso nuevos valores (¿un ejemplo? Elon Musk). Los capitalistas dueños de los medios de producción no dominan el mundo sin posibilidad de discusión. Eso es rotundamente falso. A lo largo de la Historia han caído bancos, monopolios, dinastías de grandes empresarios, etc., aun a pesar de que su supuesto poder los hacía “inmortales e imperecederos al tiempo” (ahí tenéis por ejemplo todos los poderosísimos bancos que han caído desde la crisis de 2008), siguen cayendo y lo seguirán haciendo y sin necesidad de alzarse en armas. Tan sólo con cambiar de parecer, no comprar productos o innovando y creando uno mismo los suyos (¿cuán poderosas eran las compañías mineras del carbón y de ferrocarriles de hace cien años y cómo han caído desde entonces? ¿O los periódicos ante el empuje de internet?).

La clave para no ser explotado por la supuesta “burguesía capitalista dueña de los medios de producción, del trabajo y por ende, del valor” está en no quedarse quieto ni ser sumiso ni acomodaticio sino en buscar alternativas al monopolio, innovar y crear tus propios valores. Porque mira tú por dónde ha resultado que el monopolio de los medios de producción y del valor no era tan total ni imposible de cambiar como decía Marx.

Es más, como señalaba el economista Roemer, la teoría del valor laboral se muestra también como falsa porque gran parte de su explicación consiste en la explotación laboral de unas clases por otra en el capitalismo… y según Marx eso desaparecería con la llegada del comunismo. Y como el mismo Roemer demostró, las relaciones de explotación laboral no sólo no se hallan intrínsecamente unidas al capitalismo sino que también se hallan en sociedades de economía de subsistencia y en economías de países socialistas.

Las explotaciones laborales existen, cierto, pero no como dijo Karl Marx ni con las inevitables consecuencias que aseguraba que se iban a producir.

Es más, la aplicación en la práctica de su teoría laboral del valor no sólo tuvo nefastas consecuencias en la economía de varios países sino que demostró que no eliminaba la explotación de un ser humano hacia otro.

Una nota, anecdótica a estas alturas de lo que ya llevamos visto, es que el hecho de que se haya demostrado como falsa la teoría objetiva del valor de Marx implica también que es errónea (al menos tal y como la explicó él) su idea de la tendencia decreciente de la ganancia, otra de sus ideas económicas. Según Karl Marx (volumen III del Capital), existe una tendencia generalizada a caer de los beneficios (de los capitalistas). Esta teoría se tuvo como cierta durante una parte del siglo XIX porque se veía como intuitiva pero conforme avanzaba el tiempo se vio que no se daba necesariamente. ¿Por qué? Porque al ser percibido el valor subjetivamente, no se desprende que sea obligatorio que exista por narices una tasa de retorno de beneficio que vaya a caer obligatoriamente. Puede darse un avance tecnológico o incluso una moda que haga que el producto vuelva a dar más beneficio, se pueden reducir los costes (como los salarios o los costes tecnológicos de fabricación), etc… e incluso pueden aparecer bienes sustitutivos que hagan que la tasa de beneficio aumente. De hecho, la teoría marginal de la utilidad contempla esto, pero de buenas maneras: una tasa de beneficio relativamente alto atrae más inversión, pero cada unidad adicional de producción tenderá generalmente a ser de menos utilidad (y, por tanto, de menos valor) tanto para el sujeto como para el mercado, lo que podría causar una caída del beneficio si no se da una innovación permanente que aumente la productividad. El bien en cuestión, de no darse este aumento, perdería su atractivo para los inversores que invertirán en otros productos o líneas de producción que ofrezcan tasas de retorno (beneficios), más altos. Pero no por cojones.

Otra deducción es que, lógicamente, no es obligatoria una revolución armada para solucionar ese supuesto dominio de las cosas que tienen los capitalistas. Puede ser necesaria la revolución armada para derribar a un político tirano pero no es cierto como decía Marx que esa revolución violenta sea imprescindible en el caso de un monopolio del trabajo. De hecho, es lo que ha sucedido en la realidad. Aun a pesar de los pronósticos de Marx de que el capitalismo caería presa de sus propias contradicciones e iniquidades, dando paso al socialismo y después a una sociedad post-capitalista comunista, eso no sólo no se ha dado sino que se ha producido justo lo contrario:

Así pues, el desarrollo de la industria moderna, corta desde sus raíces la mismísima fundación sobre la que la burguesía produce y se apropia de los productos. Por consiguiente, lo que la burguesía crea son sus propios enterradores. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.

El Manifiesto comunista (1848).

Por ejemplo, es cierto que se produce un aumento del desempleo conforme aumenta el progreso tecnológico. Pero eso no ha degenerado ni tan drásticamente como él preveía ni tampoco en la aparición de masas muertas de hambre que amenazan con una revolución violenta. Han surgido unas masas que si bien no tienen el nivel de riqueza de la “clase” más alta no se mueren de hambre y tienen más medios que los pobres de su época (la de Marx). De hecho, es que ha aparecido un arco muy variado de segmentos poblacionales con muy diversos grados de riqueza. El mismo progreso tecnológico surgido a través de la innovación que trae la no conformidad con un valor rígido impuesto a la fuerza es lo que ha causado una disminución progresiva (envejecimiento, más bien, en términos demográficos) de la población y la mejora de las condiciones de sus habitantes (medicinas, educación, alimentación, etc.). El proletariado no tiene ya sólo a su prole (descendencia) como rasgo más distintivo. Incluso países tradicionalmente sacudidos por la pobreza como la India van saliendo poco a poco del agujero del subdesarrollo, el hambre y la miseria.

Y hemos llegado a todas estas consideraciones sin tan siquiera haber tratado una cuestión básica que Marx soslaya y es el hecho de que eso de que la explotación sea sistemática de base y siempre, es decir, eso de que el dueño de los medios de producción siempre y por cojones explota… es, cuando menos, discutible (aunque existe desde luego la percepción generalizada de que es así). Marx parece asumir que los dueños y directores de las empresas no contribuyen absolutamente nada al proceso de la producción. Y eso es falso y si no que se lo digan a gente como Steve Jobs o Bill Gates. La intervención de estas personas sí “genera valor subjetivo”, al contrario de lo que creen los marxistas, que dicen que la supervisión de un producto no puede inflienciar en la percepción del valor. Eso es rotundamente falso: algo creado o diseñado por Steve Jobs va a tener más valor para muchas personas (appleadictos de los cojones). Sin búsqueda de beneficio esos dos no habrían creado probablemente ni una mierda. El trabajador tiene derecho a un sueldo justo, totalmente cierto, pero también se debe permitir una tasa justa de beneficio a quien asume el riesgo de la inversión y, por supuesto, los esfuerzos de un director (manager en lenguaje económico) también han de tener su recompensa. Podremos discutir más o menos qué se considera un precio justo o la parte proporcional de los beneficios, pero todas las partes implicadas han de percibir (y yo añado: “de acuerdo a sus esfuerzos”, soy muy partidario de recompensar al innovador, pero por mi experiencia de sindicalista considero que los sueldos de los intermediarios están sobredimensionados, aunque eso es tema para otro día).

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5.2. Una evaluación general de la teoría marxista en Economía. El debate de las dos Cambridge y el neoricardianismo. La falta de honestidad académica de los defensores del marxismo.

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A ver si como economista y como simple y llano científico social lo dejo claro… La Economía estrictamente científica y la mainstream (no sólo la neoclásica) consideran al marxismo como una vía muerta tanto de desarrollo práctico como teórico.

Pero no lo hacen por motivos ideológicos, como se suelen excusar los defensores del marxismo. Mi intención al redactar este artículo es que el público no entendido en Economía pudiera comprobar que si al marxismo no se le presta atención es porque está demostrado científicamente que no sirve ni como simiente de rábanos. No en términos científicos, al menos.

Al marxismo se le estudia en términos históricos, como antecedente para poder ver qué pensaban los primeros interesados en el estudio de la Economía, de hecho se le considera una “teoría clásica”, por la influencia que tuvo en la política, más concretamente en el desarrollo de la obra de algunos autores posteriores pero no porque científicamente Karl Marx aportara algo. Marx es un autor político y filosófico, pero no científico (y ni tan siquiera es un autor académico excesivamente sólido). Hay autores que, basándose en algunas ideas aisladas de Marx han desarrollado una obra académica más interesante especialmente en el campo del marxismo analítico (el llamado popularmente “marxismo sin tonterías”, eliminando cuestiones tan absurdas como “la dialéctica marxista”) con nombres tan relevantes como Jon Elster, Gerald Cohen, Adam Przeworski, Philippe van Parijs o el mismísimo John Roemer, que ya vimos anteriormente. Pero la inmensa mayoría de esos autores han desempañado una actividad académica más “política” y “filosófica”. Aquellos autores de índole más científica como Elster o Roemer acabaron por darse cuenta de que el marxismo hacía aguas por todos lados y se acabaron convirtiendo en críticos. Porque… es lo que se encuentra cuando uno analiza científicamente las bases del marxismo (al menos el económico): que no son científicas, que fallan.

El marxismo se ha demostrado, académicamente hablando, como un callejón sin salida. Su aplicación en la economía práctica, de hecho, ha sido bastante perjudicial y/o ineficiente.

Es por eso por lo que no se le estudia extensamente en las universidades o por qué no tiene tanta difusión en el mundo académico… porque no sirve, lisa y llanamente, no porque haya un complot capitalista para que el marxismo económico no se enseñe en las facultades. De hecho, es que sí se estudia, lo que sucede es que no se estudia dándolo como fundamentado en bases científicas. Porque se ha demostrado que no las tiene sin lugar a dudas.

A ver, entended lo que quiero decir porque supongo que las críticas que estoy exponiendo pueden induciros a pensar que la obra de Karl Marx sea totalmente inútil. No, para nada. Marx tiene aportaciones muy interesantes (sus ideas no han tenido una influencia por mero gusto), como por ejemplo en el desarrollo de la lucha laboral y social, llamó la atención sobre la situación de pobreza de las capas más desfavorecidas de la sociedad, realizó varias críticas contundentes a la religión y al papel de economistas desfasados como Malthus e incluso contribuyó a la aparición del feminismo pero no tuvo descubrimientos científicos aun a pesar de haber dicho (él y Engels) por activa y pasiva que su teoría y sus ideas estaban basadas en la ciencia (“materialismo científico” y “socialismo científico”).

Observad el recorrido histórico de la Ciencia: no se han produjo avances científicos basados en el marxismo como teoría base económica… y eso es ooooootra cuestión que añade peso a la evidente conclusión de que el marxismo NO es científico.

Profundicemos más en esto último poniendo el caso del llamado “debate de los dos Cambridge” para ver cómo ha evolucionado el supuesto devenir científico de la teoría marxista económica y cómo se comportan los partidarios del marxismo (y los defensores de la teoría objetiva del valor, ya puestos). Desde los tiempos de Marx… sus ideas, de haber sido científicas, algo tangible deberían haber aportado, ¿no?

Los autores marxistas, especialmente los más insertos en el mundo académico (que los hay, aunque suelen estar muy inclinados hacia el lado político y filosófico, más del debate que de la investigación rigurosa científica) empezaron a notar muy pronto que sobre la base de la asunción de la teoría marginal y del reconocimiento de que los humanos perciben el valor conforme a la utilidad que para ellos tienen, no paraban de producirse continuamente avances científicos, mientras que sobre su rival de la teoría del valor trabajo… pues como que no surgía nada relevante por no decir que no surgía nada. El marxismo a principios del siglo XX tenía mucho éxito “en la calle”, en el mundo de la política se iba abriendo un hueco… pero su teoría económica supuestamente científica no daba nada de sí.

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Durante mucho tiempo todo este debate sobre si el valor proviene de la utilidad subjetiva o de una cuestión objetiva como el trabajo abstracto socialmente necesario quedó claro con la revolución marginalista: el valor está fundamentado en cosas subjetivas pero los marxistas (y partidarios de las teorías objetivas) se seguían empeñando furibundamente en que no y se agarraban al hecho de que la pelea era teórica, basada en números en la pizarra y que cualquiera de las dos podía tener razón. Pero llegó un momento en los años sesenta en que surgió un debate académico en el mundo de la Economía que se dio en llamar en la literatura especializada, “el debate de las (o los) dos Cambridge”. Se llamó así porque se dio un debate entre la naturaleza, definición y medición del capital como factor de producción y otras cuestiones como la demanda agregada.

No os voy a marear mucho, porque aunque el debate fue complejísimo, os lo voy a resumir de forma que podáis entenderlo.

De un lado estaban algunos autores de la universidad de Cambridge (Inglaterra) como Joan Robinson y Piero Sraffa, que defendían (Sraffa, sobre todo), una visión de los términos más congruente con una teoría del valor objetiva mientras que del otro lado, en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), sito en Cambridge, Maine (EEUU), se encontraban autores como Paul Samuelson y Robert Solow que defendían una visión más cercana a la utilidad marginal propia de los neoclásicos.

Nótense varias cosas:

-Ninguna de las dos partes defendió sus posiciones directamente. Es decir, ninguno se decidió a hablar directamente de qué era lo que había tras el valor. Utilizaron términos que, al describirlos, implicaban si se estaban viendo desde una perspectiva objetiva o subjetiva del valor (“emplear las definiciones como un palo para atacar”, que diría Christopher Bliss).

-A estas alturas de los años sesenta los autores partidarios del objetivismo ya estaban bastante apalizados porque… no había surgido nada de esas teorías desde los tiempos de Marx allá por mediados del siglo XIX (y seguimos así hoy en día). Pero decidieron aprovechar este debate para librar un combate emocional e ideológico contra sus odiados enemigos neoclásicos que no paraban de presumir lo contrario (fueron los que descubrieron la utilidad marginal, recordemos). Sraffa, de personalidad muy furibunda, llegó incluso al insulto directo (no es que me importe, también es mi estilo, pero sólo si de verdad lo merece).

-Se suele decir que Sraffa es un “neoricardiano”, esto es, un autor que intenta rescatar la idea de que el valor está basado en elementos objetivos tal y como vimos en anteriores apartados que hizo erróneamente David Ricardo al afirmar que las cosas valen en tanto cuanto tiempo hayan costado producirlas. En mi facultad llamaban a autores como éste, “criptomarxistas”, es decir, gente que no se declaraba abiertamente marxista (Sraffa fue muy amigo y estuvo en estrechísimo contacto con marxistas como Gramsci en su Italia natal) sino que pretendía hacer ver que las teorías económicas de Marx tenían viabilidad porque así lo demostraban otras teorías parecidas.

-El debate fue muy, muy cerrado, de índole filosófica, muy difícil de entender para un no entendido en Economía, muy agrio, con muy malos modos (Sraffa fue particularmente grosero) y se centró, insisto, en torno a definiciones (“¿qué es el capital?”). Al cuestionar las definiciones establecidas, los objetivistas esperaban “arrimar el ascua a su sardina”, esto es, ganar a sus adversarios haciéndoles ver que estaban equivocados. Es decir, el llamado “asalto a la teoría neoclásica” por parte de estos autores no consistía en demostrar que sus teorías objetivas eran ciertas sino en desacreditar las subjetivas. Eso para que veáis cómo se comportan los partidarios del marxismo o afines a él. Esa no es la postura científica… ni la ética.

¿Qué sucedió? Aparte de resumir que el debate sirvió para perfilar y centrar las definiciones de los conceptos empleados y así lo reconocieron ambas partes, los objetivistas (que eran quienes estban más interesados en el debate porque para ellos era una cuestión ideológica) aseguraron que habían ganado porque los neoclásicos habían reconocido que se habían equivocado en algo (aunque sólo fuera en algo tan magro como en el perfilado de las definiciones de algunos de esos conceptos).

Aquí os dejo con las conclusiones del debate de las dos Cambridge por si queréis mayor profundidad.

Mmmm… aunque creo que mejor dejo hablar al economista Christopher Bliss (2005) para que lo veáis con más claridad y más resumido:

No hay ningún nombre ideal, pero el que he escogido indicaría al menos que las influencias de Piero Sraffa y Joan Robinson [en el debate] fueron de importancia central. Aunque así hubiera sido el caso, hay como un aroma a necrofilia en el aire. Si uno se pregunta la cuestión: “¿qué nueva idea ha salido del pensamiento anglo-italiano [Robinson y Sraffa] en los últimos veinte años?”, uno crea una incómoda situación social. Y esto es así porque nada nuevo ha salido de esos debates amargos de antaño.

[Nota: Bliss, como muchos otros economistas, hacen ver que el debate no sirvió de mucho, por no decir que apenas sirvió de algo, en el sentido en que no salió nada nuevo ni ninguna aportación científica de él, -de hecho, el debate de las dos Cambridge apenas se estudia en el pensamiento económico porque no tuvo relevancia- y hace una dolorosa señalización sobre el hecho de que de los partidarios del objetivismo en el valor como Sraffa y Robinson no salió NADA en absoluto como aportación después del debate porque es una creencia muerta sin base científica. De hecho, a Sraffa se le recuerda, más que nada, por su papel de sistematizador del pensamiento ricardiano, que es una cuestión de revisión histórica más que otra cosa. De haber tenido razón en sus planteamientos y en sus teorías, éstas se habrían visto refrendadas por el método científico… no por ganar o perder un debate, que NO lo ganaron, recordemos.]

Es mejor dejar las viejas contribuciones enterradas y olvidadas cuando éstas tratan de utilizar [la definición de] el capital como un palo con el que intentar golpear a la teoría marginal. Todos los sistemas y modelos óptimos emplean condiciones marginales de una u otra manera. Esas condiciones son parte de la solución general. […] El hecho de no ver lo obvio que resulta habla muy mal de [según qué] economistas y de su capacidad intelectual.

Resumiendo: Bliss está señalando lo obvio… que conforme avanzaba el tiempo y se descubrían avances científicos incluso en otras áreas que incluso no eran la Economía (estadística, modelización matemática estricta, Etología, Neurología, Psicología, etc.) todo apuntaba a y se iba demostrando que la utilidad subjetiva permea de manera evidente todo lo relacionado con el valor… y se realizaban descubrimientos que incrementaban el conocimiento y las aplicaciones prácticas tecnológicas que se basaban en esa teoría subjetiva del valor (por ejemplo, en programación). Ya para 1967, recordemos, recién pasado el debate, von Neumann y Morgenstern, por ejemplo, habían iniciado la Teoría de Juegos, un avance gigantesco en el campo de la Teoría del Valor y muchos otros campos que corroboraba la utilidad marginal.

Perdón por volver a señalarlo pero es que… no hay debate. Ni tan siquiera por el lado de a ver quién tiene más descubrimientos científicos a partir de su teoría. Las teorías objetivas del valor es que, directamente, no los tienen. Punto.

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Y ahora, quiero añadir algo que no entra directamente en el tema del artículo pero es que pretendo que todo lo que escribo sirva no sólo para aumentar la cultura del que lee, sino también para enseñarle a pensar.

Observad, por favor os lo pido, porque sé que los marxistas o defensores del marxismo os van a venir con éstas: da igual que uno pierda o incluso gane un debate acerca de si dos más dos son cuatro. Dos más dos son cuatro independientemente de quién gane el debate sobre el tema. La verdad (o la aproximación a la verdad) no la decide la ideología, la emoción o la opinión, la deciden los hechos, especialmente los hechos empíricamente contrastables. Que para eso sirve el método científico. Los marxistas os pueden salir por peteneras, que el valor es percibido subjetivamente se demuestra incluso en laboratorio científico entre multitud de más formas… por no decir, como señalaba Bliss, que basta con “rascar un poco” para ver que el valor percibido subjetivamente está en cualquier parte (basta incluso con observar la economía diaria).

Y, como él, añado que no habla muy bien de su inteligencia el que no lo acaba de ver.

Porque es obvio.

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6. ¿Dónde está el carácter pseudocientífico de la obra económica de Karl Marx?

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En que, aun a pesar de saber que su teoría estaba sustentada sobre una hipótesis falsa, ni lo reconoció ni la desechó o reformuló.

El método científico dicta que cuando una hipótesis se demuestra como falsa conforme a la experimentación (en el caso de la TLV, el afirmar que es el trabajo socialmente necesario para producir algo lo que está tras el valor de ese algo), debe reformularse.

Y ahora, ¿de verdad supo Karl Marx en vida que su teoría era falsa?

Lo más probable es que sí.

Tanto se da por hecho que lo que más se discute es si lo supo mientras estuvo escribiendo sus obras o si lo supo después de hacerlo. De hecho, existe una gran cantidad de literatura académica al respecto afirmando una u otra cosa.

Marx vivió en Londres exiliado desde 1849 hasta el final de sus días, apoyado económicamente por Engels. Era un gran asiduo a la British Library (que abrió sus puertas en 1857), una de las mejores bibliotecas de su tiempo, que está situada en el British Museum de la capital británica e incluso se conserva su firma de entrada.

Ficha de lector de Karl Marx en la British Library.

Ficha de lector de Karl Marx en la British Library.

Era un grandísimo lector (aunque empleó gran parte de su tiempo en organización política, tenia el suficiente tiempo libre porque estaba desempleado, podía dedicarse a su obra) y estaba siempre a la última en todo avance en filosofía y ciencias sociales. De hecho, la inmensa mayor parte de la redacción de su obra más famosa, El capital – Crítica de la Economía Política (en alemán: Das Kapital – Kritik der politischen Ökonomie) y donde se encuentra expuesta el grueso de su teoría laboral del valor, la realizó en la misma biblioteca, utilizando todas las fuentes que tenía tan a la mano. La terminó de publicar el 14 de septiembre de 1867 (su único libro publicado en vida), diez años después de la apertura de la biblioteca. Recordemos que Stanley Jevons, economista inglés, de los primeros en descubrir la utilidad marginal y que el valor es subjetivo, publicó A General Mathematical Theory of Political Economy en 1862, con inmediata entrada en la biblioteca, que se especializaba en autores ingleses.

La mayoría de autores marxistas niegan que Karl Marx tuviera conocimiento de la teoría marginal de la utilidad. Que no leyó nada al respecto. Puede ser, altamente improbable, pero puede ser.

¿Y después? Recordemos que Marx vivió hasta 1883 (más de veinte años de diferencia). Y siguió leyendo incansablemente. Es muy difícil que la aparición de la revolución marginalista, que tanto estaba dando que hablar en su época (incluso en alemán, su lengua nativa), formando un torbellino de literatura académica en universidades, artículos en revistas especializadas y obras de autores famosos, le pasara desapercibida a quien no paraba de estar al tanto de los avances sociales.

Panorama de casi 180º de la Sala de Lectura de la British Library en el British Museum.

Panorama de casi 180º de la Sala de Lectura de la British Library en el British Museum.

Pero nótese que si lo supo antes o después de redactar su teoría, el resultado sigue siendo el mismo: si hubiera tenido decencia científica debió reconocerlo y reformular esa teoría.

Marx (y Engels) siempre «vendió» su teoría como científica. Se deshacía en loas hacia el papel de la ciencia y del progreso científico. Es más, a sus teorías sobre el socialismo y el materialismo (más Engels que Marx, todo hay que decirlo) las llegó a bautizar como “socialismo científico” y “materialismo científico”, lo cual no hace sino hablar más aún sobre su supuesta falta de vergüenza académica. Marx, de hecho, se vanagloriaba (y así lo reconocen sus seguidores y los estudiosos de su obra) de haber creado teorías sociales contrastables mediante el método científico.

Y nótese que si no lo supo él, Engels, su redactor y sistematizador que le sobrevivió sí que lo supo a ciencia cierta. De hecho, Engels trata en el prólogo del volumen III de El Capital de la utilidad de Jevons, afirmando, incluso, que es posible construir un socialismo más simple a través del empleo de la teoría marginal.

1) Vamos, que con aquella afirmación Engels estaba reconociendo que le vio las orejas al lobo. Él sí fue más honrado. ¿Engels sí se dio cuenta, sí leyó la obra de los marginalistas y Marx, no? Recordemos que Engels ayudó a redactar El Capital (y muchas otras obras de Marx).

2) Engels murió en 1895. Publicó el III volumen en 1894. Marx murió en 1883, recordemos.

Me van a perdonar que haga una “apreciación subjetiva” (je…) y que hable como lo hacen en mi barrio: está más que claro que Marx supo algo, por poco que fuera, de la demostración de la subjetividad del valor ya en vida, pero escogió “callarse como las putas” y seguir hacia adelante con su obra.

Pero recordemos que ese debate es huero en tanto en cuanto desde Engels los marxistas ya deberían saber que la Teoría Laboral del Valor tenía, como mínimo, fallos bien graves como sus mismos fundadores empezaban a reconocer.

Y todo ello sin haber tratado la inmensa cantidad de pruebas científicas al respecto que hemos visto a lo largo de este artículo.

Lo supiera Karl Marx o no, era deber de los sucesivos autores marxistas que se dedicaron a defender su obra a capa y espada el haber reconocido que la TLV es falsa. Ellos no tenían el beneficio de la duda (la ignorancia sobre el tema) que le concedemos a Marx.
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7. ¿Todo lo que hizo Marx estuvo mal? No. Una disertación y aviso a marxistas.

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Voy a tener que repetir lo que he ido exponiendo parcialmente en otros apartados porque sé a ciencia cierta que muchos (especialmente los que más o menos érais defensores de las ideas marxistas) vais a venir a este apartado “flechaos” buscando alguna esperanza después de haberos asustado con la inmensa cantidad de pruebas que había en contra del marxismo (económico) y que a buen seguro muchos de vosotros ni esperabais que existieran. Como decimos por Andalucía, “os conozco como si os hubiera parío”.

Supongo que las críticas que estoy exponiendo pueden induciros a pensar que la obra de Karl Marx sea totalmente inútil.

No, en absoluto.

Parte del legado de Marx, aunque esté muy sobredimensionado (especialmente por parte de sus seguidores) tiene aportaciones muy interesantes. Por favor, tened en cuenta que sus ideas no han tenido una influencia por nada, lo único que quiero que veáis y tengáis claro es que el legado de Marx es político, filosófico, social… no científico.

Incluso perfilando más aún… como decía Samuelson, Marx era más un filósofo que un economista.

Voy a tratar las aplicaciones más prácticas de la obra de Marx (no lo que sus seguidores afirman que es su legado, hay gente ahí fuera que dicen auténticos disparates como que la obra de Marx es fundamental… ¡en el estudio antropológico y biológico!).

Marx, por ejemplo, fue uno de los primeros grandes críticos (críticos abiertamente, lo que tiene su mérito) en contra del papel de la religión, centrándose en su papel opresor (“el opio del pueblo”). Fue uno de los grandes responsables de la difusión del ateísmo.

También fue un gran crítico de la tiranía de las monarquías absolutas y otras formas de opresión política, hecho por el que tuvo que exiliarse en más de una ocasión.

Es una de las figuras más importantes en el desarrollo de la lucha laboral (sindical) y social. Fue uno de los grandes autores que llamó la atención sobre la situación de pobreza de las capas más desfavorecidas de la sociedad, y de la opresión política y económica a las que estaban sometidas por parte de los más ricos. No había mucha gente con el valor para decir eso en su época y, menos aún, empleando argumentos de estudio social de peso. Fue de los primeros en intentar organizar y concienciar los trabajadores para que se organizaran y lucharan por sus derechos.

Fuente 1.

Fuente 2.

También fue uno de los primeros en contribuir a la aparición del feminismo y en prestar atención a la igualdad entre hombres y mujeres.

Su mayor logro académico, si es que puede tildarse de tal, fue el de contribuir al nacimiento de la Sociología moderna, junto con Max Weber, Auguste Comte y Émile Durkheim. A título personal, soy una persona con una mentalidad muy científica (más cercana a las “ciencias duras”) y lo cierto es que gran parte del contenido académico de la Sociología me parece (a mí y a más de uno como Sokal) un montón de chorradas, “opinionismo” y filosofía disfrazada de seriedad científica, pero he de reconocer que con la aparición de la Sociología como ciencia social moderna empezó el arduo camino de dirigir a las opiniones sociales y políticas hacia la seriedad y la comprobación empírica de sus afirmaciones (Elster, Roemer, etc.).

Marx tiene más aportaciones pero de índole artística (una novela, varios poemas de amor y una obra dramática de teatro), artículos periodísticos y otras obras del ámbito académico aunque no pragmáticas (y que merecen bastante menos atención), principalmente varias obras sobre filosofía, la más importante quizás, la revisión de la filosofía alemana, centrándose en la figura de su antecesor, Hegel.

¡No está nada mal! Más de un autor adversario de Karl Marx quisiera poder acercársele a la suela de los zapatos. Y no, no voy a tratar de la influencia en la política de Marx que fue inmensa, por varios motivos:

Estoy tratando una crítica técnica, científica, a la obra de Marx, centrándome en un área concreta (la Economía) y en un aspecto concreto (la teoría del valor). Quiero que veáis que se puede analizar la obra de Marx y criticarla demoledoramente sin necesidad de hablar de política. De hecho, es lo que me han pedido que haga mis lectores solicitantes de artículos. Muchos de mis lectores querían saber, sin odios ideológicos, si había algo de científico en la obra de Marx (más concretamente, en su versión economicista). La respuesta es un rotundo no.

-Y ha sido mi intención mencionar en la menor medida de lo posible los aspectos políticos de la obra de Marx porque su legado en ese aspecto es extremadamente polémico… y estoy siendo muy suave. Hay muchos millones de personas que lo “flipan” con Marx… y hay otros tantos millones (si no más, incluso) de personas que se cagan en sus muertos por todo lo que ha traído esta misma obra. Hay quien le encanta la obra de este valedor de pobres, destructor de tiranos, ateo y rebelde irredento y combatidor incansable contra el “malvado capitalismo”… y hay quien odia a muerte a este tipo porque su obra causó la aparición de decenas de dictaduras que mataron a millones de personas y causaron muchísimo dolor y miseria a muchos más. Hay una pelea ideológica tremenda entre detractores y seguidores de Marx. Pelea que no quería que interfiriese en un análisis científico de su obra… y no voy a entrar en ella.

Y quiero que vosotros lo hagáis cuando se trate de analizar fríamente las cosas.

Por si no lo habéis notado, lo que he pretendido con este artículo es enseñar a no ser emocional, a no depender de una ideología, a no asociarse con ella ni con los sentimientos que despierta… a aprender a analizar y criticar algo científicamente, al margen de gustos, prejuicios y sesgos cognitivos.

Porque es así como hay que analizar las cosas… si las queremos analizar bien, claro.

Mi crítica principal a los marxistas o defensores del marxismo es esa misma: que se agarran a su ideología emocionalmente, no porque tengan la razón. No la tienen. No al menos en el apartado de la validez de sus teorías económicas.

“Es que Karl Marx me gusta mucho, es que me siento muy identificado con su obra (porque odio el capitalismo, porque estoy de lado de los pobres, etc.).”

Y yo, ¿qué quieres que te diga, hijo mío? ¿Que te gusta mucho, dices? Pues bueno, pues vale… pero eso no es motivo para no reconocer y no admitir que se sabe a ciencia cierta que algunos aspectos concretos de su obra son falsos. Un “me gusta” no es, en líneas generales, una forma correcta de pensar (no en términos científicos, al menos). Nótese que el hecho de que prefieras un autor, una obra o incluso a un ídolo a otro, no es sino señal inequívoca de que las preferencias de valor de un individuo son subjetivas en su misma naturaleza. Es algo evidente.

“Es que el marxismo dice lo contrario y a mí me gusta mucho el marxismo.»

Pues lo siento, eso es lo que hay.

El marxismo no puede estar en contra de la naturaleza humana. Es hora de admitirlo. Tú no puedes ir por ahí afirmando lo contrario. Precisamente por defender como cierto lo que no es (que la TLV es cierta), se han implementado técnicas económicas y se han manejado economías nacionales (China, Cuba, Corea del Norte, Vietnam, Venezuela, la antigua Unión Soviética, etc.) de un modo que han causado muchísimas muertes y sufrimiento a través del hambre, la escasez, contaminación, traslados forzosos, destrucción de la iniciativa privada, atasco y retroceso en la innovación tecnológica, etc., etc., etc. Y tan sólo por tener de base a una teoría económica que no admite que las personas tienen deseos particulares. Fijaos si tienen malas repercusiones las cosas por no pensar (y actuar) racional y científicamente.

Tenéis que pensar racionalmente. Más ciencia, más dato empíricamente contrastable y más método científico… y menos opinión, ideología política y “este autor cree que”. Más hechos y menos palabras.

No podéis pensar en seguir la obra de un autor como si fuera un equipo de fútbol. Tenéis que ser críticos, quedaros con lo que acierta y desechar lo que falla. Porque hay veces que tu ídolo acertará y otras que fallará (lo mejor no tener ídolos porque no hay nadie perfecto. Hasta yo tuve que desechar aspectos concretos de la obra de Keynes).

“Pero es que el capitalismo es más peor y tú fíjate que en África pasan mucha hambre.»

Eso es otro tema distinto y una excusa patética que alude a los sentimientos para no admitir que el marxismo en sí mismo y sin necesidad de comparación no es una buena teoría económica. Y sí, el capitalismo tiene efectos perjudiciales. Ya he hablado de los efectos dañinos de la variante más ultra del capitalismo, aquí. Y sí, en África se pasa mucha hambre pero eso no es un argumento de nada y también se ha pasado mucha hambre en países africanos que adoptaron políticas marxistas como base de su economía (como Etiopía… ¿o ya no nos acordamos del hambre que se pasaba en la Etiopía comunista? Ah, quizás se deba ese olvido a que desde que no se aplican y llegó un gobierno democrático se pasa mucha menos hambre en el país).

Lamentablemente, la ciencia ha hablado: el capitalismo, si bien no es precisamente ninguna panacea es menos dañino en líneas generales y como marco económico que una economía planificada marxista, se ha probado y se ha comprobado (en lenguaje económico riguroso: “es menos ineficiente”). El capitalismo, por ejemplo, sí admite que las personas tenemos deseos particulares.

Una vez más, lo siento, pero eso es lo que hay.

Lo queráis ver… o no.

marx_monument_lg

Estatua de Karl Marx en la plaza Teatralnaya de Moscú, justo enfrente del Teatro Bolshoi. Erigida en 1961, es el último monumento que queda de él en Rusia. La inscripción en ruso dice: «¡Proletarios del mundo, uníos!» La estatua sigue siendo punto de reunión para el partido Comunista y para manifestaciones de los nostálgicos del comunismo, aunque ha habido varias solicitudes formales para retirarla. Una de ellas pretende sustituirla por una efigie de bronce… de Vladimir Putin.

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8. Resumen general.

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Una de las cuestiones más atractivas para el estudio de la realidad que se le han presentado tradicionalmente a los académicos y científicos ha sido el porqué las cosas valen.

A lo largo de la Historia, diversos autores han ido presentando diversas teorías de por qué las cosas (bienes y servicios) valen (teoría del valor).

Esas teorías se han ido agrupando en torno a dos visiones de por qué las cosas valen:

A) -las teorías objetivas (las cosas valen merced a elementos objetivos): la teoría laboral del valor o TLV de Karl Marx se encuentra entre éstas y es en la actualidad prácticamente la única que tiene defensores de entre las teorías objetivas del valor.

B) -las teorías subjetivas: estas teorías son las respaldadas por la comunidad científica (no sólo los economistas, sino psicólogos, etólogos, neurólogos, etc.). La principal y más aceptada como válida es la teoría de la utilidad marginal: esta teoría defiende que las cosas valen en tanto en cuanto nosotros percibimos que valen para nosotros (según nuestras circunstancias particulares), no porque valgan por sí mismas.

La Teoría Laboral del Valor marxista sostiene que las cosas valen por un elemento objetivo: “el trabajo abstracto socialmente necesario empleado en su producción”.

Independientemente de en qué consista el concepto de “trabajo abstracto socialmente necesario”, queda claro que para los marxistas la “sustancia”, lo que hay detrás del valor de las cosas es algo relacionado con “el trabajo”.

Ésa es la hipótesis que plantean los marxistas para defender su teoría laboral del valor (o del valor-trabajo) dentro del método científico. Marx y Engels aseguraron tácitamente que esa teoría era científica, comprobable mediante el método científico y que constituía una de las bases del «socialismo científico», y la base de su teoría económica.

Y ahora…

¿Es eso que dice Marx cierto?

No.

Ni “el trabajo abstracto socialmente necesario” ni ninguna de las acepciones o significados de “trabajo” es lo que está detrás del valor de las cosas.

¿Y la refutación de esa hipótesis se ha demostrado científicamente?

Sí.

Lo que la Ciencia ha ido demostrando a lo largo de años de experimentación y recomprobación es que la base del valor de las cosas (los bienes y servicios) depende de lo que nosotros creamos y de nuestras circunstancias particulares (como nuestro presupuesto, tiempo disponible, etc.): de la utilidad que para nosotros como individuos tengan esos bienes y servicios.

La Economía empezó a desconfiar de la TLV (esto es, que era falsa) porque observó que dados dos objetos creados con la misma cantidad de trabajo socialmente necesario, no se percibían que tuvieran igual valor si tenían una diferencia que no se debiera al trabajo socialmente necesario para crearlos (por ejemplo, el olor; dos libros de temáticas distintas; las obras de arte, etc.).

La teoría de la utilidad marginal, que dio lugar a la Ley de la utilidad marginal decreciente (una ley de la Naturaleza), demostró en Economía que las personas valoran los productos y servicios de manera distinta al encontrar que lo importante para la valoración no era el total de bienes adquiridos sino el incremento marginal de una en una unidad. Ese incremento llegaba a un punto en que el valor comenzaba a decrecer. Esto es, suministrando una unidad de un producto tras otra, se observaba que no se valoraban igual por parte del individuo las primeras muestras que las últimas. Es más, se observó y demostró que, transcurrida una cantidad, el sujeto terminaba por «cansarse» (el décimo octavo vaso de agua, masaje, diamante o caballo no se valoran igual que el primero, los incrementos de diferencia de valor mermaban a partir de un cierto punto («punto de saturación») que dependía de cada individuo). Se demuestra así que el valor NO es estable (no se valoran IGUALMENTE todas las unidades de producto, bien o servicio, aunque hayan costado el mismo trabajo socialmente necesario producirlos) y que el valor varía de individuo a individuo (incluso a lo largo del tiempo) y depende de sus circunstancias (como el presupuesto disponible), deseos e intereses particulares. El valor se demuestra como extremadamente complejo, subjetivo, no compuesto por una única “sustancia generadora de valor”. El beneficio no le viene al capitalista o dueño de los medios de producción sólo de la “explotación “de sus trabajadores: le viene principalmente de lo que pueda venderle al comprador-consumidor que es el que tiene la percepción del valor. Y tiene que negociar con éste y con lo que éste considere valioso.

La modelización matemática demostró que no se pueden crear sistemas que reflejen la realidad humana sin tener en cuenta una percepción del valor marginal.

Desde los año sesenta, la utilidad marginal es construible matemáticamente e insertable en la programación informática. Hoy en día es parte integral de la codificación informática en todo tipo de programas, y en el desarrollo de la Teoría de Juegos.

El marketing y la estadística comprueban continuamente en la economía diaria que los seres humanos perciben el valor subjetivamente (diferentes gustos, marcas, modelos, modas, etc.).

La Biología, la Etología y ramas más especializadas como la Mirmecología (estudio científico de las hormigas) demostraron que no sólo los seres humanos, sino los demás seres vivos, especialmente otros animales, tienen apreciación de valores de forma subjetiva y que no aprecian las cosas necesariamente por la cantidad de trabajo abstracto socialmente necesario para obtener esas cosas.

La Psicología y la Neurología, a través de la aparición de cada vez más sofisticadas herramientas (como los escáneres e interfaces neurológicos) terminaron por demostrar a finales del siglo XX y en condiciones de laboratorio científico que la percepción del valor en los seres humanos no sólo es subjetiva sino que se comporta como describe la teoría de la utilidad marginal (Daniel Kahneman, psicólogo, recibió el mal llamado “premio nobel de Economía” de 2002 por compaginar los avances en Economía y Psicología con Neurología en el estudio subjetivo del valor y la demostración de la aversión humana al riesgo, otro comportamiento que demuestra que los seres humanos no perciben igual las cosas ni mucho menos, dependiendo del trabajo socialmente necesario para crearlas).

Marx creó la TLV para derivar de ella la teoría de la explotación bajo el capitalismo: dado que, según él, tras el “por qué las cosas valen” está el trabajo (“abstracto socialmente necesario”), los capitalistas, al dominar y controlar el trabajo (los medios de producción y a los trabajadores, que son los que crean el valor-trabajo), controlan todo el valor de la sociedad y, por ende, controlan a la sociedad.

Eso es por lo quese conoce como “laboral” o “del valor-trabajo” a lateoría del valor de Karl Marx.

Es decir, que al no ser cierta la teoría laboral del valor de Marx porque está demostrado científicamente y sin lugar a dudas que los seres humanos percibimos el valor no conforme al trabajo socialmente necesario como él decía, sino conforme a la utilidad particular que nosotros le demos a las cosas, que no se deduce obligatoriamente que aquel que posea los medios de producción de trabajo o incluso controle a los trabajadores posea a su vez todo el valor y lo posea todo irremisiblemente.

Es más, al demostrarse que el valor es subjetivo, que reside en nosotros, también se demuestra que el beneficio del capitalista (la obtención de valor) no le viene sólo de explotar al trabajador y que no necesita explotar al trabajador obligatoriamente para obtener valor (si explota al trabajador es porque quiere más beneficio, no porque sólo lo pueda obtener sacándoselo a él).

A todo ello se suma (y ayuda a corroborar la visión total de que la TLV es falsa) que la aplicación de prácticas económicas basadas en la teoría laboral del valor (por ejemplo, en los llamados “países comunistas”) han generado consistentes resultados negativos. De especial mención son: la escasez, vulnerabilidad a la inflación, ineficiencia en la producción, atraso tecnológico, escaso desarrollo económico (en relación a la inversión) y destrucción de la iniciativa económica (aparte de factores sociales y psicológicos como merma en la moral del trabajo).

Esta aplicación ha refrendado lo que la ciencia ha encontrado en su estudio a lo largo del tiempo y a través de las más diversas ramas de análisis científico: la TLV marxista, base de la teoría marxista económica, es falsa (desde un punto de vista científico) y falla, por tanto, en su aplicación.

La hipótesis de la TLV pues, tal y como indica el método científico, debe ser rechazada. El persistir no hacerlo implica caer en la pseudociencia (o anticiencia).

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Hasta la próxima, queridos lectores.

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Este artículo está dedicado a Daniel García. Muchas gracias por tu apoyo y amistad durante todos estos años.

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32 comentarios sobre “¿Es el marxismo científico? Una crítica científica (no política) al marxismo. Un ejemplo: cómo se demostró científicamente que la Teoría Laboral del Valor de Karl Marx es falsa. Por qué no se considera al marxismo como una opción económica eficiente en el mundo académico y científico de la Economía (y de otras ramas de la Ciencia como las Matemáticas, la Psicología, la Biología o la Neurología).

  1. chemazdamundi

    Como de costumbre, el primer comentario va a ser el mío… y va a ser para señalar que voy a restringir al máximo todos los comentarios.

    Aparte de recordaros (porque sé que muchos vais a venir disparados a comentar sin deteneros a leer) que existen unas normas para poder comentar y muchas de vuestras dudas más triviales están indicadas en el menú lateral de la derecha, voy a añadir una norma especial para este artículo sobre el marxismo: sólo podrán comentar aquellos a los que YA HAYA DESFILTRADO ANTERIORMENTE ALGUNO (sí, tengo muuuuucha experiencia en esto de «hablar» por internet).

    Mi intención es que los lectores presten su atención principal al texto (que tanto trabajo me ha costado escribir) y se lo lean entero, despacito y bien. Los comentarios son buenos para obtener feedback pero muy malos para centrar la atención. Recordad que este es un blog de divulgación científica, pensado para exponer, no necesariamente debatir (espero que podáis observar, después de leerlo… que no hay mucho que debatir) y mucho menos para perder el tiempo con personas que no se leen nada y acuden como el rayo a comentar tonterías del tipo: «LOL, pos no ze en q te hekibokas pero te ekibocaz».

    Espero haber dejado clara mi intención. Si no ha sido así yo ya no puedo hacer mucho más que mandaros a tomar por culo. ¿De acuerdo? Espero que disfrutéis de la lectura y se os resuelvan las dudas con las que habéis venido aquí.

    Muchas gracias por vuestra atención.

  2. sibiladedelfos

    Me sorprende que haya gente que piense que Marx, que de toda la vida se ha considerado un filósofo, pueda ser visto como un científico. Igual es que no tienen muy claro el concepto de experimento. Marx pensó muchas cosas (y muchas muy válidas), analizando la realidad de su entorno, pero nunca hizo pruebas sobre sus ideas, le encajaron, las aceptó y punto. Es como tratar de basar un sistema científico en Aristótel… oh, wait.

    Por otro lado, dos cosillas:

    -Cuando dices:

    «Ni siquiera el dinero ve incrementada su diferencia de valor de una unidad a otra hasta el infinito.

    Hasta el dinero, los hobbies y las aficiones “cansan”.

    No hay incrementos marginales infinitos (que se sepa).»

    Esto, en Psicología, se llama saciación. Y el único caso conocido en el que no ha podido demostrarse que no se dé, es porque las ratas del experimento (se les estimulaba el núcleo accumbens con electrodos) murieron bastante rápido por abandonar sus conductas básicas de supervivencia, como comer o beber, prefiriendo la estimulación. Así que en realidad, es un mecanismo bastante sano, y tenemos suerte de que se produzca.

    -Recuérdame que la próxima vez que nos veamos, te hable del Principio de Premack, que tiene mucho que ver con el valor diferencial de los refuerzos, así me lo repaso.

    1. chemazdamundi

      ¡¡¡Así me gusta!!! ¡Aportando! Un abrazo y espero que te vaya bien con las oposiciones. Estamos deseando que tengas tiempo libre para ir a verte.

      Me sorprende que haya gente que piense que Marx, que de toda la vida se ha considerado un filósofo, pueda ser visto como un científico.

      El primer culpable fue Marx al asegurar que sus ideas, especialmente las de índole economicista eran científicas. Aparte de que él y Engels hablaban del «materialismo científico» y del «socialismo científico». Lo hacían para darle un aura de veracidad y prestigio asociado a sus teorías. En realidad es una táctica publicitaria.

      Recuérdame que la próxima vez que nos veamos, te hable del Principio de Premack, que tiene mucho que ver con el valor diferencial de los refuerzos, así me lo repaso.

      Hecho. Así lo agrego al artículo en el apartado de Psicología. Muy interesante.

      Un abrazo.

  3. McManus

    I

    Muchísimas gracias por la dedicatoria. ¡Qué honrado me siento!

    II

    Me he tragado de pe a pa el artículo. Cuántas referencias que leer, a la vez que me he acordado de otros autores, como Itzhak Gilboa (su libro sobre teoría de utilidad es muy, muy interesante). Empezaré por la conferencia de Juan Parrondo sobre la paradoja de San Petersburgo. Qué joya, más ahora que estoy intentando mejorar mis matemáticas como puedo: aún noto que el máster me queda un poco grande, pero es comprensible. Un salto en un año de teorías culturales a GLMs (Generalized Linear Models) es bastante grande.

    III

    Leyendo, he recordado muchas cosas (perdóname la divagación), empezando por las teorías de persuasión social con claro origen marxista que he tenido que soportar más de una vez. Cuando oigo aquello de que puedes crear las necesidades que quiera, me gusta plantear contraejemplos absurdos: ¿podrías crear en las personas la necesidad de comer clavos ardiendo? Mis hipótesis me conducen a que algo así no sería tan fácil: el dolor al comerlos se impone, haciendo invendible ese producto. De hecho, precisamente muchos de los que venden alimentos tienen que explotar cosas que nos son innatas, como la neurocircutería (un libro bastante reciente, Salt Sugar Fat: How the Food Giants Hooked Us habla precisamente de cómo diversos gigantes de la alimentación en los EEUU han sabido explotar hechos biológicos como que algunos nutrientes nos «enganchan» más que otros).

    ¿Por qué esas empresas se molestarían en conocer cómo somos, cuando tienen hipótesis peregrinas que aseveran que somos muñecos de «trapo» y que podríamos ser manipulados como quisieran Ellos™ (una hipótesis tramposa al respecto es la de que el capitalismo nos ha condicionado para que pensemos automáticamente que su sistema no es posible y que el nuestro es mejor)? La realidad, de nuevo, es mucho más complicada y tozuda.

    Hilando más fino (y cambiando de tema, pero no de hilo conductor), podemos escarbar en las diversas hipótesis de «género», que aseguran que los roles sociales son algo construido (contraejemplo: existen experimentos que demuestran que los bebés y hasta algunas especies de simios de distintos sexos prefieren juguetes diferentes [1]) y que la violencia doméstica (me resisto a decir «violencia de género», pues sus bases científicas son MUY dudosas) se debe a un «esquema patriarcal» de las cosas, no a hipótesis más realistas como que, en GENERAL, el sexo masculino es más agresivo (debido a una mayor presencia de componentes neuroquímicos como la testosterona) y que agresiones de ese tipo no son nada fáciles de prevenir, menos si no conocemos bien sus causas. Quizás el insistir en hipótesis desacertadas sea una de las razones por las cuales la ley de violencia de género no ha conseguido reducir significativamente el número de muertes (al igual que las consecuencias económicas fatales del marxismo aplicado que bien comentas).

    En Occidente también tenemos nuestros fetiches ideológicos sobre la Humanidad, aunque, afortunadamente, no tienen consecuencias más graves. Pero si se pueden combatir, se deben. Porque queremos ser menos ignorantes que en el día de mañana. Y desde luego, el abaratamiento de la secuenciación del ADN va a tener bellas consecuencias.

    Ya te digo que salí de sociología con sensaciones encontradas (bien dices en tu artículo sobre la sociología, que ha aportado cosas interesantes pero también opiniología). Esas teorías del género (la inspiración marxista, cómo no, está presente) o del consumidor me chirriaban, más desde que tenía a E. O. Wilson y a Pinker presentes por otra parte. Salí, la verdad, con bastantes más dudas sobre la condición humana y asumiendo que tenemos un buen conjunto de hipótesis que van a depender de cómo avancemos en biología y las ciencias sociales, al igual que ha pasado con la utilidad (excelente exposición, por cierto).

    En la condición humana, algunas salas están iluminadas. Otras, en cambio, sólo lo están tenuemente. Y unas últimas ni siquiera están iluminadas. Pero los palos de ciego no son la solución: rompes más bombillas que interruptores pulsas en muchos casos.

    IV

    Por cierto, un bello inciso biológico.

    Y la teoría de la evolución, junto a la biología en general, es como decía Daniel Dennett en su Darwin’s Dangerous Idea, un ácido universal. Otro ejemplo interesante es cómo la biología moderna ha destruido las hipótesis egoístas de Ayn Rand, personificadas en Howard Roarke y John Galt, demostrando que la cooperación, el altruismo y la selección de grupo son fuerzas evolutivas fundamentales [2]. ¿Qué minarquista y/o randroide quiere hombres criados en la selva como piezas fundamentales de sus sociedades imaginadas? No, en el fondo sabe que quiere auténticos productos de millones de años de evolución, productos de un larguísimo proceso cooperativo y de diversos niveles de selección. Quiere, en definitiva, personas como las que nos rodean todos los días.

    John Galt necesita más a la sociedad de lo que Ayn Rand se creía (y ella también, por eso se montó una especie de secta, según podemos leer en su biografía: quería sacar beneficios, pero, oh sorpresa, necesitaba de los demás).

    V

    Buf, al final he causado mi dosis de polémica, je. En fin, de nuevo, gracias por el artículo y la dedicatoria. No dudes de que lo recomendaré.

    Atentamente, MEGAPIRATEO

    [1] https://www.psychologytoday.com/blog/homo-consumericus/201212/sex-specific-toy-preferences-learned-or-innate
    [2] Cuatro ejemplos interesantes y serios: Evolution and the Levels of Selection, de Samir Okasha, Moral Origins: The Evolution of Virtue, Altruism, and Shame, de Christopher Boehm, A Cooperative Species, de Samuel Bowles y Herbert Gintis y The Company of Strangers: A Natural History of Economic Life, de Paul Seabright.

    1. chemazdamundi

      Para ESTO es para lo que deben servir los comentarios. Para aportar.

      A ver, lectores… ¿veis lo bueno que es el feedback cuando se hace… bien?

      Terrible fallo el mío el no haber incluido la comprobación de las preferencias por sexos de Gad Saad. Y que conste que conozco a Gad Saad. ¡¡¡Si se le estudia en marketing!!! Procedo a incluirlo de inmediato en el texto para añadir completitud.

      Y la dedicatoria es lo menos que podía hacer por ti, después de cómo te esfuerzas en presentar comentarios de tanta calidad.

  4. Ylmer Aranda

    Hola Chema. Me leí enterito tu artículo y me encantó mucho cuando mencionaste a las cagadas economicistas en Venezuela, sobre todo porque he tenido que soportar a los chavistas defendiendo la TLV sin saber qué es eso. Con frecuencia escucho a los chavistas diciendo «no sé nada de economía, pero la TLV es lo único que nos hará ganar la Guerra Económica que tienen contra Maduro y el legado de Chávez». Tengo que vivir eso todos los días, desgraciadamente. Los medios gubernamentales son los que divulgan esas magufadas.

    Al respecto tengo una pregunta.

    Dijiste en un segmento de tu análisis que «Una de las grandes razones del porqué del contrabando y del mercado negro masivos en esos países: si no encuentran lo que buscan legalmente, lo buscarán ilegalmente.» Recuerdo bien, o al menos eso es lo que he leído en algunos textos sobre historia de Venezuela, que la Corona española tenía fuertes regulaciones sobre la economía de las colonias americanas, principalmente en los tipos de mercancía que debían producirse y que se llegó a fijar sus precios para evitar que las provincias se hicieran tan poderosas que le hicieran competencia a la metrópoli europea. Como consecuencia, los colonos traficaban bienes con los ingleses, los franceses y los holandeses; bienes que normalmente no podían comprarse en ninguno de los virreinatos ni capitanías generales.

    Si estoy acertado en este detalle histórico me dice, o si no me corrige, pero la duda que tengo es la siguiente sobre esta etapa de la economía imperial de España en la época preindependentista es: ¿pueden considerarse estas medidas coloniales como las precursoras de la TLV?

    1. chemazdamundi

      ¿pueden considerarse estas medidas coloniales como las precursoras de la TLV?

      Sí, salvando las diferencias.

      Ya lo he especificado dentro del texto: toda entidad que pretenda controlar los precios masivamente está intentando, con intención o sin ella, un control sobre el valor. Y no le va a salir bien al medio o largo plazo. El controlar los precios implica que los productores no van a innovar, no van a producir con calidad (¿para qué?), el desarrollo interno del mercado NO va a responder a las necesidades de su población, etc. Si la respuesta a esas necesidades se halla fuera, pues allá que acudirá la población (contrabando o mercado negro). Las colonias, de hecho, no son más que un intento de crear un mercado interno, cerrado al exterior, controlado suficientemente y sin competencia como para producir beneficios en dirección al dueño, esto es, la metrópoli. Otro ejemplo muy similar al que citas son las compañías mercantilistas como la británica Compañía de las Indias Orientales.

  5. Nuria RCastillo

    Chema te voy a dejar un par de cosas, colgué el post en grupo escéptico (lo es de verdad xD), recibí los siguientes comentarios y enlaces, se me escapan cosillas sobre el tema económico pero de ciencia si sé un ratico y por eso me ha llamado la atención.

    (Me parece bastante bueno la verdad y justamente la parte sobre psicología si es que no te puedo decir lo contrario es tal cual xD, y me parece un fallo garrafal por parte de Marx pero para la época es entendible).

    1º «Esta pretendida ciencia se queda siempre en lo superficial hasta para describir al objeto criticado: el valor de uso que contiene la mercancía es imprescindible para que ésta se presente en el mercado, el mercado tiene su dialéctica de oferta y demanda, que determinará durante un tiempo el beneficio extra que determinada rama podrá extraer hasta que los capitales siempre sedientes de beneficio acudan a ella y hagan bajar el precio…. etc. Pero lo ESENCIAL de la mercancía es su valor de uso que posibilita su valor de cambio determinado por las variables del mercado entre las que está la afluencia de capitales a la rama con beneficio extra (marginal) y su huida de las ramas con beneficio decreciente. Pero sin valor de uso no hay valor de cambio posible. Si es muy sencillo por lo claro que es pero no gusta. Conclusión: solo quien crea el valor de uso es productivo para el capitalismo porque permite que se realice la plusvalía.»

    2º «me temo que no es cosa de comentarios sino de hincar el codo con paciencia, si es sobre papel mejor. Si es sobre los ‘clásicos’ mejor que mejor…. Lo primero que tienes que tener en cuenta es que hay que superar (o rascar) la realidad (aparente por inmediata) y profundizar en la comprensión de los conceptos, conceptos que son abstractos y que por tanto no son verdad sino categorías científicas. Pero imprescindibles, imprescindibles para ver la verdad exacta, que siempre es concreta.»

    Con ese último comentario va acompañado los siguientes enlaces y SI, me he dado cuenta del último comentario… mejor omito lo que pienso.
    http://grupgerminal.org/?q=node/156
    http://grupgerminal.org/?q=node/365

    Hubo otros comentarios pero fue que no había leído tu post xD incluso lo consideraron propaganda. Espero que no haya problema alguno por colgar los comentarios pero es que me gustaría saber la contestación que darías y me leo lo que me dejaron ;).

    Un saludo.

    1. chemazdamundi

      Hola, Nuria… No te dejes marear. Lo que te han respondido son los puntos 1 y 2 que me traes, ¿no? Vamos a verlo de uno en uno.

      «1º el valor de uso que contiene la mercancía es imprescindible para que ésta se presente en el mercado»

      Respuesta:

      NO.

      Ni tú ni Marx vais a decidir cuál es el uso que se le debe dar a un producto por parte de una persona ni el valor consiguiente que una persona va a percibir en él.

      Estamos hablando del valor, a secas. Y el valor de algo lo dictamina la utilidad (gustos, preferencia, dinero que pueda gastar, circunstancias, etc.) que para esa persona tiene ese algo, NO UN USO GENERAL, FIJO Y PREFIJADO POR PARTE DE NADIE. Porque cada persona tiene un uso distinto para un producto, percibe su valor de forma distinta. Porque no todos los objetos ni servicios tienen el mismo uso para todos los consumidores. Y le recuerdo a ese marxista… que si está anteponiendo sólo el uso… ya es distinto de lo que decía Marx: que el valor de algo está dictaminado por el trabajo socialmente necesario para crearlo (y después le añadió… «siempre que tenga uso»). Para mí, un Samsung Galaxy puede tener valor y para mi colega de al lado, no valorarlo una mierda y sí un Iphone6. Los dos teléfonos móviles tienen valor de USO (sí, en teoría, el mismo) y aún así, NO TODOS LOS CONSUMIDORES LOS VALORAN IGUAL NI ESTÁN DISPUESTOS A PAGAR LO MISMO. ¿Le ha quedado clarito a ese payaso? El valor es de naturaleza SUBJETIVA. Por eso existen el marketing, la publicidad, etc. Otro ejemplo: verás cómo el mismo traje, dependiendo del color, se venderá más o menos (todos tenemos colores que nos gustan más o menos). Y el traje, en principio, debería tener, según él, el mismo «valor de uso». O un café por el olor. O un cuadro por un estilo pictórico o por otro. O un libro según la temática. ¿A que no todos valoramos igual ni estamos dispuestos a pagar por un libro de la misma cantidad de páginas escrita, que haya empleado el mismo tiempo, etc., si uno es de poesía y el otro, de ciencia-ficción? Otro ejemplo que he puesto en el texto y que voy a volver a tener que repetir: dados dos diamantes del mismo peso, tamaño, etc., que hayan sido sacados a la vez por el mismo minero, pero uno es transparente y el otro, sucio de color… ¿cuál se va a poder vender a mejor precio? ¿Tienen los dos el mismo valor de uso? Pues resulta que no: los sucios se valoran y pagan menos y se usan en industria (como taladros, cortadores, abrasivos)… y los transparentes se venden más caros y se utilizan principalmente en joyería. Y es por eso, que cada uno percibimos las cosas con nuestro «uso particular».

      Aparte… Estamos hablando del valor de algo, a secas, independientemente del valor de uso. ¿Cómo se percibe el valor de algo, a secas? Lo percibe el ser vivo. Punto. Y es ese ser vivo el que dictamina qué utilidad tiene para él, independientemente de lo que piensen los demás seres vivos. Porque cada ser vivo puede tener un uso distinto, no es el mismo uso para todos, ni todos están dispuestos a pagar lo mismo (ni a actuar de igual manera) por el mismo objeto. Un chimpancé no valora una banana o un palo porque pueda cambiarlos con otro simio. Ante todo, la valora él mismo. Hay veces que el chimpancé tendrá más ganas de comer, otras, menos, otras veces jugará con la banana, otras preferirá sandía, etc. Que no es que sólo el ser humano el que se comporta así, vaya.

      El tipo lo que está es dando la vuelta al argumento principal para no afrontarlo: el valor de algo no se mide necesariamente en relación a un algo fijo. El valor… es subjetivo. No está prefijado NI POR EL USO QUE SUPUESTAMENTE DEBERÍA TENER POR EL PRODUCTOR.

      Aparte… EL PRECIO NO ES EL VALOR. Una cosa es el valor, y otra, el precio. El precio es un indicativo, PERO NO ES LO MISMO. Una cosa es cómo percibo el valor de algo y otra, el cómo se puede vender en el mercado.

      El 2º comentario es una mierda. Ya he explicado qué es lo que dijo Marx en 3.2 y por qué es falso. Lo que dijo Marx. No lo que dijo «fulanito de copas». ¿Es el trabajo abstracto socialmente necesario lo que está tras el valor de algo? La respuesta es NO y demostrado por todas las ciencias que se han preocupado de estudiar el valor, NO SÓLO LA ECONOMÍA, sino también la Biología,las Matemáticas, Psicología, Neurología, etc.

      Y sí, ya he notado que no se leen la entrada completa. Es curiosísimo cómo se quedan si acaso, en la teoría marginal y no siguen avanzando hacia las explicaciones de cómo está demostrado que el valor es subjetivo incluso en condiciones de laboratorio y que hay hasta gente a la que le han concedido premios Nobel por demostrarlo. Y punto pelota.

      Que no mareen la perdiz.

  6. Peter Mandango

    Buenas Chema.

    Descubrí este blog al buscar críticas de la escuela austríaca y me fascinó no solo por el método científico y riguroso que usas, sino también por lo mordaz que resultas. He ido leyendo sobre ti y me surgen varias preguntas (lo siento si ya las has respondido anteriormente):

    ¿De qué partido eres simpatizante o militante?
    ¿Y de qué sindicato?
    ¿Si eres socialista, apoyas el keynesianismo como los socialdemócratas?

    Atentamente

    1. chemazdamundi

      Buenas.

      Mire, no cumple usted con las normas para poder comentar (no sé si creerme que se llame usted de verdad «Peter Mandango»), pero me ha hecho gracia su amabilidad, su tono asertivo, el observar que se está leyendo todos los artículos, uno a uno y enteros… y lo maravillosamente bien que escribe. Y yo valoro mucho todo eso.

      me fascinó no solo por el método científico y riguroso que usas, sino también por lo mordaz que resultas.

      ¿Quién dijo que ambas cuestiones tuvieran que estar reñidas? Si supiera usted cuánta gente cae en la falacia de «si uno es mordaz, la crítica ya no vale». Como si dos más dos dejaran de ser cuatro por más mordaz que yo fuera. Unas explicaciones sobre mi estilo.

      He ido leyendo sobre ti y me surgen varias preguntas (lo siento si ya las has respondido anteriormente):

      Pues lo cierto es que sí, las he respondido (casi todas). Si se fija usted bien, tengo todas las cuestiones habituales respondidas en un menú inicial en la columna de la derecha, arriba. Casi nadie se las lee. Más de la mitad de mis comentarios se centran en señalar ese hecho.

      ¿De qué partido eres simpatizante o militante?

      Actualmente no soy militante de ninguno. Lo fui en su día de UPyD porque me pareció la oportunidad de renovar la política de este país, pero me vi en la obligación de abandonarlo cuando observé que su programa era relativamente bueno, pero en la práctica se centraban en cuestiones que no me interesaban mucho y su organización interna era muy rígida. Su política ecológica era pésima, por ejemplo, y su política económica no era lo suficientemente progresista. El tiempo me ha dado la razón. En la actualidad soy simpatizante de Equo, pero no por cuestiones ideológicas, sino porque es el único partido en el que me escuchan a nivel personal. Conozco a muchas personas dentro de esa formación y sé lo mucho que valen sin intermediarios. Con el tiempo me ha ido sucediendo lo mismo que me sucedió con el sindicato: me acabaron importando menos las siglas y la ideología que el pragmatismo y el cómo se comportan las personas que lo integran día a día.

      ¿Y de qué sindicato?

      No tengo permiso para decir cuál es (de hecho, han sido varios). La política actual de estas formaciones sociales es que internet es relativamente peligrosa como para presentarse como afiliado de uno u otro sindicato, porque las palabras que uno diga se pueden interpretar (especialmente si son en contra) como formuladas por el sindicato en sí. Y eso no es cierto y lamentablemente hay mucho bocazas. Podemos arruinar el trabajo de años de muchos compañeros metiendo la pata en un tuit o un comentario en un foro cualquiera. Creemos que lo mejor es que cada uno se responsabilice de sus palabras. No se preocupe, pertenezco a un sindicato minoritario no ideológico, no a los «tradicionales».

      ¿Si eres socialista, apoyas el keynesianismo como los socialdemócratas?

      El neokeynesianismo. No lo apoyo por cuestiones ideológicas sino porque es la formulación de teoría económica que combina mejor estudio científico y lucha social en pos de la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población. No me placen ni los ratones de biblioteca alejados en su torre de marfil como los neoclásicos ni los economistas políticos ideológicos que reniegan del método científico como los neoliberales austríacos.

      Mi afiliación política, arduamente meditada y explorada tanto científica como socialmente es: socialdemocracia nórdica. Ese sistema implementado con sus variantes en Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia ha conseguido las mayores cotas de mejora social de la Historia de la Humanidad, y refrendadas científicamente. No hay ningún partido en España que se asocie totalmente con esta línea política aunque sí con ideas «sueltas».

      Comprenderá usted lo muy solo que me siento.

      Un saludo.

  7. Peter Mandango

    Chema, sin entrar a debatir el artículo en sí, el banco mundial afirma que Corea del Norte es autosuficiente, además de vender un 6% de energía al extranjero.

    [Editado: en mi bitácora NO tienen entrada blogs justificadores de dictaduras ni de propaganda comunista.]

    Independientemente del artículo, poner una imágen de la NASA, un país con el que técnicamente sigue en guerra (pues firmaron un armisticio pero no la paz), no es muy veraz. También se sabe que parchearon zonas en google earth que en las versiones anteriores salían.

    No soy para nada magufo, pero todo lo que tenga que ver con medios yankees no me los trago.

    1. chemazdamundi

      Ese blog es procomunista… y miente.

      Te vuelvo a dar la misma respuesta que le di en su día al imbécil que me vino con ésas Y QUE YA DEBERÍAS HABER LEÍDO:

      estoy HASTA LOS COJONES de que me vengais con mentiras (y más aún, mentiras de propaganda comunista y justificadoras de dictaduras), máxime cuando ya deberíais saber lo MUCHO que ratifico mi material. Un solo ejemplo: la foto de Corea del Norte de noche.

      Es ABSOLUTAMENTE CIERTA. Eres TAN TONTO que ni te has parado a cruzar referencias. Es cierto que existe una foto pero no de la NASA estrictamente sobre la península coreana de noche. ¿Te has leído el pie de foto? No, ¿verdad?

      Imagen nocturna de infrarrojos visibles de la península coreana tomada con el Visible Infrared Imaging Radiometer Suite, o VIIRS, instalado en el satélite finlandés Suomi NPP. 24 de septiembre de 2012.

      EL SATÉLITE ES DE FABRICACIÓN FINLANDESA Y DE USO METEOROLÓGICO, Y DE UTILIZACIÓN CONJUNTA americano-finlandesa.

      NO ES FAKE. Es absolutamente CIERTA.

      Pero vamos, ¿que no te gusta esa fotografía o no te fías de ella? Bueno, PUES PODEMOS UTILIZAR LA QUE TOMÓ LA ESTACIÓN ESPACIAL INTERNACIONAL (EN LA QUE PARTICIPAN CHINOS Y RUSOS).

      O, mejor aún…

      COMPROBAMOS CÓMO EL MISMO GOBIERNO NORCOREANO ADMITIÓ QUE ES CIERTA,

      …QUE ERES TAN TONTO DEL BOTE QUE NI TE HAS PARADO A COMPROBAR ESO:

      http://gizmodo.com/north-korea-justifies-why-it-shuns-light-at-night-1684618791

      http://www.theverge.com/2015/2/9/8003637/north-korea-satellite-photos-night

      http://www.theguardian.com/world/2014/apr/23/north-korea-by-night-satellite-images-shed-new-light-on-the-secretive-state

      http://news.nationalgeographic.com/news/2014/02/140226-north-korea-satellite-photos-darkness-energy/

      O PODEMOS USAR NOSOTROS MISMOS, EL GOOGLE MAPS EN VISTA DE SATÉLITE, ¿NO?

      http://www.thewire.com/technology/2012/12/new-google-maps-night-feature-pretty-breathtaking/59816/

      Te puedo traer las mil y quinientas sobre el resto de cuestiones, pero aquí me planto porque no te mereces de mi tiempo (ni mi esfuerzo) más que este ZAS EN TODA LA BOCA.

      Como habrás podido comprobar, no soy ningún tonto, a diferencia de ti. Ni tu blog ni el blog que traes van a recibir ni la más mísera visita desde aquí aparte de la que he usado para recomprobación.

      O admites tu error de inmediato y en público, «Peter Mandango» o por aquí, no vuelvas.

      Y ese blog no va a recibir ni una vista desde aquí.

      Advertido estabas.

    2. Ylmer Aranda

      ¿Que el Banco Mundial afirma qué? Jo, jo, jo… ¿sabía usted que ese banco está radicado en los Estados Unidos, señor antiyanqui empedernido? ¿No sería mejor, por coherencia ideológica, rechazar esa fuente por ser norteamericana?

      Vale, vamos a ver: ¿dónde y cuándo ha dicho eso el Banco Mundial? Acá por ejemplo está la fuente oficial, y no parece que sea «autosuficiente», ni que le venda el 6% de la energía al extranjero, porque para colmo Corea del Norte sufre constantes apagones: http://datos.bancomundial.org/pais/corea-republica-de

      Y los parches en Google Earth son una falacia de pista falsa. Con frecuencia es esgrimido por conspiranoicos de OVNIs y partidarios del terrahuequismo. Así que a cagar con esa mentira.

  8. David Prieto (@d_prieto)

    Hola buenas, no sé si comentar porque no sé si cumplo tooodos los requisitos (creo que sí soy verificable como humano al menos) pero sí me parecía interesante agradecer el trabajo que has hecho.

    Me llegó este artículo a través de un amigo refutando a un marxista, y me lo he leído entero y ha sistematizado cosas que antes no sabía o sólo intuía. Mil gracias = )

    1. chemazdamundi

      De nada. Precisamente eso era lo que pretendía: sistematizar en un solo artículo estas cuestiones que están muy dispersas en el ámbito académico (e internet, por supuesto).

  9. Daniel Bargalló (@elleondelametro)

    Hola Chema. Llevaba ya un tiempo con tu blog guardado en favoritos y hoy finalmente he tenido tiempo para echarle un buen vistazo. Se agradece un punto de vista científico, y el número de resúmenes y recapitulaciones que haces para los profanos en el mundo económico como yo.

    Y te lo reconozco, este artículo me ha dejado con sabor agridulce. No me considero un marxista irredento, pero sí que tengo simpatías por las cositas de Karl. Sin embargo, procuro no albergar dogmas y asumo que lo interesante de una idea es que pueda ser refutada, como tú has hecho. Muy buen trabajo.

    Sólo un par de dudas. Cuando dices que el capitalismo, «es menos dañino en líneas generales y como marco económico que una economía planificada» no sé inferir bien a qué capitalismo te refieres. ¿Al que se planteaba de forma clásica? ¿Al capitalismo neokeynesiano? ¿Al que se da en los países nórdicos?

    Y la segunda duda: En un sistema como el actual, marcadamente capitalista y global. El hecho de que los llamados países occidentales, puedan disfrutar de los aspectos positivos del capitalismo, ¿No genera otra cara de la moneda que sería lo que ocurre en los eufemísticamente llamados «países en vías de desarrollo»? ¿O eso se debe a ambiciones más personalistas de determinados gobernantes?

    Gracias por tu tiempo y paciencia. ¡¡Saludos!!

    1. chemazdamundi

      Hola Chema. Llevaba ya un tiempo con tu blog guardado en favoritos y hoy finalmente he tenido tiempo para echarle un buen vistazo. Se agradece un punto de vista científico, y el número de resúmenes y recapitulaciones que haces para los profanos en el mundo económico como yo.

      Muchísimas gracias por tus amables palabras.

      Normalmente no acepto comentarios que no cumplan todas las normas para poder comentar, pero suelo aceptar cuando los temas que me traen están bien expuestos, son interesantes y se aprecia un matiz de sinceridad en el diálogo.

      Y te lo reconozco, este artículo me ha dejado con sabor agridulce. No me considero un marxista irredento, pero sí que tengo simpatías por las cositas de Karl. Sin embargo, procuro no albergar dogmas y asumo que lo interesante de una idea es que pueda ser refutada, como tú has hecho. Muy buen trabajo.

      Qué me vas a decir a mí.

      En este mismo artículo lo expongo, al principio. Por mi experiencia y mi entorno, soy (somos) fuertemente de izquierda, muy progresistas. Muchas de las palabras de Marx han tenido buena acogida en alguien como yo que es descendiente de fusilados por los franquistas (a mi bisabuelo lo mataron por ser alcalde comunista de un pueblo de Sevilla), prácticamente todos en mi familia somos socialistas (aunque me califique más a menudo como socialdemócrata nórdico) y he sido sindicalista muchos años.

      Muchas de las cosas que Marx dijo (y las dijo cuando pocos tenían cojones de decirlas) son razonables, especialmente si las miras desde el punto de vista del obrero, del pobre o del oprimido. Insisto en que la ideología de Marx no surgió por nada ni por gusto: él veía que en su época los pobres lo estaban pasando horrorosamente mal y decidió darles voz y crear un armazón intelectual que expusiera sus malas condiciones y las soluciones a esa misma situación de penuria.

      Hasta ahí, correcto. Pero ser de izquierdas no implica ser gilipollas. Y la razón por la que soy de izquierdas (más bien, progresista) y no soy marxista es porque he estudiado a fondo las características (incluida una revisión y comparativa científica social) de cada segmentación ideológico-intelectual y he podido comprobar que es más efectivo en términos científicos y humanos ser progresista que NO ser marxista.

      En este artículo he expuesto algunas de esas razones. Y me alegra muchísimo que las hayas entendido.

      En honor a la verdad yo siempre he sido muy cabroncete a la hora de poner la mano en el fuego por algo. Soy terriblemente desconfiado, escéptico y asimilé desde muy pronto lo que significaba el pensamiento racional y el método científico (reconozco que he recibido una educación de calidad y era pública, ¿eh?). Es decir, que el marxismo, ya desde primera hora no me acababa de cuadrar como armazón intelectual. Y ya desde que empecé a tener una formación sólida en Historia, Economía, inglés y Estadística pude comprobar y no sólo sospechar… que el marxismo hacía aguas desde la misma base como armazón intelectual.

      Es por eso por lo que, a diferencia de muchas personas de mi entorno que eran marxistas, no se me vino el mundo encima cuando pude constatar que el marxismo fallaba. Te puedo poner en fila india decenas de personas que lloraron cuando cayó el muro de Berlín o a compañeros de clase que se pusieron blancos como la cal cuando comprobaron la utilidad marginal.

      Mucha gente se me “rebota” porque espera encontrar al acudir a mi página web, a un perroflauta de la Economía… o incluso a un comunista. Pues no. Yo soy, ante todo, un científico social… si prefiero alguna ideología, como la socialdemocracia nórdica es porque se demuestra científicamente como más efectiva y nunca por cuestiones meramente ideológicas o de preferencia. Admito que muchas de las ideas de Marx en defensa del pobre me caen estupendamente pero la verdad va por delante de la creencia o de las simpatías. Los dogmas, como mencionas, no deberían ser la guía de la conducta humana.

      Yo, al menos, actúo así.

      Y, ahora, vamos al grano.

      Sólo un par de dudas. Cuando dices que el capitalismo, “es menos dañino en líneas generales y como marco económico que una economía planificada” no sé inferir bien a qué capitalismo te refieres. ¿Al que se planteaba de forma clásica? ¿Al capitalismo neokeynesiano? ¿Al que se da en los países nórdicos?

      No, al capitalismo como marco general dentro de los sistemas de libertad económica.

      En Economía se dan tres principios generales de organización económica humana: libertad (economías de libre mercado como el capitalismo), control (economías planificadas como la marxista-comunista) o que cada uno se las componga como pueda (éstas últimas suelen ser economías tribales o de subsistencia; la de los yanomami del Amazonas es una de ellas).

      En la práctica y actualmente, no se dan estos tres principios en estado puro. De hecho, lo normal es que las sociedades humanas se organicen adoptando estos tres principios a la vez en mayor o menor medida. Son las llamadas “economías mixtas”. Si a una economía se la incluye dentro de un grupo u otro es porque tiene, de base, más características propias de las de ese grupo. Por ejemplo, la economía chavista o bolivariana no es una economía de control pura porque admite cosas de las de libre mercado como la propiedad privada (de momento) pero se enmarca innegablemente, dentro de las economías planificadas porque tiene el control económico como principio organizativo.

      Bueno, pues el capitalismo, a secas, es un marco general dentro de las economías con principio de libertad. Por si te lo preguntas (que seguro que lo tienes asimilado)… no, el capitalismo no es el único marco general dentro de las economías de libre mercado. Por ponerte unos ejemplos, están el antecedente del capitalismo, el mercantilismo o la economía del mundo Mediterráneo antiguo (como Roma) y la economía tradicional oriental. Observa que no son exactamente modelos sino marcos generales económicos internacionales de una época (sí, exacto, como el capitalismo).

      Y ya sí, dentro del capitalismo a secas tenemos los modelos que mencionas: neokeynesianismo, modelo nórdico, modelo japonés, capitalismo clásico, etc. Algunos, como el neokeynesianismo, son más teóricos que otros (el nórdico o el japonés).

      Entonces lo que me vengo a referir es que tanto un principio de libertad económica pura como un principio de control económico puro son perjudiciales (que cada uno haga de su capa un sayo versus dictadura y control absolutos). Pero dados los dos extremos, ¿cuál de ellos es el menos perjudicial para el conjunto de la población como principio económico, en general?

      La libertad económica.

      Y ahora, puntualicemos.

      ¿Qué sería lo mejor? Libertad como base y control puntual (observa: no control como base y libertad puntual). Es por eso que los sistemas económicos creados en países o sociedades moderadamente liberales como Japón y Australia y moderadamente socialistas o socialdemócratas, como los países nórdicos o Canadá, funcionan mejor. Para el conjunto de la población, se entiende (las minorías como los ricos son otro cantar). Y eso está refrendado econométrica y científicamente.

      Una de las grandes guías que se han demostrado como referentes del éxito económico de una sociedad (e incluso a nivel biológico en otros seres) es la flexibilidad, la capacidad de adaptarse a los cambios y a las circunstancias. Y dado que la flexibilidad recae en el campo de la libertad es por eso que en líneas muy, muy, muy generales, es preferible una libertad económica como base. Que eso no quita para que después haya que establecer mecanismos de control económico porque, obviamente, no se puede dejar a cada uno que haga lo que le dé la gana. Ni en la Economía ni en la vida es todo blanco o negro.

      Resumiendo: cuanto más excesivo el control económico o más excesiva la libertad económica, tanto más ineficiente es la economía en general. Pero dados los dos extremos es más preferible derivar hacia la libertad que hacia el control porque la clave de la eficiencia económica reside en la flexibilidad. Es por eso que, en principio y a un nivel genérico, el capitalismo tiene una mejor performance que una economía planificada.

      Por favor, no perdamos de vista que eso es hablando siempre en términos generales y principios. Hay mucho que puntualizar.

      Si me quieres preguntar por cuál puntualización general considero más importante a favor de las economías planificadas, ya he mencionado algunas en el artículo: una economía planificada es proporcionalmente mejor que una de libre mercado para el segmento poblacional perteneciente a una extrema pobreza (no a los pobres, mucho ojo: a los extremadamente pobres). La otra es que, en líneas muy generales también, una economía planificada tiene mejor performance que una de subsistencia en tanto en cuanto genera más crecimiento económico que ésta al menos en los primeros estadios.

      Y la segunda duda: En un sistema como el actual, marcadamente capitalista y global. El hecho de que los llamados países occidentales, puedan disfrutar de los aspectos positivos del capitalismo, ¿No genera otra cara de la moneda que sería lo que ocurre en los eufemísticamente llamados “países en vías de desarrollo”? ¿O eso se debe a ambiciones más personalistas de determinados gobernantes?

      1) Todos los países occidentales no son capitalistas ni ricos. Por favor, no confundáis los términos. Honduras es un país occidental y capitalista pero no es rico. Venezuela es un país occidental pero no es capitalista.

      “Occidental”, “desarrollado” y “capitalista” NO son sinónimos.

      Tendrías que haber dicho “países desarrollados”. Como mucho, del Primer Mundo.

      2) Eso que preguntas es una cuestión que me traen muy a menudo… y que ya está más que resuelta en Economía: que exista un rico NO IMPLICA NECESARIAMENTE que tenga que haber uno o más pobres para que éste sea rico.

      Eso es lo que mucha gente cree intuitivamente pero se sabe que es falso desde David Ricardo allá por el siglo XIX y se comprobó econométricamente desde entonces en numerosísimas ocasiones.
      Es una de las cuestiones más estudiadas en Economía.

      De hecho, es al contrario. El comercio entre dos países, uno rico y uno pobre no sólo no empobrece más al pobre sino que lo enriquece. Lo que sucede es que el país rico se suele beneficiar MÁS de esa relación, no que el pobre vea decrecer su PIB o se vea más perjudicado por narices.

      El problema es que estamos hablando de números macro y no de situaciones personales. Muchos estadounidenses se quejan de que han perdido sus puestos de trabajo porque los japoneses se los han llevado a su país o los han hecho desaparecer con su competencia desigual. Y puede ser cierto, pero lo cierto es también que EN EL CONJUNTO DE LA MEDICIÓN (el output, lo que sale tras sumar y descontar todas las variables), al medir toda la relación económica entre ambos, los dos países han terminado por ganar (por ejemplo, en términos de crecimiento del PIB), aunque Japón se haya beneficiado más. Y el paro no se ha disparado en EEUU por esa relación. ¿Por qué? Porque al crecer el PIB eso se acaba transfiriendo a la economía en el sentido en que mientras crezca a buen ritmo, hay oportunidades de empleo. Otras, pero las hay. Esto es ni más ni menos que un “quita de un lado, pongo en otro y lo que cuenta es el resultado final”.

      Es decir, se puede uno quejar del reparto de riqueza generada, ciertamente. Pero lo que es crecer, se ha crecido económicamente en los dos lados del comercio. Hay más riqueza que antes. Se es más rico que antes en ambos países en “números gordos”.

      Otro ejemplo, este más conocido: hoy en día hay más sociedades ricas que pobres con respecto a, por ejemplo, 1945. O 1848. Hoy en día hay más población mundial rica que pobre (en porcentaje) con respecto a esas fechas.

      Observa finales del siglo XIX, por ejemplo: Latinoamérica era más rica que extremo oriente. La diferencia era brutal. Los japoneses incluso emigraban a Perú. Hoy en día, los países de extremo oriente han adelantado y con mucho a los latinoamericanos. Y eso, después de haber adoptado el capitalismo. En Corea (del Sur) se estaban muriendo de hambre por las calles en los años cincuenta. Dime qué país es más rico que Corea del Sur de entre los latinoamericanos de hoy en día.

      Ahora bien… ¿eso ha implicado que los latinoamericanos sean más pobres que en el siglo XIX? No. Simplemente les han adelantado. No se han quedado tocándose los cojones. Han evolucionado, han flexibilizado su economía, son más dinámicos, se han preocupado más por la formación, etc. Y sí, indudablemente ahí han tenido que ver y mucho los gobiernos, la corrupción, la inestabilidad política, etc.

      Lee o mira los vídeos de Hans Rosling, un experto sueco en estadística que te iluminará sobre este aspecto en concreto por el que preguntas.

      ¿Generan cuestiones negativas económicas la acción de los países desarrollados en su relación con los menos desarrollados? Sí, indudablemente, pero son cuestiones concretas (abrir una mina en Perú seguro que tiene costes medioambientales y de salud en los pobladores locales) pero lo que es el output , es positivo… en principio y en líneas muy, muy generales, no dejaré de insistir.

      Por tanto… ¿es el capitalismo negativo? No. El capitalismo como marco general no es negativo. Lo que es perjudicial es cómo se maneja el capitalismo. Y ahí sí que entran decisivamente en acción los modelos económicos porque son armazones intelectuales que buscan incidir directamente en la economía de una sociedad. Uno de los más perjudiciales (por no decir que es el más perjudicial hoy en día) es el neoliberalismo.

      El neoliberalismo, que ha tenido una aplicación práctica muy negativa (la tendencia a la libertad económica absoluta también es negativa, como ya te he mencionado) desde los años ochenta (gobiernos de Thatcher, Reagan, Pinochet, Menem…) y es el principal causante, éste sí, del aumento desde entonces de las desigualdades y de la brecha entre ricos y pobres que estamos sufriendo desde esos años y especialmente desde la crisis económica causada por este mismo modelo en 2007.

      La gente tiende a confundir capitalismo con neoliberalismo, pero NO son lo mismo. El capitalismo es el «término paraguas» bajo el que se acogen horrores como el neoliberalismo y fantásticos ejemplos de efectividad económica como el modelo nórdico. Sí, los dos son capitalismo. Ahora bien, ¿con cuál te quedarías?

      Yo lo tengo claro. Y no estoy hablando sólo como economista.

      Gracias por tu tiempo y paciencia. ¡¡Saludos!!

      A ti. De nada. Un saludo.

  10. Héctor Valera

    Saludos. Esto es lo que buscaba; ya quería profundizar en el porqué de que el socialismo y el comunismo sean obsoletos. Vivo en Venezuela, país que mencionas (me agrada que hayas puesto el vídeo del profesor Briceño), y me gustaría compartirte cierta información que seguro no te ha llegado. Sabemos que una de las bases de la ideología comunista es el caso de la comuna de Francia. En los círculos comunistas de acá se menciona mucho eso. Hablan de que así se vivirá más feliz, y lo mezclan con el comunismo primitivo, es decir, las etnias indígenas. En uno de los «ejes socialistas» a los que asistí (en el estado Barinas) trataron de imponerme una especie de pseudo-religión, un lavado de cerebro que fue efectivo en varias de las personas que iban conmigo. La idea era simple, eliminar todo pensamiento racional de las personas, introducirlas en etnias y listo, ya son felices. Eso lo quieren hacer en todo el país; no sé si te has enterado de ese parlamento paralelo, el parlamento comunal, que es inconstitucional, pero el señor Diosdado Cabello no dudó en sacar a la luz cuando se sintió desesperado luego de las elecciones parlamentarias. Las leyes populares, en las que se basan las comunas venezolanas, fueron el último intento de Hugo Chávez de instalar el comunismo (el primer intento fue la reforma constitucional que perdió); estas leyes se aprovechan de cierta ambigüedad de la constitución actual para introducir la idea de un estado comunal. Lo peor de todo esto es que sé lo que planean hacer, si llegan a crear ese estado comunal; me revelaron que sus embajadores internacionales tendrán como misión crear comunas en otros países, pues sus leyes populares fueron escritas pretendiendo ser aplicadas a cualquier territorio. Me explico, que las leyes populares no establecen límites territoriales para crear comunas. Sé que suena descabellado, pero es eso lo que buscan hacer. No quiere decir que lo vayan a lograr, pero sí demuestra algo más que locura en estos comunistas.
    PD: espero mi comentario no incumpla ninguna regla.

  11. Pedro Martin

    Aunque no reuna las condiciones para comentar querría decir algo:

    En primer lugar agradecer la labor de información y documentación a Jose Maria Gallardo y animarle a que siga con su blog.
    Para mi , como curioso por temas económicos, me resulta muy interesante.

    En segundo lugar tengo la impresión de que lo que falla en España es la educación. No se nos enseña a dudar y a hacer preguntas. Se nos hace admitir ciertas cosas. No se nos explica por que Aristóteles, Platón o Marx se equivocaron y en que se equivocaron. No se nos enseña a aplicar los conocimientos de la filosofia. En concreto Karl Popper era ignorado cuando yo estudié filosofía en 3º de BUP y COU. Eso si Freud, Lacan and co. eran muy conocidos y se estudiaban criticos de Freud, pero mas bien diría yo sus discípulos.

    En tercer lugar no se crea ilusión por el estudio de la historia y las matemáticas. Las matemáticas tienen profesores buenos y malos. Estos últimos se enrollan, hacen pocos ejercicios en clase. Los buenos te hacen practicar y descubrirlas,
    Respecto de la historia no se hace ver a la gente su importancia. Sencillamente te aprendes el rollo, lo sueltas y apruebas. Parece que el sistema educativo era una especie de competición a ver quien saca mas nota.

    En cuarto lugar no se enseña a pensar. No se enseña a aplicar la lógica. No se enseña a rechazar las falacias lógicas (autoridad, ad hominem, etc, etc). No se enseña a aplicar el método científico.

    Así que con este bagaje si caes en manos de un marxista ortodoxo o un ultraliberal austriaco (o quizás no tan radical) te puedes acabar tragando mucha basura. El marxismo tiene sus contradicciones pero una vez aceptas las premisas ( la teoría sociológica implícita en el manifiesto o la teoría de la explotación derivada de la teoría del valor) es fácil caer.

    En quinto lugar la puñetera manía de hablar de oidas y sin haber acudido al texto original ni haberlo leído. Cuanto ejperto !!!

    En fin te envío mi apoyo y creo que el nivel de muchos de los que comentan es muy superior al mio.

    Muchas Gracias.

  12. Héctor Valera

    Hola. Ya me he presentado en otro post. Usualmente me la paso dejando el link de esta publicación por todas partes. Lamentablemente es solo con propósitos informativos, pues no soy economista, simplemente no puedo defender las ideas aquí planteadas. A veces puedo, claro, hay cosas que uno el ciudadano poco informado, o cuya especialidad es otra muy distinta a la economía, tiene la capacidad de entender y explicar. Ahora, de vez en cuando me comentan cosas bastante raras, o absurdas, no sabría cómo describirlas, como esta que recibí en Youtube luego de compartir el link (lo dejo con todo y errores ortográficos):

    «Tambien se demostro que la formula de Einstein sobre la velocidad de la luz es falsa.
    Pero tu te olvidas de la formula que yo ni me la se, pero recuerda que:
    El valor del trabajo tiene que volver a recaer sobre el ciudadano si quieres que se desarrolle el pais.
    Porque la formula solo era una forma de hacerle ver algo que no se sabia en que ni como.
    Pero no te salgas de contexto.
    Si no es esa, me dices que opciones hay para desarrollar un país si no es reinvirtiendo el dinero del valor del trabajo en la sociedad.»

    Aclaro, el tipo no se leyó el artículo porque me respondió apenas unos minutos de haberlo compartido. Me supongo que se leyó solo el título y algo del índice.
    Bueh, le dije que se lo leyera en vez de estar evadiendo, pero dudo que vaya a venir aquí a terminar la lectura, y mucho menos comentar (porque se lo recomendé). Mi duda es, ¿qué respuesta habría para tal comentario?

    1. chemazdamundi

      El valor del trabajo tiene que volver a recaer sobre el ciudadano si quieres que se desarrolle el pais.

      El que te ha dicho eso no tiene NI PUTA IDEA de lo que está hablando. Eso es una cuestión, y la TLV es otra.

      La TLV marxista afirma que el trabajo socialmente necesario es lo que está tras el valor de las cosas, que es así como percibimos el valor los humanos. Eso es falso. Se acabó. El valor lo APERCIBIMOS nosotros, lo seres humanos, según nuestras circunstancias.

      OTRA COSA es la productividad de nuestro trabajo, aumento del PIB y la reinversión de la misma.

      Si no es esa, me dices que opciones hay para desarrollar un país si no es reinvirtiendo el dinero del valor del trabajo en la sociedad.”

      Mmmmm… ¿con inversión externa? Oh, por lo que más quieras, deja de hablar con imbéciles ignorantes. No pierdas tu precioso tiempo.

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